Intentaré, entonces, mostrar algunas de esas pistas y claves, las cuales presento de manera esquemática y como notas breves (apuntes) que deberán ser escuchadas y leídas en clave interrogativa, con el claro espíritu de a-puesta (en sentido pascaliano) para la re-visión (en el sentido de Raúl Fornet Betancour). De todos modos, la intención de este II Encuentro Internacional de Pensamiento Crítico es hacer y mostrar un ejercicio de pensamiento crítico en la comprensión de los fenómenos que cada uno y cada una enfrenta en sus realidades cotidianas, para lo cual estas reflexiones preliminares pretenden ser un preámbulo abierto e inconcluso.

Dos conceptos básicos a tener en cuenta para lo que diré:

“El pensamiento es aquello que es capaz de transformar las condiciones de pensamiento, es decir, de superar una alternativa insuperable, no esquivándola, sino situándola en un contexto más rico en el que deja lugar a una nueva alternativa, la aptitud de envolver lo anti en lo meta. Permite resistir la disociación generada por la contradicción y el antagonismo, disociación que evidentemente no suprime la contradicción. El pensamiento posibilita la integración de la contradicción en un conjunto en el que pueda continuar fermentando, sin perder su potencialidad destructiva e incluso su potencialidad constructiva” (Morin et al. (2006) Educar en la era planetaria, 37).

“Una teoría no es el conocimiento, permite el conocimiento. Una teoría no es una llegada, es la posibilidad de una partida. Una teoría no es una solución, es la posibilidad de tratar un problema. Una teoría sólo cumple su papel cognitivo, sólo adquiere vida, con el pleno empleo de la actividad mental del sujeto. Y es esta intervención del sujeto lo que le confiere al método su papel indispensable” (Morin et al., 2006: 25).

Preguntas de partida

    • ¿Es posible construir una teoría crítica? Aún más, ¿es posible un pensamiento crítico que sea algo más que una crítica del pensamiento y se constituya en un ejercicio de pensar críticamente?

    • Si eso es posible, ¿cuál sería el fundamento de un pensamiento/teoría crítica en un mundo secular hoy?

No creo poder responder a satisfacción estas interrogantes en este breve espacio, pero si intentaré mostrar algunos elementos que pueden servirnos de insumos en tal empresa.

 

Ideas preliminares

 

Cuando hablamos de pensamiento crítico y teoría crítica también estamos hablando de una sensibilidad, por tanto, de una ética, que nos constriñe a dilucidar y declarar:

    • Mi visión: ¿cómo veo las cosas?

    • Un posicionamiento: ¿dónde estoy y cuáles causas abrazos?

    • Una intencionalidad: radicalizar lo humano, para reproducir, sostener y potenciar la vida, humana y no humana.

 

  • El pensar críticamente, por consiguiente, es un esfuerzo por ver las realidades, tanto en lo que muestran, privilegian, enfatizan o construyen cuanto en lo que ocultan, disminuyen, socaban o destruyen. Cómo dirá Franz Hinkelammert, se trata de juzgar lo que es, la realidad existente, a partir de lo que no es, para hacerlo transparente. Por tanto, se trata de un pensar paradojal, como forma de poder penetrar y discernir las paradojas de las realidades sociales.

 

  • Un pensamiento crítico es un ejercicio en permanente ebullición, consciente de la lagunaridad o parcialidad de cuanto sabe o pretende saber; por tanto, está en constante re-visión y auto-revisión, solo confiado en la posibilidad de transformarse más tarde.

 

  • Un pensamiento crítico se sabe limitado, pues juega dentro de los límites de la condición humana (los límites de lo que puede pensar y de lo que puede hacer). Por ejemplo, solo podemos pensar aquello que podemos enunciar, y esto está determinado por lo que el lenguaje posibilita; de ahí las urgencias por resemantizar los términos, pero también de empezar a crear-poner nombres a lo que ha sido invisibilizado u ocultado. Pero tal conciencia de los límites nos abre a la inmensidad de posibilidades. Este juego con los límites y los intentos de su superación está dado por ese esfuerzo que el mismo Franz Hinkelammert llama reflexión trascendental, y que es constituyente de esa condición humana; se trata del esfuerzo y la pretensión de superar los límites imaginarios, en el sentido de Castoriadis, es decir, construidos sociohistoricamente, o inclusive aquellos físicos, que se dan en la relación vida – muerte. Ejemplo: la medicina es la tecnología que pretende, si no superar la muerte, sí alejar ese límite lo más posible de la experiencia inmediata. O bien, en un sentido similar, como lo presenta Bauman, en general:

“La inventiva cultural humana desplegó –de manera intermitente o concomitante- una cantidad de estrategias [familia, nación, etc.] destinadas a descifrar el enigma [por qué estoy aquí y con qué propósito, si es que lo hay?], o dar la impresión de que estaba descifrado, para que la vida resultara más vivible a la sombra de la muerte” (2001: 41)

 

Este es un primer acercamiento a la sensibilidad de un pensamiento crítico.

****

En lo que sigue, para efectos de brevedad, ordenaré la conversación en dos apartados:

1) algunas condiciones para hacer un ejercicio de pensamiento crítico;

2) algunos criterios o claves para un marco categorial de pensamiento crítico.

 

Condiciones

Para pensar críticamente se requiere una serie de condiciones, tanto de tipo epistémico como pragmáticas, entre otras, algunas de las cuales son:

  • Una concepción convencional de la verdad: en un registro epistémico, esto supone que la validez de toda proposición está determinada por el conjunto de hablantes y se valida según las condiciones que ofrece el medio en que es enunciada (contexto). Esto no supone una deriva relativista extrema, pero si se hace cargo de la relacionalidad como base de cualquier comunicación y producción cultural, por ejemplo, en el sentido en que Maturana entiende la cultura, como el conjunto de lenguajeos que va constituyendo el dominio de la acción de los sujetos participantes. Por otra parte, en la dimensión pragmática, supone que la verdad de la acción se da en la elucidación de sus resultados (consecuencialismo) que rápidamente podríamos enunciar como aquello que permita liberar al ser humano de lo que lo oprima y sojuzgue y construya humanidad; se trata de la verificación práxica de la que hablaba Ignacio Ellacuría y que juega en relación con el cuestionamiento de las acciones, normas e instituciones que favorecen la producción y autoproducción de dignidad para las mayorías populares. Así, la verificación de los procesos, las acciones y los argumentos es de carácter práxico y está en función de lo que produzca, reproduzca y despliegue la vida, humana y no humana, en todas sus potencialidades. Hay un factor de verdad en lo que enfrenta y transforma aquello que sojuzga, humilla, explota y/o mata al ser humano y la naturaleza.

  • Una concepción secularizada de la realidad: por eso mismo, la visión sobre la realidad resulta, en los términos de Castoriadis, una estrategia autónoma, es decir, se trata de una visión de la realidad independiente y autorreferente. Veamos: si se tiene conciencia de los límites y del esfuerzo por superarlos (reflexión trascendental), pero también, se tiene como único fundamento la autorreferencia de la convivencia humana, de lo que hacemos en y con ella, la realidad que surge de este interactuar juntos será eso y nada más que eso, nuestra realidad, sin más fundamento que la propia acción humana por la que se va desplegando.

Y en esto, seamos claros: cuando digo concepción secularizada no se trata de la simple crítica anticlerical a algunos símbolos externos, de tipo religioso, eso solo alcanza para una secularización epidérmica; se trata, ante todo, de una comprensión de nuestro “lugar en el mundo” y la condición de este mundo como inmanente, por tanto, un mundo que nos exige ser responsables, pues nadie más, sino nosotros mismos, somos responsable por él, por sus grandezas y sus miserias.

  • Una actitud de autocrítica: un pensamiento crítico es un saber que sabe, en los términos de Boaventura de Sousa Santos. Un pensamiento crítico mira no solo lo que mira, sino que se hace consciente de cómo mira, es ejercicio auto-reflexivo, por tanto, se hace cargo de sus errores, aún más, los aprovecha como aprendizaje. Esta autorreflexividad o autocrítica lo pone en constante vigilia frente a lo que sabe y lo que cree saber; pero no se trata de las actitudes cínicas y escéptica, que niegan que se puede saber-pensar, o el pesimismo al estilo de la condena de Sísifo, es decir, la condena de una repetición incesante de los mismos errores. Pero sí asume una actitud trágica, en sentido clásico, pues reconoce que no hay otra verificación, otra referencia más que el camino por seguir elucidando, discerniendo, cuestionando, pro-poniendo. Sobre este carácter autocrítico, el mismo Habermas ha señalado, refiriéndose a la teoría crítica:

“Se comporta críticamente, lo mismo frente a las ciencias sociales contemporáneas que frente a la realidad social que esas ciencias tratan de aprehender. Se comporta críticamente frente a la realidad de las sociedades desarrolladas en la medida en que éstas no hacen uso del potencial de aprendizaje del que culturalmente disponen y se entregan a un descontrolado aumento de la complejidad.

“Pero esta teoría se comporta también críticamente frente a los planteamientos en ciencias sociales que no son capaces de descifrar las paradojas de la racionalización social sólo porque convierten en objeto a los sistemas sociales complejos” (Habermas, Teoría de la acción comunicativa, II, p. 529).

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