Augusto Serrano López

Tiento es un término muy español. Tiene que ver con tentativa, ensayo, toque de prueba, tanteo y aparece en las formas de la música clásica y flamenca, así como en la pintura. Por si aún le faltara alguna significación, cosa que no creo, lo quiero usar como avance y adelanto de ideas que pretendo ir mostrando poco a poco para ver si encuentran eco y se pueden enriquecer con pareceres y argumentaciones distintas antes de salir completamente urdidas como discurso.

Primer tiento

          Desde hace unos 10 años, Alfredo Stein y yo venimos investigando y publicando artículos sobre desarrollo humano. Últimamente, ya más en profundidad y buscando la forma de hacer teoría científica sobre desarrollo humano como tema específico, publicamos en 2019 el libro Re-construyendo la ciudad: El espacio público como lugar de simetría, diálogo y trascendencia[1] que pretendía señalar el QUÉ del desarrollo humano desde la antropología, en qué formas humanas se va condensando y se manifiesta y creímos haber detectado su proceso ante todo en la creación de la ciudad y en lo que ha llegado a ser en nuestro tiempo el Espacio Público Multidimensional Incluyente como núcleo del Estado democrático de derecho que ha incluido y asumido la Declaración universal de los derechos humanos. Pero vimos que tal como había quedado el libro, el resultado no dejaba de ser bastante teórico y abstracto, por lo que, de inmediato, comenzamos a escribir otro libro que intentara  contextualizar ese espacio público y al Estado mismo en la biosfera, para mostrar ahora el DÓNDE tiene lugar esa gran relación dialéctica entre el ser humano y la naturaleza, entre el reino de la necesidad y el reino de la libertad, para, desde esta nueva perspectiva, poder definir con precisión lo que es Desarrollo Humano específicamente, esto es, el desarrollo humano como proceso de humanización. Creo que lo hemos logrado en el nuevo libro que acaba de salir al público estos días en la Universidad de Alicante: Ciencia y conciencia del cambio: para una nueva visión del desarrollo humano.[2]

          Pero ya desde el momento en que. a inicios de 2021, entregamos  el manuscrito de este segundo libro para su publicación, percibimos que algo fundamental nos faltaba todavía: teníamos el QUÉ, teníamos el DÓNDE, pero nos faltaba el CÓMO. Necesitábamos precisar de qué mediaciones se sirve el ser humano a través de su historia para lograr sus fines y ahí nos percatamos de la importancia que en ello tiene la acción política. Porque el ser humano, después de millones de años de proceso de hominización desde que bajó del árbol, crea la ciudad y le da al proceso de humanización (muy contradictoria, pero discernible) un impulso extraordinario en base a la acción política: es la nueva forma de vida política (la bios politikos de que hablan Aristóteles y Hannah Arendt) que, con el tiempo, se ha deteriorado tanto que ya ni los que por oficio se dedican a la política creen en ella.

          El tercer libro que estamos escribiendo y que ya tenemos casi listo para su revisión se llamará: Jornadas de política y democracia. Y es aquí y desde esta nueva perspectiva de la política que queremos adelantar ideas que necesitamos vayan pasando por la criba del contraste y de la crítica antes de que lo enviemos a imprenta. Queremos ver la forma de articular un discurso sobre la política, sobre la acción política que sea alternativa a las formas enquistadas y dominantes de la política actual. Porque ya nuestro primer libro terminaba con estas palabras: es la hora de la acción política para la VIDA, pero una política para la vida es algo muy distinto de una política para, por, desde y con el PODER como la que hoy conocemos..

          ¿Se pueden separar la Política y el Poder, esos dos sustantivos tan bien matrimoniados hasta el momento que no parecen poder vivir el uno sin el otro, al punto de haber determinado lo que hoy se da como base de la Ciencia Política? Rastreen, si les parece, las veces que aparece la palabra PODER en los textos “normales” de teoría y ciencia política y se sorprenderán de las veces en que aparece. Y pregúntense no sólo ¿por qué esa relación tan estrecha entre política y poder?, sino ¿por qué aparece tan “natural”? Nos atrevemos a proponer que se pueden separar.

          Son las preguntas que venimos haciéndonos desde hace años.

          Alguien podría decir con verdad que todos los que hemos nacido al mundo en los últimos tiempos,  los actualmente más de siete mil quinientos millones de personas, hemos nacido a este mundo encontrándonos ya con esta separación entre el Estado como centro, garante y detector del poder y del uso de la violencia legal y la sociedad civil que apenas logra ponerle riendas en ciertos momentos al PODER, añadiéndole a esto una confusión tremenda entre el Estado y el Gobierno de turno, al punto que se puede hablar de “las cloacas del Estado”, cuando los que las llenan son los gobiernos de turno. Lo peor es que ya hay teorías que aseguran que así es la

 naturaleza humana: que este y ningún otro es nuestro mundo humano.           Basta recorrer los textos clásicos de la teoría política. Y lo tienen claro: se rastrea hacia atrás en la historia humana y, como sólo se suele destacar y tomar noticia de los imperios y de las tiranías, etc., resulta que lo recogido históricamente, por su reiteración, aparece como si de constantes humanas se tratara. No hay de otra, se suele decir. No hay alternativa. Es la sensación que nos deja la vida política de nuestro tiempo que viene adornada por múltiples discursos y libros que constatan los hechos del pasado y del presente como si los hechos vinieran ya provistos de necesidad, por lo que, de lo sucedido, se pasa sin más y sin aval alguno a lo que va a suceder, como si no hubiese alternativa posible.

          Así de simple: la política resulta que es la forma de conseguir el poder y de mantenerse en él. Al punto que aparecen Maquiavelo o Hobbes como los que nos enseñan lo que la política verdadera es y en qué consiste hasta poder llegar a decir por boca de Max Weber[3] que “El Estado [Moderno] sólo es definible sociológicamente por referencia a un medio específico que él, como toda asociación política, posee: la violencia física. “Todo Estado está fundado en la violencia”, dijo Trotsky en Brest-Litowsk. Objetivamente esto es cierto...La violencia no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de que el Estado se vale, pero sí es su medio específico. Hoy, precisamente, es especialmente íntima la relación del Estado con la violencia. En el pasado las más diversas asociaciones, comenzando por la asociación familiar, han utilizado la violencia como un medio enteramente normal. Hoy, por el contrario, tendremos que decir que Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es el elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la violencia. Política significará, pues, para nosotros, la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de hombres que lo componen. Esto se corresponde esencialmente con la acepción habitual del término... Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder “por el poder”, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere. El Estado, como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido,[cursiva nuestra][4] es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima (es decir, de la que es vista como tal). Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan...Quien quiera en general hacer política y, sobre todo, quien quiera hacer política como profesión ha de tener conciencia de estas paradojas éticas y de su responsabilidad por lo que él mismo, bajo su presión, puede llegar a ser. Repito que quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder”.[5] (¡129 veces aparece la palabra poder en el texto completo de 27 páginas del que hemos extraído este párrafo!).[6]

          Todo esto, por más que esté en miles de libros y en muchas cátedras de las universidades, de hecho no es más que una ´Técnica Política” en el pleno sentido en el que los griegos distinguían tejne de episteme.[7] Creemos  que parte del problema obedece a que la Ciencia Política ha contribuido a generar esta confusión y, como trataremos de mostrar, muchas de sus proposiciones claves, en su mayoría, son triviales y no científicas. No se trata de un saber “con saber de ciencia” (Juan David García Bacca), sino un saber “con saber de olfato” y de experiencia: la pura experiencia ordinaria acumulada y las experiencias extraordinarias que llegan a tener los que, desde el gobierno de la orientación que sea, han obtenido. El pasado, sirve ahí de base para eruditos que pueden recordat los hechos acaecidos porque una historiografía fiable se los ha dejado ahí bien descritos y, de eso hechos que fueron así, pero que podrían haber sido de otra manera porque la vida es contingente, sacan conclusiones como necesarias: cual si de constantes se tratara que se repetirán del mismo modo en el futuro. Vana ilusión que permite llegar a decir disparates como el de Clausevitz: que la guerra es la política por otros medios. Esto no es saber con saber de ciencia (epístaszai), sino técnica de manipulación del poder, esto es: acopio de técnicas, estratagemas, mañas, procedimientos de lo más diverso y, a veces, de lo más ingenioso y también de lo más perverso para conseguir el poder de unos seres humanos sobre otros. Esto no es ni más ni menos científico que las mañas de que se vale el carterista, el ladrón de ganzúa, el timador, “oficios” todos ellos que necesitan aprendizaje y que exigen ciertas habilidades y experiencias para no dejarse apresar. De ciencia muy poco, si la hay. Experiencia acumulada y presentada como ciencia. Pero con la consecuencia de que, al presentarse como ciencia, las situaciones de hecho (y de los hechos del pasado) aparecen como necesarios y niegan toda alternativa a lo que hay. Algo parecido a lo que hace apenas unos meses desenmascaró de la supuesta ciencia económica con su libro Torres López, J.: Econofakes: Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo. Deusto, Barcelona, 2021, que hace ver con claridad meridiana diez de los pilares de la economía actual como radicalmente falsos, como puras especulaciones a las que se las ha arropado con un ropaje matemático para aparentar rigor y cientificidad y, ante todo proveerla de poder en la medida en que se ha convertido en doctrina de los bancos, de la bolsa y de las instancias del mercado financiero que es desde donde se presiona sobre las estructuras del Estado, es decir, sobre los gobiernos para imponer proyectos políticos o para impedir otros.

          Ya no nos asombramos cuando, desde trabajos supuestamente científicos muy bien pagados por  grandes empresas transnacionales, se trata de negar cosas tan claras como la luz del Sol: cosas como el cambio climático o la existencia del covid19. Y sabemos que esto se viene haciendo llamativamente y sin ahorrar en medios desde que salió aquel informe del Club de Roma sobre  Los límites del crecimiento que, de inmediato, se trató de ningunear, negándole al trabajo del Club de Roma carácter científico y hasta lo denigraron como discurso apocalíptico. Ahí se veía con claridad lo que sucede cuando el gran capital a través de sus lobbies tiene poder de influencia sobre los gobiernos y sobre la opinión pública para seguir actuando sobre el medio vital sin contemplaciones. El poder del Estado moderno tiene muchas claves de intelección.

          Las modernas constituciones de los Estados modernos son formas de convivencia política que coexisten sin mayores problemas con el sistema capitalista al punto que poder político y poder del capital resultan a veces ser lo mismo, porque en muchos casos decisivos para la marcha de las sociedades las decisiones políticas dependen más de las exigencias de las grandes empresas que de la voluntad ciudadana. Algo que el mismo Max Weber (todo hay que reconocerlo) señaló reiteradas veces tanto en su obra “la ética protestante y el espíritu del capitalismo”, como en otras obras críticas.[8]

          Cuando decimos que el Estado moderno y el gran capital conviven sin mayores problemas nos referimos a su común trayectoria histórica. Ambos, sistema capitalista y Estado nacional moderno han nacido de condiciones que no les eran propias, porque ambos nacieron de sistemas feudales o cuasi-feudales y que ambos, capitalismo y Estados nacionales se han ido transformando en los últimos 350 años hasta comenzar a mostrarse como lo que son: forma de reproducción (el capitalismo) y de vida política (el Estado moderno) regulados ambos hacia una convergencia donde muchas veces se funden, por más que en otras se contradigan. Del capitalismo hay que decir que, a medida que avanzaba como sistema de reproducción de las condiciones de existencia, comenzó poco a poco a generar sus propios supuestos y, como advirtió Marx, a ·ponerse sobre sus pies”, al punto que ya a mediados del siglo XX, se podría constatar que lo había conseguido casi totalmente. Era la idea que aparecía en libros como La nueva división internacional del trabajo de Fröbel, F., Heinrichs, J., y Kreye, D.: Siglo XXI, México 1981, y que nosotros llegamos a articular de la manera siguiente:

 “Dos siglos ha tardado, según parece, para lograrlo. Dos siglos de continua y creciente transformación. Así, comenzó a generar:

-La fuente de energía apropiada: el paso de la madera a los combustibles fósiles como fuente de energía y poco después a la energía eléctrica y a la nuclear;

-    La tecnología apropiada: la sustitución de la fuerza de tracción animal y la del viento por la máquina de vapor, la máquina de hilar de John Wyatt– la famosa “Jenny”, pasando por la organización de la producción fordista hasta la organización “toyota” de la producción en U y de los cinco ceros[9].

-    El espacio apropiado: la superación del territorio nacional para dar paso a la expansión de capitales con la fase imperialista [10] y, por fin, con la globalización planetaria de la economía.

-    El tiempo apropiado: al lograr, mediante las nuevas redes y formas de comunicación, la reducción del tiempo  (el “tiempo cero”) para los negocios.

-    Las estructuras estatales apropiadas: la economía capitalista entendida como asunto de los Estados Nacionales nacientes que han de competir con otros Estados, como se trasluce ya en La Riqueza de las naciones” de A. Smith.

-    Las estructuras jurídicas apropiadas: leyes contra la vagancia, interiorización de la disciplina laboral de la que habla M–Weber, seguridad jurídica en los contratos y prestaciones y en las gestiones de la banca.

-    La fuerza de trabajo apropiada: yendo desde el trabajador que se ha visto forzado a interiorizar la disciplina laboral y se subordina a la máquina, hasta el obrero que, “subsumido” y cosificado hasta límites insospechados, se puede definir hoy tranquilamente como “capital humano”.

-    La ciencia apropiada: ciencia que comienza siendo Economía Nacional, sigue como Economía Política, pasando por el abandono del lado político de la Economía después del susto de la Comuna de París, para terminar como Econometría matemática (tanto micro como macroeconomía) al servicio del capital.

-    La ideología apropiada: el neopositivismo triunfante en las ciencias y en la Econometría hizo lo suyo para por fin redondear el piso ideológico adecuado como neoliberalismo: había que negar las alternativas, cerrar el pensamiento al futuro, a lo posible, a la política, al Estado, a lo ecológico, a todo lo que pudiera entorpecer el libre curso de la acumulación por la acumulación en la lucha por la competencia mundial (Escuela de Chicago). Ninguna de estas nueve dimensiones existía antes de que el capitalismo “se pusiera sobre sus pies”.

          Estamos hablando, pues, de un capitalismo que puede funcionar bastante bien con las nuevas constituciones del Estado moderno democrático de derecho.  Porque todas estas constituciones, que se fueron haciendo y modificando ya dentro de un capitalismo dominante,  comienzan por dejar intocable mucho de lo que hay, la situación de hecho (incluso en constituciones nacidas de la ruptura (las latinoamericanas al separarse de España, la de Alemania por perder la guerra o la de España por salir de la dictadura). Porque el estado de cosas con que estas constituciones se encuentran y que, de muchas formas tratan de no perturbar es, para comenzar, de una desigualdad social enorme, de una injusticia social enorme, de una lucha por el poder enorme, de una supeditación de casi todo (información, acceso a servicios, etc,) al capital, de unas condiciones de trabajo injustas, de una relación depredadora con la naturaleza y de un aparato de la justicia preparado para quien dispone de medios económicos y poder suficiente para estar sobre él. Con decir que una de esas constituciones, la española, que en casi nada tiene que envidiar a la alemana porque le sirvió de modelo, puede digerir en su amplio y democrático estómago, que de hecho y como se ve por el Título VII acepta el capitalismo sin problemas, nada menos que la presencia de un rey, Presidente del Estado, ¡que no está sujeto a la ley!

          Son constituciones que, de hecho, al momento de surgir por referéndum, refrendan lo que hay, lo establecido, los poderes reales que dan la riqueza y la tradición. Son realmente conservadoras y no sólo de los límites territoriales de la nación, sino que, a veces, hasta mantienen y hasta consagran privilegios de larga tradición en nombre de la libertad individual que nos recuerda la libertad del “laissez faire, laissez passer” y la libertad del mercado. Por qué no nos preguntamos por qué ese afán de diferenciar y mantener separados el Estado y la sociedad civil como si de dos entes diferentes y extraños se tratara. ¿No será porque así se puede derivar la legitimidad de la acción política no de la sociedad, sino del poder?[11]

          En los dos libros anteriores le dimos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos un lugar en la historia humana sin precedente alguno, porque superaba las declaraciones parciales que sobre los derechos del hombre y del ciudadano habían tenido lugar anteriormente en Inglaterra, en USA o en Francia. Esto era algo totalmente nuevo. Por primera vez en la historia humana y bastantes años antes de que se descifrara el código genético de la humanidad, se declaraba un código jurídico-político (¡humanizador por excelencia!) que instauraba formalmente el primer espacio público multidimensional incluyente  universal conformado por principios que nada tenían de eurocentristas y que, como señala Ernst Tugendhat, ni siquiera tienen carácter histórico: son principios antropológicos verdaderamente universales. Texto el de la Declaración donde sólo aparece una vez la palabra PODER y ello para decir textualmente: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”.

          Tomemos al azar cualquiera de las constituciones modernas, de las llamadas democráticas de derecho y veamos un principio que las suele adornar al inicio: Art. 14: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.(¡Pero tenemos un rey que está sobre las leyes y no es responsable ante nadie!). Sin embargo, el artículo reconoce que, de hecho, venimos al mundo con diferencias y que es la ley la que, por encima de las diferencias, nos iguala.

          No sabemos si los redactores de este artículo pensaron antropológicamente en este caso, pero, de hecho, constataron algo que es cierto: que somos una sociedad conformada por diferentes individuos, que, precisamente porque somos diferentes, somos individuos, personas, sujetos (individuum ineffabile). Es la expresión del Principio de los indiscernibles de Leibniz: no hay dos cosas en el universo que sean iguales. Si lo fueran no serían dos, sino una y la misma cosa: no hay dos hojas en todo el universo que sean iguales, ni dos individuos que vengan iguales al mundo. De modo que, en el origen está no la igualdad, sino la diferencia. La igualdad no existe, hay que inventarla, hay que crearla. Ese va a ser el gran sendero del homínido hacia la humanización hasta llegar a crear un ámbito, un espacio, la ciudad, que, sobre las diferencias, instale un modo de ser ya no natural, sino social generador de simetría humana e igualdad. En este sentido, dice Karl Marx: «El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fueran desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les enfoque desde un punto de vista igual». De donde concluye que, la simetría humana sólo se logrará cuando, la sociedad «pueda escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!».[12]

          Esperamos que se perciba el salto que se da aquí, frente a las normas del derecho consuetudinario que tenemos desde los romanos y que pone el acento en el rendimiento y capacidad del individuo y no en sus necesidades como persona humana diferente. Porque este deseo de Marx es la pura esencia de la declaración de los derechos humanos que tratan por todos los medios posibles de generar simetría humana, cosa que ha de llegar hasta el momento en que se genera igualdad discriminativa para que la igualdad llegue a su máximo posible en cada momento histórico: ayudando discriminadamente al que nació con menos posibilidades para tratar de igualarlo a los demás.

          Volvemos a insistir: la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es algo inédito en la historia humana. Es el primer reconocimiento que el ser humano ha hecho de sí mismo como especie y, al hacerlo, no ha tenido más remedio que ver al otro, al extranjero, al niño, al anciano, a la mujer, etc., como iguales: constituimos una misma y única familia con los mismos derechos y responsabilidades. No hay definición más rotunda y clara de lo que es puro espacio humano, espacio de todos, espacio común, espacio público, porque ahí estamos todos.

          Pero es un espacio que hemos reconocido después de milenios de recorrido y lo hemos llegado a reconocer después del más destructor de los hechos humanos de toda la historia: la Segunda Guerra Mundial. Asustados por lo que acabábamos de hacer en todo el mundo y dándonos cuenta de que la historia pasada con todos sus disparates (que seguía siendo historia magistra vitae) no podía ser la norma a seguir, porque ninguno de los horrores cometidos durante milenios había sucedido por necesidad, sino por falta de diálogo e inteligencia, fueron surgiendo uno tras otro los principios de este Código maravilloso que no se derivaban ya ni del poder (porque el poder no puede legitimarse a sí mismo) ni de la ganancia ni de intereses particulares, ¡ni siquiera de la tradición y de las costumbres!, sino del convencimiento de que había alternativa, pero la alternativa no podría ya fundarse en los valores que nos habían llevado a las guerras y a la destrucción: la alternativa sólo podía fundarse y fundar un nuevo Código humano desde la categoría más humana, la JUSTICIA, generadora de simetría humana e igualdad, pero que, además, es humanamente fundacional y no históricamente derivada. Lo llegó a barruntar Platón, por más que la hiciera convivir con la esclavitud que hoy no comprenderíamos, cuando afirmaba: “¿Hay alguna cosa en la que todos los ciudadanos deban necesariamente tener parte, para que sea posible la existencia de una ciudad o no?…No en el arte del carpintero, del fundidor o del alfarero, sino la justicia”[13], esto es, todos los ciudadanos han de tener parte igual en la relación de justicia, la relación de simetría e igualdad como momentos básicos, constituyentes de una sociedad política y, por si quedara duda de que se trate o no de una participación igual, “Hermes preguntó a Zeus si la política y la justicia debería distribuirlas de forma diferenciada como las demás artes, pero Zeus le contestó que no, sino que había que distribuirlas “entre todos, que cada uno tenga su parte en estas virtudes, ya que, si sólo las tuvieran algunos, las ciudades no podrían subsistir”.[14]  Y es lo que dice Tugendhat precisamente para mostrar que el poder no se puede legitimar ni se puede legitimar una política del poder ni para el poder, porque sin igualdad no hay legitimidad: “Los derechos humanos son el componente esencial de legitimidad de todo Estado...La justificación por una autoridad es siempre inválida en último término, porque la autoridad no se puede justificar a su vez. La creencia en los derechos humanos no es un rasgo de una cultura específica, sino algo ahistórico: es la única justificación definitiva posible de legitimidad de una convivencia entre seres humanos...presupone por consiguiente la igualdad normativa entre todos los seres humanos...No hay legitimidad sin igualdad...La justicia no es consecuencia de la razón, sino de la simetría, y la simetría no es un invento, sino aquello que realmente queda como alternativa al poder unilateral... En la justicia, la meta es la igualdad, y uno la quiere para todos, no para sí”.[15]

          La Legitimidad, la proclaman los derechos humanos la única vez que aparece la palabra poder en el código: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”. Es la idea originaria que se deja expresar por el lema UBUNTU sudafricano: “Yo soy, si tú eres”.

          Aquí surge la pregunta: ¿Por qué chirrían las constituciones de los Estados democráticos de derecho tan pronto asumen la proclamación de los derechos humanos? Todo funciona aparentemente bastante bien, mientras no aparezcan los derechos humanos, porque los derechos humanos no son fruto del sistema capitalista, no son fruto de una política del poder y de la ganancia, sino del pensamiento adelantado de una política para la vida.

          La paradoja es que tenemos ahí los derechos humanos asumidos formalmente en las constituciones de los Estados democráticos de derecho, pero que siguen siendo un incordio para “poner orden”, el orden que reclama el poder. Es lo que decía el policía hondureño ante la negativa de un ladrón a confesar su delito: si no estuvieran ahí los derechos humanos, este h.d.p, ya habría cantado.

          Los derechos humanos son por tanto un estorbo para poder poner orden según la política del poder. Pero son la base para realizar una política para la vida.

Segundo Tiento

          Son tantos los supuestos que dejamos ocultos mientras desarrollamos temas complejos que aparece lo que decimos como pensamiento gratuito, falto de la densidad que le pueden dar los argumentos implícitos. Sobre todo, como en nuestro caso, cuando estos tientos que son adelantos sobre lo que sería la acción política alternativa al poder, se refieren, en última instancia, al tema del desarrollo humano, porque de eso se trata al final: de ver qué política nos llevaría a un desarrollo humano en el que sea la vida y su destino lo que orienta e impulsa el quehacer de la humanidad.

          Porque hablamos de la humanidad, de la vida humana como vida de la especie humana: de su esencia específica y de su composibilidad con el resto del reino de la vida. Razón por la que en este segundo tiento de política vamos a exhibir uno de esos supuestos ocultos fundamentales: lo que vamos a llamar la gran relación dialéctica generadora de la humanidad.

          De relación dialéctica hablamos, donde la dialéctica no es esa cháchara tan socorrida para tapar ignorancias, sino el modo específico de que se ha valido el ser humano para hacerse a sí mismo.[16]

          ”La dialéctica es una técnica lógica de pensamiento que lo historiza, es decir,  que le vincula con las actuaciones de las sociedades humanas a lo largo de los tiempos. Sirve para analizar procesos en los que se contraponen  sistemas que están implicados entre ellos y, sin embargo, obedecen a leyes diferentes ...El movimiento de las ideas se inicia cuando la humanidad se implica en las contradicciones entre la evolución de la naturaleza y los cambios de la Historia....esa implicación comienza cuando nuestros ancestros finalizan algunos procesos de la naturaleza. Según lo cual hasta la aparición de los homínidos los cambios NO son dialécticos. En la naturaleza no finalizada, con frecuencia inciden leyes incompatibles en un mismo fenómeno. Pero esa contraposición no resulta de ningún designio; y se resuelve siempre en un sentido que cabe deducir de esas leyes. Por ejemplo, el crecimiento de la población por encima de la renovación de los recursos acaba siendo incompatible con el número de esa población. Precisamente porque en la naturaleza poblaciones y recursos se regulan por leyes que no son contradictorias, sabemos con certeza que en esas situaciones las especies se adaptan o desaparecen y esas leyes van a operar de forma previsible”.[17]

          Dialéctica es la relación contradictoria que se da y aparece cuando un ser homínido comienza a introducir fines en la naturaleza, naturaleza que no tiene fines,  y comienza a hacerse a sí mismo como ser diferente, como nueva especie, en tanto va generando más y más fines, mediaciones, “herramientas” en el más amplio sentido del término “herramienta”, porque herramientas van a ser, desde el hacha y el arco a los códigos legales y la energía nuclear. Es el modo como trata de construir el mundo propia y diferencialmente humano. Relación entre el reino de la necesidad (la naturaleza) y el reino de la Libertad (la sociedad), relación contradictoria que se va resolviendo dialécticamente, esto es, suprimiendo, conservando y superando cada una de las contradicciones a que se enfrenta y con ello creando nuevas formas que antes no había y que quizás nunca habría habido de no ser por este ser homínido que se va transformando en ser humano en tanto transforma su medio vital. Largo proceso de millones de años que habiendo conseguido multitud de mediaciones (herramientas) como el dominio del fuego, la cocción del alimento y el lenguaje de doble articulación entre otros, crea por fin la ciudad como nueva forma de vida y genera una explosión de nuevas mediaciones y un potencial frente a su medio vital de tales proporciones que permite entender toda la historia humana y sus determinaciones hasta el día de hoy.

          Desde el día en que el mono que bajó del árbol se irguió sobre los pies y, con sus manos ya liberadas, inventó la primera herramienta, hasta el último algoritmo que ha inventado tu banco como herramienta para obtener ganancias y para dejarte sin tus ahorros, aquel ser inventivo no ha parado de inventar más y más herramientas, útiles, mediaciones de todo tipo para potenciar su vida.

          Herramientas, mediaciones para la vida son las incontables formas que, desde el lenguaje de doble articulación y  los sistemas de educación para transmitir la cultura y la experiencia de generación en generación, a las ciencias para conocer y dominar procesos naturales y sociales o los sistemas de vigilancia y protección para asegurar la vida de las gentes, ha ido  inventado el ser humano sin cesar. Mediaciones que lo son mientras no pierdan su sentido mediador, de útiles, y se conviertan en lo que no son ni deben ser, en fines en sí mismas.

          Dejar esto bien aclarado, es decisivo para lograr entender la diferencia entre medios y fines, sobre todo, cuando se trata, como en nuestro caso, de discernir entre lo que es proceso de desarrollo humano y las múltiples mediaciones de que tal proceso ha de servirse para su potenciación y despliegue.         Lo que quiere decir que, si una herramienta puede ser mediación para diferentes fines y hasta puede llegar a perder su sentido y convertirse en fin en sí misma, habrá que comenzar por definir bien el fin para el que será mediación, no vaya a ser que queramos emplear el martillo para aliviar el dolor de muelas o el crecimiento económico acelerado y expansivo para conseguir desarrollo humano. De no hacer esto, las herramientas, las mediaciones, dejan de ser útiles y se convierten en enseres inútiles, adornos, escusas o, llegado el caso, en amenazas.

          De ahí que en este tema nos venga acompañando como la nube que aliviaba del sol en el desierto, el concepto de responsabilidad, como algo que debe tener en cuenta quien se dedica a estos menesteres de la enseñanza universitaria; enseñanza que ha dejado de aclarar en todo la diferencia entre medios y fines y cada disciplina científica, por el mero hecho de considerarse científica, se cree auto justificada y con pleno sentido; de ahí su aislamiento en facultades que ni dialogan entre sí y se han encasillado, encastillado, entre sus muros, hasta perder en muchos casos el contacto con la realidad.

          Como el tema que aquí nos interesa es el del desarrollo humano, y, ante todo, la política para la vida capaz de modificar las relaciones generadoras del proceso de humanización, comencemos por precisar por la vía de la negación lo que no es, sin más desarrollo humano.

          No lo son ni pueden serlo ninguna de las múltiples mediaciones que hoy se dan, por sí mismas, por desarrollo humano o por aportes al desarrollo humano, sin la necesidad de explicar por qué lo son y para qué lo son.

          Con un desparpajo y soberanía que causa extrañeza, se da por desarrollo humano el desarrollo económico, el desarrollo educacional, el desarrollo científico, el desarrollo jurídico, el desarrollo ecológico, el desarrollo urbanístico y, ¡no digamos, si los tomamos todos juntos! o, sin llegar a tanto, se da por desarrollo humano todo lo que venga de la economía, de la ecología, de la jurisprudencia, de la ciencia o de la educación.

          Todos esos desarrollos, cuando los hay (como por ejemplo cuando se desarrolla la producción con la técnica Toyota de los seis ceros)[18], son ciertamente desarrollos realizados por los seres humanos, no por las ratas, pero esos desarrollos que sólo pueden llegar a ser mediaciones, en manera alguna garantizan que sean útiles para un desarrollo humano que, para comenzar, ni han definido lo que es desarrollo humano, por lo que ni siquiera como mediaciones podrán entenderse sin más explicaciones.

          Porque al decir desarrollo humano, se piensa que al añadirle al simple término “desarrollo” el adjetivo de “humano” algo se le está añadiendo o, se está diciendo una perogrullada, esto es, que cualquier desarrollo es “humano” por estar hecho por seres humanos ( con lo que salen sobrando las definiciones) o, por el contrario, estamos hablando del desarrollo de la especie humana como especie diferente de los animales, como especie diferencialmente humana, con lo que estaríamos hablando nada menos que de puro proceso de humanización: estaríamos hablando de aquellas cualidades que  nos hacen ser cada vez más humanos, más solidarios, más inteligentes, más cooperativos,  más prudentes, en tanto que,  sobre el principio de conservación animal con que venimos al mundo, fortalecemos nuestro principio humano de conservación y, de doble sapiens sapiens, pasamos a ser poco a poco triple sapiens sapiens sapiens,[19] porque sapiens sapiens habrá comenzado a entenderse a sí mismo como especie que vive en una biosfera que debe cuidar, habrá comenzado a comportarse y a actuar como especie consciente de sí misma, responsable de lo que afecta a todos, responsable de lo que es común a todos y,  consciente  de sus posibilidades, de sus límites y de la herencia que dejará a las generaciones futuras, habrá comenzado por fin a entrar en razón.

          Pensar así del proceso de desarrollo humano, hace ver que no todo lo que se está haciendo con las múltiples mediaciones que ya hemos inventado sirve como útil, como conveniente y hasta como legítimo, porque, como diría Kant, no todo lo que se puede, se debe. Aunque mediaciones hay muchas, vamos a ocuparnos sólo de algunas de las más recurridas en el tema del desarrollo humano: la educación, la ciencia, la economía, la ecología y la política.

           El encastillamiento de la educación.

          ¿Por qué se acepta sin discusión que la educación es buena para el desarrollo humano, si no se dispone de un concepto explícito de desarrollo humano? Porque se asume que es buena para muchas cosas, como, por ejemplo,  contra el dolor de muelas, en la medida en que se enseña a los niños a mantener limpia la dentadura para evitar las caries, etc. Pero el hecho de que esta mediación pueda ser buena, no basta para decidir sin ir más allá, que es buena e imprescindible para algo (el desarrollo humano) de cuya definición ni se tiene idea. Si la educación es la transmisión de la cultura y de la experiencia humana y no se especifica más ni el qué ni el cómo ni el para qué de la educación, ¿por qué no hay en las escuelas una asignatura de una de las tantas experiencias humanas como se han conocido y conocen a través de la historia: el robo con ganzúa o la tortura para obtener respuestas? Sólo se eligen las que “se creen” buenas dentro de una moral que ha hecho suya el capitalismo, con ayuda de las diversas religiones y de alguna suerte de ética del trabajo como la que describe Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo en la que se trata de interiorizar al obrero como obrero sumiso y obediente y que hoy día reaparece como la necesidad de generar “capital humano” a través de la educación, porque, según se dice,  la educación es la mejor inversión, el verdadero capital de una nación.

          Educación sí, pero depende de lo que se enseña y de cómo se enseña y para qué se enseña. Porque, en general y por encima de las declaraciones bonachonas y beatas sobre la educación, en nuestros días se está enseñando para sobrevivir y hasta para ser competente y competitivo en este concreto y duro  mundo del mercado capitalista y, en este caso, educación es la enseñanza de la geografía en las escuelas, el aprendizaje de las matemáticas superiores en la universidad, pero también la enseñanza de la mercadotecnia capitalista (¡no hay otra!), la economía financiera y la estrategia de la competencia en el mercado de la bolsa. Pero que no se diga, como de hecho se dice, que todas estas formas de educación valen por sí mismas para lograr el desarrollo humano, a no ser que aceptemos como desarrollo humano los algoritmos que se han inventado desde los bancos para obtener riqueza a costa de los perdedores en la contienda  o la producción de cereales para convertirlos en carburantes mientras millones de personas se mueren de hambre.

          Y dentro del mundo de la educación están la investigación y la innovación que se suelen adornar con una D de desarrollo en la fórmula I+D+I, donde desarrollo no es desarrollo humano, por más que sea desarrollo de seres humanos, sino que aparece ahí como sandwich entre las dos Ies con claras denotaciones y connotaciones mercantiles. Aplaudiendo e invitando a la Investigación en general, sin especificar, que puede ser la investigación para encontrar una vacuna contra el Covid19 o una investigación para lograr armas más letales o más potentes gases mortíferos. Y no digamos de la Innovación que puede ser también innovación para innovar en salud y en bienestar de todos o para innovar de acuerdo a la obsolescencia programada que va encaminada a generar consumo irracional y basureros por un lado y ganancias enormes por otro.

          Corolario: La educación no es fin en sí misma, sino mediación para lograr algún fin. Por eso hay que definir el fin para el que actúa y educar orientados hacia ese fin.

          El encastillamiento de las diferentes ciencias

          Un paseo por cualquier campus universitario nos hace recordar lo que en Las Partidas aconsejaba Alfonso X, el Sabio, en el siglo XIII: que en el Estudio General adonde llegaban estudiantes “para aprender saberes”, los diferentes lugares estuvieran tan apartados unos de otros que no se molestaran entre sí al dar sus lecciones. Parece ser que nuestras universidades modernas lo han tomado tan en serio que no hay comunicación entre las diferentes facultades donde cada disciplina científica “se desarrolla” o cree desarrollarse con independencia de las demás y, muchas veces, con independencia de la realidad para la que, se supone, deberían ser faros orientadores.

          “Ninguna ciencia  ha querido conocer la categoría más objetiva del conocimiento: la del que conoce. Ninguna ciencia natural ha querido conocer su origen cultural. Ninguna ciencia física ha querido reconocer su naturaleza humana. El gran corte entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del hombre oculta a la vez la realidad física de las segundas, la realidad social de las primeras. Topamos con la omnipotencia de un principio de disyunción: condena a las ciencias humanas a la inconsistencia extra-física y condena a las ciencias naturales a la inconsistencia de su realidad social. Como dice muy justamente von Foerster: ‘la existencia de las ciencias llamadas sociales indica la negativa a permitir que las otras ciencias sean sociales”.[20]

          En general, ciencias naturales “despobladas” del sujeto y sin relación con las ciencias sociales; y ciencias sociales “desterradas” del mundo de la vida y sin relación con las ciencias naturales, todas ellas engreídas en sus torres como si cada una, aisladamente, fuese capaz de dar cuenta y razón suficiente de las cosas de este mundo. Por así decir, con la idea de que  basta desarrollar el ámbito particular en el que categorialmente se ha cerrado cada una, para estar contribuyendo al desarrollo de la sociedad, al desarrollo humano.

          Con lo que el científico puede llegar a decir que él inventa y produce las minas más ingeniosas y más destructivas que puede disfrazadas de juguetes, pero que el responsable de la muerte de muchos niños es el político que luego las usa. Y lo peor es que, al hacer tal invento, puede creer que está desarrollando la ciencia y, ¿por qué no, si esas minas             (¡armas inteligentes las llaman!) matan también a “los malos”?, estar desarrollando a la sociedad.

          El encastillamiento de la economía

          Así sucede con la economía como disciplina científica y del tono que se atribuye en sus respectivas facultades universitarias e institutos de investigación, donde ha llegado a perder totalmente su carácter de mediación para convertirse en fin en sí misma, cual si con ella y desde ella y siguiendo sus supuestas leyes y modelos la sociedad pudiera llegar al máximo de desarrollo (de cualquier tipo de desarrollo: desarrollo tecnológico, desarrollo social, desarrollo político o desarrollo humano)  y bienestar posibles.

          Que ya desde la Economía Política clásica (Smith, Malthus, Ricardo) se entendía con tonos como los señalados, se ve por el papel que se le asignó al mercado como “mano invisible” que, dejado libremente, todo lo arregla, pero, desde que se pudo abstraer de la realidad económica a finales del siglo XIX en la Escuela de Viena y comenzar a discurrir por los altos andamios matemáticos de la econometría y, finalmente, de las finanzas, contrario a lo que de ella podría esperarse por haberse alejado tanto del mundo real vivo, resulta que está gravitando mucho más sobre él y determinando decisivamente su suerte y su futuro, no tanto porque haya encontrado algo así como las leyes a que obedece toda actividad reproductora en la tierra, sino porque, desde el poder, ha impuesto sus normas y sus fines como si fuesen leyes naturales contra las que no hubiese alternativa.

          Casi todos los textos, libros, artículos, discursos que sobre el desarrollo y sobre el desarrollo humano se han producido en los últimos 70 años tienen ese tono economicista-mercantil donde desarrollo es, ante todo desarrollo económico y desarrollo económico es casi siempre desarrollo del proceso capitalista.

          La economía capitalista y el discurso “científico” del que ha sabido adornarse, ha subordinado de tal manera la actividad política mundial que los “planes y proyectos de desarrollo” no han recibido el visto bueno hasta que no ha aparecido la rúbrica de la economía bajo sus textos. Es aplastante el papel director que la economía como ciencia se atribuye, con la soberanía con que actúa y la legitimidad que se atribuye. No hay gobierno que se atreva a desdecir o a poner en duda esta situación de poder de la economía, de las finanzas y, en fin, del capital.

          Pueden llegar huracanes, desertización, cambios destructivos del clima, pandemias y hambrunas y llegar a saberse que es por las formas capitalistas de la producción, de la distribución, del cambio financiero y del consumo, sin que ello afecte lo más mínimo las actuales tendencias, al punto que, como en nuestro momento del coronavirus, aun sabiendo que lo que nos está sucediendo al planeta entero es fruto de esta economía destructora, el capital ya ha logrado convencer a las naciones y a los gobiernos, que es menester salir cuanto antes de las políticas restrictivas timoratas que para evitar muertes se han adoptado y volver a “restablecer las libertades” para tener otra vez la tan deseada “nueva normalidad”.

          Claro que, como el capital es y siempre ha sido de derecha, las derechas de los  llamados “países desarrollados” se han convertido en negacionistas: fuerzas de derecha y extrema derecha que buscan volver cuanto antes a la “libertad” del mercado. No es extraño, por tanto, que desconociendo (aunque lo saben) que algo como el cobid19 sólo se puede superar si se hace simultáneamente en todo el mundo, los mismos procesos de vacunación que potencialmente podrían haberlo logrado si un mínimo de humanidad y de inteligencia se hubiera usado, se han visto determinados por las finanzas: por el torpe egoísmo de los países desarrollados que solo se han estado mirando al ombligo.[21]

          El  encastillamiento de la Ecología

          Poco a poco la Ecología está entrando en razón como disciplina, al haber comenzado a entenderse a sí misma como campo  que es mucho más que ámbito biológico y que, si quiere entender este preciso mundo que nos toca vivir ya en el siglo XXI, ha de ampliar sus fronteras para integrar quizás la mayor complejidad que a una disciplina científica le toque estudiar. Porque habiendo superado sus inicios algo fundamentalistas de pura biología y física donde el ser humano aparecía como estorbo en el paraíso natural  que imaginaban, ha comenzado a tratar de ver cómo se integra en esta disciplina al sujeto, al ser humano con todo lo que él representa en la biosfera, sin perder la cientificidad que le venía de la Biología y de la Física.

          Precisamente es desde el tema del desarrollo humano, entendido como tema de la especie humana en su proceso de humanización, desde donde cabe comenzar a ampliar dicho ámbito al tratar de entender cómo ha surgido la humanidad en su relación dialéctica con el reino de la necesidad ( la biosfera) y las mutuas relaciones y transformaciones que se han venido dando durante los millones de años de los procesos de hominización y humanización hasta nuestros días. La Ecología como estudio de la casa común donde se relacionan todos los seres del reino de la vida y de la vida humana con los demás seres inertes de la tierra y donde tiene lugar lo que sería algo así como la representación científica del gran teatro del mundo, donde nada quedaría fuera de nuestro interés.

          El encastillamiento de la política

          Se dirá, ¿qué tiene que hacer la política en temas tan serios como estos? Quizás el lector aún no se ha dado cuenta de que, desde el inicio, hemos estado haciendo política y no cualquier política, sino política para la vida.

          Veamos esto más despacio.

          La política, la actividad política se ha deslegitimado totalmente. Ya lo estaba haciendo, cuando las gentes la habían entregado a los partidos políticos que se convirtieron en clase política donde se heredaban puestos y dignidades y sólo acudían cada cuatro o cinco años para dar la impresión de que están ahí. Pero, al final, ni siquiera desde los parlamentos, desde las judicaturas se estaba haciendo la política, sino desde las grandes corporaciones capitalistas que dictaban desde sus medios de comunicación y desde los despachos  encumbrados de los bancos lo que se hacía y lo que no se hacía, lo oportuno y lo indeseable y se premiaba o se castigaba a los políticos de oficio según se hubiesen comportado. Por fin el capitalismo había conseguido uno de sus últimos “supuestos” y, por fin se había puesto sobre sus pies (como anticipara Marx, en los Grundrisse), al conseguir subordinar la actividad política a sus fines.

          Acercarse a los pasillos de donde se supone salen las direcciones de la gran política, la que afecta a todos los sectores desde arriba, deja ver esa caterva de “enviados” del capital (los lobbies), manipulando a los políticos para que impidan que aquella ley que va contra las tendencias de la bolsa llegue a buen término o que la otra que beneficia a las transnacionales salga cuanto antes. De manera que nada se puede ver más alejado de la gente que la política actual que gravita sobre sus vidas. Y pasa a ser casi noticia diaria la del banco que, para ser más competitivo, se asocia con otro banco y en su llamado proceso de racionalización, cierran 3.000 sucursales y despiden a 20.000 trabajadores. Como la empresa que se deslocalizó de USA para operar en España y, después de haberse lucrado lo suficiente, al ver otro país aún más lucrativo, abandona España y deja sin trabajo a 15.000 obreros, pero no, sin antes haber “hecho política de encaje de bolillos” con diputados para que el parlamento no se alterara e impidiera la estampida.

          “Por primera vez un libro [ libro reciente (2021) de Juan Hernández Vigueras: Los lobbies financieros tentáculos del poder] radiografía las entrañas de los grupos de presión financiera que influyen en las decisiones políticas de los gobiernos de todo el mundo y condicionan la salida de la crisis y la vida de millones de personas. Sobre los gobiernos y la tecnocracia internacional, se impone una trama mundial de organizaciones internacionales y megabancos, coordinadas y concertadas para la promoción y defensa del sistema financiero que les ha dado vida y del que se nutren. Al servicio de un modelo de finanzas sin control público, estos lobbies se dejan sentir como poderosos tentáculos invisibles que se adhieren con sus ventosas y atenazan a los centros de grandes decisiones políticas, condicionando o determinando las decisiones del poder público constituido democráticamente. Son los lobbies financieros, tentáculos del poder. En este libro el autor hace un recorrido por los centros de poder financiero y delata a las distintas organizaciones que influyen en Wall Street, Washington, Bruselas, Londres y también Madrid. Por primera vez, un libro pone nombres y apellidos a quienes se benefician de la influencia que ejercen los lobbies bancarios sobre los gobernantes. Ese lobbismo financiero global que conforman entidades bancarias de todo el planeta como el Grupo Santander, BNP, Credit Suisse, Goldman Sachs, Nomura, HSBC, Deutsche Bank, Barclays Capital y las grandes auditoras de talla mundial como Ernst &Young, KPMG, Deloitte& Touche o Pricewaterhouse”.[22]

          La política, esa gran mediación que el ser humano se inventó para distinguirse de los animales, para poder generar ciudadanía, para generar vida en común, para generar humanidad, se ha convertido en el medio para, desde el poder que en este momento lo tiene el capital, determinar la suerte de la humanidad y del reino de la vida en general.   Mayor abstracción de lo que la política podría y debería ser casi no cabe imaginar y, por supuesto, tampoco cabe imaginar mayor ilegitimidad de la acción política ni mayor peligro para la vida.

          Una política para la vida como alternativa a la actual política para el poder, por el poder y desde el poder, ha de ser la gran mediación para el desarrollo específicamente humano.

          Por tanto, hay que tener  una definición de desarrollo humano que sea concreta, explícita, formulada, si se puede, en términos operacionales para que sea medible: una definición que exhiba y circunscriba el ámbito donde se puede mostrar cualitativa, cuantitativa y relacionalmente el proceso  humano diferencial y específico que ha tenido lugar.

          Pero, como no todo desarrollo que llevan a cabo los seres humanos es desarrollo humano, es decir, desarrollo de la especie humana, ese ámbito o espacio humano ha de poder mostrarnos en su proceso lo que el ser humano ha venido haciendo de sí mismo,  cómo ha ido modificándose y podamos ahí ver hasta qué nivel ha llegado el proceso de humanización en una sociedad concreta.

          Y resulta que es el espacio público, ese espacio público anunciador de la sociedad de bienestar que surgió después de la Segunda Guerra Mundial en muchos países amparado en los nuevos Estados Democráticos de Derecho, nuevos Estados,[23] porque habían asumido algo nuevo: la Declaración Universal de los derechos humanos, el único ámbito humano en el se puede generarse la seguridad de todos, el bienestar de todos y, por tanto, la simetría humana y la justicia social; único lugar donde grnrrar simetría humana, como espacio público multidimensional incluyente.[24]

          No hay otro lugar posible, porque es ahí donde formalmente estamos todos, donde formalmente todos somos iguales, donde formalmente todos somos responsables y, por consiguiente, es ahí donde se puede medir lo que de esos tres momentos ha conseguido realizar cada sociedad. Al medir su cualidad y su cobertura, se estará midiendo, no el crecimiento de la producción de tomates ni el crecimiento de los licenciados egresados de la universidad ni crecimiento de los aviones que surcan nuestros cielos ni el crecimiento del PIB, sino el grado de desarrollo humano logrado por una sociedad.

          Hasta que esto no se entienda, seguiremos confundiendo lo que es lo específicamente humano, con cualquier cosa que salga de las manos de los seres humanos. Esto es tan fundamental como lo es la ley de gravedad para entender el funcionamiento del mundo físico natural.

          Tercer Tiento

          Somos seres políticos. Seres que viven en sociedad porque los relaciona la vida política; forma de vida política que nos diferencia del resto del reino animal y nos identifica. De modo que esta forma de vida política no puede degenerar, sin que nos degenere a todos como especie.

          Lo que quiere decir que esto de la política no puede ser cosa de algunos, cuando a todos nos va esa vida en ello. Como el aire que respiramos para vivir como seres vivos, así la política nos hace vivir la vida en sociedad, la otra vida sobreañadida, la bios politikos (Hannah Arendt) que nos hace ser humanos.

          Quien dice “yo no soy político”, no sabe bien lo que está diciendo, porque no sabe bien a lo que está renunciando.

          Demos un paseo por la historia humana, para ver si nos encontramos con nosotros mismos. Quizás nos llevemos alguna sorpresa.

          Nos encontramos en los cañaverales entre los ríos Tigris y Eufrates. Debe de ser el año 13.600 a. C. Nos acercamos en silencio hacia aquel hetita que en pleno mediodía de junio está sacando ladrillos de barro de un molde de madera y los pone con cuidado sobre el suelo  uno junto a otro guardando la distancia para que el sol haga su tarea y los vaya secando. Al lado tiene ya más de doscientos secos y su mujer los está intercambiando por dátiles y pan con otros que llegaron y los cargan en las aguaderas de un burro. Cuando aquellos se marchan a la naciente ciudad, los seguimos no sin antes haber observado al ladrillero y a su mujer sentados mientras comían el pan y los dátiles recibidos. Los portadores del burro descargan su mercancía en la casa que está ya casi acabada y que cierra por fin la larga hilera de casas de la cuarta calle del lugar. Son aún pocos los habitantes, pero el paseo que damos por ella nos permite ver que muchos han sacado a la puerta de la casa lo que produce cada cual. Vemos al alfarero que le da al pie para terminar el búcaro, aunque tiene otros ya terminados alrededor. Más allá, hay una mujer que trabaja con la roca y está produciendo hilo; hilo que espera llevárselo un hombre que tiene colgados de la puerta dos túnicas y una bolsa de lino. Hay ajetreo de gente que va y viene como si fuesen buscando lo que necesitan y esperan que alguien lo tenga ya dispuesto.

          El observador invisible que me acompaña me pregunta; ¿qué carajo están haciendo aquí? ¿A qué se dedica toda esta gente? ¿De qué viven, si se puede saber? Lo pregunta porque no es de aquel tiempo y no sabe que eso es simple y llanamente la coordinación de la división social del trabajo en vivo y que, al hacer eso están “haciendo política” que es una nueva forma de vivir que apenas está naciendo por aquellos cañaverales del “Triángulo Fértil”. Pero, me vuelve a preguntar con algo de sorna: ¿eso es hacer política? Si, le respondo es hacer política y de la más auténtica, porque eso es “hacer ciudad”: eso es hacer vida ciudadana a los que los griegos, años más tarde van a llamar política.

          Hacer vida ciudadana, hacer, por tanto ciudadanía, es la pura esencia de la política; es ir tejiendo día tras día la red de relaciones propia y diferencialmente humanas, porque están haciendo el todo como resultado de sus múltiples labores para vivir, para supervivir y para vivir mejor, esto es, habiendo superado la inmediatez y creando un ámbito, el de la red, que los cubre a todos, porque está sobre todos y sobre todas sus diferencias naturales. Están haciendo ciudad, esto es, están haciendo lo común y lo de todos, están haciendo lo público: están superando sus diferencias tribales y sus clanes y están haciendo pueblo.

          Eso es la política como la actividad fundamental y como la actividad fundacional de plena humanidad.

          Pero, ¿la política no es, entonces, esa labor que realizan los políticos cuando nos gobiernan?, vuelve a insistir el acompañante que sabe que en aquellos cañaverales muy pronto, junto al alfarero y al ladrillero y a la señora que hila en la rueca va a aparecer muy pronto el sacerdote y el sátrapa que les va a poner las peras a cuarto y, para él, esa es la política de verdad, lo otro es sólo la vida corriente que nada tiene que ver con la política.

          Con esta carga tremenda de prejuicio milenario y de confusión nos toca ahora tratar de mostrar lo que sería una política para la vida y que sería  posible. La tentación es grande; pero el desafío mucho más grande.

          Por todo lo dicho, hacer política para la vida exige de todos nosotros responsabilidad: no abandonar, no dejar que se nos arrebate lo que nos identifica y adorna como seres humanos, porque somos seres políticos desde que inventamos la polis, la ciudad (el Estado), esa forma de vivir que es convivencia coordinada para superar la inmediatez, para asegurar la vida y para buscar la vida buena para todos. Para todos, porque no hay razón alguna que no sea sinrazón para pensar que esa forma de vida es sólo para algunos. La exclusión es un acto de suprema violencia.

          Posiblemente, una de las primeras cosas (¿primer principio?) que debemos asumir es que no hay ninguna relación que sea pública que no sea política. Otra sería (¿segundo principio?) que no hay relación pública que no nos involucre a todos, siguiendo el principio de relatividad que, por boca de Leibniz, nos dice que cualquier punto de la red, refleja a la red entera.[25]De donde podríamos ahora derivar teoremáticamente (¿tercer principio?) que no hay forma de estar fuera de la red política, como no sea de forma violenta y exclusión promovida desde la esfera del poder. De esto y como consecuencia (¿cuarto principio?) la legitimidad de la acción política se deriva de la voluntad explícita de quienes constituyen la red, nunca desde el poder unilateral.

          Fuera o contra estos principios hay ruptura, dejación, olvido, ninguneo o abstracción de la acción política, por lo que a tal acción ya no debería llamársele política, sino acción pre o anti-política (“politequería” le llaman algunos) y, en todo caso, sería acción que deshumaniza y que pone no el común y lo de todos como meta, en tanto los unos no se ven ni se comprenden sin los otros según el lema UBUNTU “yo soy, si tú eres”, sino el interés particular que, al olvidar el todo que como sociedad nos constituye, hace que el lema UBUNTU cambie radicalmente y suene frente al otro ser humano y frente a la naturaleza como “yo soy, si tú no eres”. No importa qué nombre le demos a esta forma de destrozar la acción política, pero es algo contra lo que hemos de luchar, para rescatar nuestra dignidad como seres políticos, como seres humanos.

          La tarea es compleja tanto por su articulación teórica cuanto por su realización ante un mundo que gira al revés de lo que la acción política para la vida supondría y exigiría. Pero lo vamos a intentar.

[1] Serrano López, A./Stein Heinemann, A.: Re-construyendo la ciudad. El espacio público como lugar de simetría, diálogo y trascendencia. Publicaciones Universidad de Alicante y UNAH de Honduras, Alicante-Tegucigalpa, 2019.

[2] Serrano López, A./Stein Heinemann, A.: Ciencia y conciencia del cambio. Para una nueva visión del desarrollo humano. Publicaciones Uni.de Alicante, Alicante, 2021.

[3] “El tema del poder...es central en la obra de Max Weber...Reconoce la realidad y necesidad del poder en la sociedad contemporánea, e incluso durante gran parte de su vida mantuvo posiciones ardientemente nacionalistas e imperialistas en su defensa del “Machtstaat”, de un Estado fuerte en Alemania.  El problema del poder vertebra todo su pensamiento político incluso su sociología de la religión.  Pues esta es concebida no solo como un sistema de ideas compartidas, símbolos comunes que pueden dar sentido a la vida del individuo y cohesionar a los diferentes grupos sociales, sino también como una forma de dominación de unos hombres sobre otros: dominación hierocrática, que otorga o niega bienes de salvación, utilizando la violencia, la coacción psicológica” ( González García, J.M.: La máquina burocrática. Afinidades entre Max Weber y Kafka. Visor, Madrid, 1989; pág.42)

[4] Esto no es históricamente cierto, pero, aunque lo fuera, eso no permitiría derivar que siempre será así y que no pueda ser de otra manera. Todas las clasificaciones que desde Aristóteles que se han venido haciendo de las formas de gobierno (monarquías, democracias, tiranías, etc.) no han sido sino constataciones de lo que ha sucedido, modos de clasificar y denominar las cosas que pasan, buscando algún orden, porque como afirma C. Levi Strauss, cualquier clasificación es superior al caos. Lo que en modo alguno le da a una clasificación por certera que sea, carácter de constante, de necesidad para poder convertirse en norma, en ley, en ciencia. Porque  clasificaciones ha habido de lo más diverso como la de Foucault en Las palabras y las cosas: En "cierta enciclopedia china, los animales se dividen en a] pertenecientes al emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas", pero las clasificaciones no constituyen ciencia, a lo sumo preparan las cosas para poder hacer ciencia, pero la clasificación inicial no es aún la ciencia. Lo decimos para hacer ver que por más que tratemos de ordenar y clasificar los hechos históricos por sus semejanzas, en modo alguno tales ordenaciones constituyen saber científico.

[5] Weber, Max: Die Politik als Beruf (La política como oficio). Reclam. Stuttgart1997; págs.. 6-7-25.

[6]Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad” (Max Weber: Economía y sociedad, FCE, México, 1974; pág. 43.

[7] Véase: Castoriadis, C.: El ascenso de la insignificancia. Frónesis. Valencia 1998.

[8] Véase González García, J.M.: La máquina burocrática. Afinidades entre Max Weber y Kafka. O.c.

[9] Técnica Toyota en la producción de automóviles que se le ha llamado la técnica del “justo a tiempo” o de los cinco ceros: cero defectos, cero stoke, cero averías, cero plazos  y cero papel.

[10]  Véase: Arendt, H.: Los orígenes del totalitarismo. 2: Imperialismo. Alianza Universidad. Madrid 1982,

[11]“La política se convierte en una empresa capitalista más que intenta optimizar sus resultados en el mercado electoral. Una de las condiciones necesarias  para ello es precisamente la organización y burocratización de los partidos de masas. A la larga sólo pueden sobrevivir y ser eficaces en el mercado político los grandes partidos burocratizados para los que la única cuestión es ganar votos a toda costa [el voto es una mercancía más]. Cuanto más se burocratiza un partido más pasan a segundo plano las convicciones políticas y las visiones del mundo; se da una transición de los “partidos de convicciones”, portadores de una Weltanschauung ( concepción del mundo) política, de un “modelo de sociedad”, hacia partidos “cazadores de cargos”, donde el oportunismo encuentra un caldo de cultivo propicio para desarrollarse”. (González García, J.M.: La máquina burocrática. (Afinidades electivas entre Max Weber y Kafka, Visor, Madrid 1989; pág.123)

[12] Marx, C.: Glosas marginales al programa del partido obrero alemán (Crítica del Programa de Gotha). Obras escogidas. Vol. II,Ed. Progreso Moscú, 1955; pág.16).

 

[14] Platón: Protágoras, Obras Completas. Aguilar, Madrid  1972; 323e

[15] Tugendhat, E.: El origen de la Igualdad  en el Derecho y la Moral. En: Padilla, G. (ed): Igualdad en el derecho y la Moral. P y V. Madrid 2009; págs.18–19–23 y 35–36.

[16] De acuerdo con Manuel Martín Serrano en su Teoría de la comunicación, “el rótulo “dialéctico” tiene empleo no científico desde hace más de un siglo y medio. y, cuando escribo estas líneas, los sigue teniendo,  La terminología dialéctica figura entre las preferidas para usos retóricos en la Academia, tal vez por su aparente oscuridad, con la que cabe disimular el vacío de ideas. Y tal vez por las connotaciones de verdad redentora que alguna vez tuvo, hay conversos que profesan  la dialéctica, como si fuese la Regla de alguna orden religiosa. En un contexto tan mixtificado, conviene precisar que la Dialéctica es un paradigma al que le corresponde un determinado método. Ni más ni menos”. (Teoría de la comunicación. La comunicación, la vida y la sociedad. McGraw Hill. Madrid, 2010; pág.315).

[17] Martín Serrano, M.: Teoría de la comunicación.  O.c.; págs.316-317.

[18] Uno de cuyos ceros es el “justo a tiempo” que permite cero almacenamientos, pero que hoy lo estamos viviendo como amenaza por la crisis mundial que se está dando en el transporte y resulta que las cosas no llegan a tiempo. Lo que abre la reflexión acerca de la deslocalización de las empresas buscando la ganancia y el sentido que pueden llegar a tener, cuando la meta, el fin es la ganancia y se olvida que este mundo es redondo y deslizarse por la esfera conlleva muchos peligros.

[19] Para este propósito, véanse obras como: Serrano López, A.y Stein Heinemann A.: Re-construyendo la ciudad,O.c. y Ciencia y conciencia del cambio, O.c.; Hinkelammert, Franz, J. y  Mora Jiménez, H.: Hacia una economía para la vida , Compromiso, Bogotá, 2009;  Arendt, H.:  La condición humana, Paidós, Madrid, 2011; Tugendhat, E.: El origen de la igualdad  en el derecho y la moral, Plaza y valdés, Madrid 2009; Daly, H. y Cobb, J.: Para el bien común. FCE, México 1993.

[20] Morin, E. : El método, Vol. I., Cátedra, Madrid 1993; pág. 24.

[21] Véase Torres López, J.: Econofakes. Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo y cómo condicionan la vida. Deusto, Barcelona, 2021.

[22] Juan Hernández Vigueras: Los Lobbies financieros, tentáculos del poder- Perlego https://www.perlego.com

[23] De nuevos Estados hablamos, porque, al introducir la lista completa de la Declaración, estaban, por así decir, rompiendo el encasillamiento nacional y entendiendo que sus Constituciones eran coherentes, sólo en la medida en la que incluían al otro, al de otra nación, como ser humano igual: como digno de ser tratado con apego al derecho humano universal.

[24] Véanse Serrano/Stein: Re-construyendo la ciudad (2019) y Ciencia y conciencia del cambio (2021) ut supra.

[25] Estamos aquí tomando metafóricamente lo que Leibniz textualmente dice: “todo cuerpo orgánico en todo el universo afecta a cada una de las partes del universo según determinadas relaciones” (L. (Couturat): Opuscules et fragments Inédits de Leibniz. Paris 1903/ Hildesheim 1961; pág. 15).

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