Yohanka León del Rio

“Dame señor la fuerza de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un nuevo punto de partida”

Gabriela Mistral

 

El pensamiento de Franz Hinkelammert es un misil lanzado a la cabeza del neoliberalismo. Fenómeno cuya aceptación aun es tristemente reinante en el sentido común de las sociedades y en el sentido común de las llamadas teorías económicas.

 Leer la obra profusa y activa de este pensador latinoamericano es una urgencia para acabar con el mito de la naturalización de la modernidad capitalista. No es un llamado ilusorio, existen hoy sus obras en gratuito y libre acceso en una Colección Virtual Franz Hinkelammert gracias al laborioso y excelente trabajo de organización, diseño, recopilación y análisis profundo realizado por el profesor y filósofo Carlos Molina con la colaboración de la Biblioteca de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, a través del Departamento de Filosofía y la Biblioteca “P. Florentino Idoate, S.J.” del Salvador. En esa Universidad donde el terror de la dictadura cercenó la vida de dos hombres, cuyas ideas son un baluarte del pensamiento crítico: Ignacio Ellacuría e Ignacio Martin Baró.

El pensamiento de Franz Hinkelammert ha sido objeto de relevantes estudios. A su pensamiento se han acercado y profundizado filosofas como Estela Fernández Nadal de Argentina, quien realizo la Antología esencial sobre Franz elaborada por CLACSO,   Lilia Solano de Colombia, Maydi Bayona de Cuba, también investigadores como Carlos Angarita de Colombia, Yamandu Acosta de Uruguay,  Juan José Bautista de Bolivia

Henry Mora de Costa Rica quien es actual colaborador de Franz en su trabajo cobre la economía para la vida.

Norman Solórzano también colaborador y coordinador con Franz del Grupo de Pensamiento crítico de la UNA Costa Rica.

La obra de este pensador complejo y profuso, teólogo de la liberación, economista, filósofo, comprometido siempre con la reflexión radical, y con las luchas y las resistencias de los pueblos de la región es ampliamente conocida, sin embargo no muchas veces es colocada en la formación docente en nuestras academias.    Por eso muchos de sus estudiosos hacemos los esfuerzos por incorporarlo a la formación académica universitaria. Sin embargo en las procesos de formación política de las organizaciones sociales populares si encontramos el estudio de este pensador.

En este año de pandemia y agudización de la crisis general social del mundo Franz ha actuado en civismo mundial al lanzar una convocatoria por una condonación de la deuda pública externa de América Latina, la cual hemos firmado muchos y muchas.

Y también por estos meses se está desarrollando un seminario internacional virtual con su participación para celebrar los 50 años del libro Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia.

El día 29 de octubre tuvo lugar el inicio del coloquio con la participación del más activo y profundo estudioso de la obra de Franz el filósofo Enrique Dussel.

En Cuba la obra de Franz Hinkelammert es conocida entre economistas, filósofos y teólogos. En el año 2003 le fue conferido por la universidad de La Habana el titulo Doctor Honoris Causa. Amigos de los primeros años de Franz en América Latina como José Bell Lara, Editor de la Revista Pensamiento critico en los años 60, Aurelio Alonso del equipo editorial de misma Revista, El reverendo Raúl Suarez, presidente  honorario de la asociación Centro Memorial Martin Luther jr, entre otros, han estudiado y divulgado la obra de Franz H.  El espacio Pensar a Contracorriente como viedeoteca del pensamiento crítico de la región atesora una extensa entrevista realizada en Cuba a Franz por el Dr. Henry Mora.  Hace ya tres años en el marco del 14 taller internacional sobre Paradigmas emancipatorios se creó la Catedra de Pensamiento critico Franz Hinkelammert del Instituto de Filosofía. Franz ha sido un permanente participantes de los Taller internacionales sobre Paradigmas emancipatorios, espacio que a él le gustaba e interesaba participar siempre.

Seguir sus ideas nos ha iluminado en el sentido más irreverente de la ilustración y nos ha dado herramientas para transformar el oficio y la misión de ser intelectual comprometido con la dignidad del ser humano y con un proceso concreto en sus luces y sombras: La Revolución cubana.

Encontrarnos con el pensamiento de Franz desde un paradigma crítico marxista fue el primer desafío a enfrentar. Franz es un severo conductor de la lectura marxista y al mismo tiempo muy apegado a sus sentidos y por eso es indispensable para seguir sus reflexiones conocer a profundidad a Marx.

Con Franz pasa algo similar que con Marx. Casi siempre queda enmarcado por sus comentaristas en un formato cerrado de pensamiento económico pero es más que ello. La obra de Franz es muy coherente, y sus ideas se van desarrollando como una espiral donde siempre parece regresar a la misma idea fundante o idea fuerza de su reflexión.

En esta visión quiero centrarme en dos aportes claves de Franz a la teoría crítica, al pensamiento crítico y al marxismo: El tema de la utopía y el tema del socialismo histórico.

 Para Franz es iluso presentarlo como un teórico de algo en particular, el reiría sobre eso. Franz es un inconveniente en el mundo de las clasificaciones academicistas.  Pero sin dudas es un pensador de una honda capacidad reflexiva, no hay enunciados apodícticos en sus propuestas, todas parten de una premisa que siempre despliega en argumentación y demostración. Sus obras todas, son siempre una propuesta crítica, siguiendo la línea kantiana de la autoreflexividad de la razón, donde el análisis trascendental, pero no metafísico es justamente necesario.

Una de las obras más leídas, estudiadas y de gran impacto es sin dudas Crítica de la razón utópica. En el año 2002 se publicó una edición ampliada y revisada por Franz y en su prefacio él explica el origen y trayectoria de este texto raigal.  Este texto fue escrito como documento preparatorio para un encuentro de científicos sociales y teólogos realizado en 1983 que tenía como tema de convocatoria El discernimiento de las utopías, realizado en Costa rica en el DEI institución fundada por el Hugo Assman y Pablo Richard. Y en 1984 aparece publicado por la editorial de esta institución. En el repositorio virtual de la obra de Franz en la UCA mencionada anteriormente hay una extensa entrevista realizada a Franz por Ernest   sobre el libro y de vital referencia para entender el proceso creativo de su autor.

 Es en este texto donde las dos problemáticas a las que quisiera referirme se interrelacionan, el tema de la utopía y la del socialismo histórico, desde la posición de crítica, que como señala un profundo estudioso de la obra de Franz Juan José Bautista es para Franz conditio humana, son las contradicciones el modo de ser del ser humano, es la tensión entre la presencia y la trascendencia.

La primera premisa que Franz enfrenta es la de asumir la utopía sin apellidar, es decir de manera abstracta, y positiva. Por eso para Franz todos los que de una forma u otra han afirmado positivamente a la utopía, es decir, que han recuperado su valor como imprescindible para el movimiento de la sociedad, la han ubicado como tributaria al sentido de cambio social, la han definido acentuando en su contenido los factores subjetivos que intervienen en los procesos, es decir la han ubicado en relación con el sujeto. El discernimiento de las utopías, que Franz propone, permite entonces articular su sentido histórico concreto al enfoque crítico de la conformación de la subjetividad no en abstracto, sino vinculado al análisis de la totalidad. Entonces el proceder crítico es una reivindicación de la utopía desde un enfoque más complejo, que cuestiona las condiciones de posibilidad de la utopía en el despliegue mismo de la totalidad. El análisis acerca de esta problemática de la utopía marca pautas metodológicas y epistemológicas en el análisis dentro del pensamiento latinoamericano.

Siguiendo la línea esbozada por Marx en la crítica al socialismo utópico, Hinkelammert incorpora al análisis los límites de esta racionalidad y por consiguiente no su devaluación epistémico sino su reconceptualización compleja.[1]

Como momento común a toda producción ideológica, a todo intento de construcción de una teoría social y en los marcos de las ciencias empíricas, el contenido de la utopía está en dependencia de la representación que de sí misma adquiere el ideal social, en tanto mediación absoluta de las acciones humanas, en la política y en el pensamiento de las propias ciencias empíricas. Hinkelammert partiendo de Marx señala que la búsqueda de un ideal por el cual habría que conformar el futuro y en correspondencia con el cual se debe actuar, no hay que rastrearlo en el hombre-naturaleza, que no sueña inútilmente, ni crea ideas impotentemente, siempre que el ideal buscado expresa algo real, sensible y terrenal. Este ideal, en el contexto de la modernidad pasó de ser un ídolo (lo que Marx revelara en la crítica al fetichismo como idolatría del mercado), a renunciar en nombre de la crítica a esa misma idolatría a todo ideal en correspondencia con el cual puede actuarse. En las condiciones del capitalismo, la división social del trabajo tiende a hacerse fija y permanente y con ello, se universaliza la alienación y se recorta el ideal social y de hombre planteado anteriormente a su forma fetichizada última, de la cual como una jaula de acero es imposible salir, diluyéndose dentro de ella misma toda capacidad de alternativa y salidas del estado de cosas imperantes.

Así es como todo el pensamiento liberal permanentemente se expresa desde una filosofía moral, como parte de una ciencia empírica que solo puede postular el fin de toda utopía social, festejando la contingencia de las condiciones presentes. Este tipo de ideal social que ha sido consagrado en las condiciones del orden globalizado neoliberal, Franz Hinkelammert lo llama utopía conservadora y así la define:

 “La utopía conservadora es simplemente el futuro definitivo contenido en el mundo creado, cuya conservación vale la pena. El pretendido realismo de este conservadurismo se siente “fin de la historia” y por ende el depósito de todo futuro humano con todas sus afirmaciones imaginables”.[2]

Oponiéndose al antiutopismo de Popper en la crítica de éste a todo historicismo, el cual identifica con el maniqueísmo de la identificación absoluta de la utopía como ideal imposible, en tanto ideal que intenta realizarse, se cuestiona los límites de la razón utópica. El problema de la utopía, para Hinkelammert, es el problema de los alcances de la racionalidad utópica en las condiciones del proceso de la racionalización capitalista de las relaciones sociales, en las que queda enmarcado el presupuesto de la sociedad como producción de la vida humana. La paradoja que la crítica antiutópica incorpora es la identificación de la utopía como imposibilidad absoluta, en los términos de “mejor sociedad” o como “sociedad perfecta”, de la que tira el presente hacia el futuro, como política real. Desde esta crítica abstracta a la utopía, la visión de la historia de la sociedad no puede resultar más que una reconstrucción contrafáctica de fracasos y desastres provocada por las utopías. Esta paradoja expresa la unilateralización de la idealización por el pensamiento burgués de una teoría sobre la sociedad.

El mito del fin de la historia y la única alternativa posible expresan lo que para Hinkelammert es el resultado de la ilusión trascendental, que está presente en el pensamiento de Popper al negar todo historicismo, el reducir todo el acontecer histórico a la inmediatez de la realidad presente, y proclamar el antiutopismo. La crítica al antiutopismo es para Hinkelammert no la aceptación acrítica e ingenua de la necesidad o legitimidad de la razón utópica, sino el señalamiento para el pensamiento social crítico de las condiciones histórico concretas de posibilidad de la razón utópica. Una evaluación descontextualizada de la utopía como ideal imposible, supone un observador a- histórico que retrospectivamente las evalúa como promesas o como terror, y que valora su consecución fáctica como meta empírica que inexorablemente será alcanzada. Seguidamente Hinkelammert advierte, que una crítica a la razón utópica no puede ser anti-utópica y para evitar caer en la trampa de la única alternativa, es necesario prometer crear un mundo cuya conservación sea imposible.

La consecución de la idea de una única alternativa que en el discurso neoliberal actual se ha convertido en el chantaje de la única alternativa, se analiza por Hinkelammert como resultado del seguimiento acrítico del dualismo que enmascara todo proceder teórico que analiza la realidad desde una representación abstracta del sentido de realidad sólo como un proceso de posibilidad o imposibilidad de realización de un principio formal de organización social[3]. Para Hinkelammert la imposibilidad de la realidad no se puede identificar a la tendencia insostenible de lo que se hace en la realidad, sino que la imposibilidad está en la representación que se haga sobre la realidad, por tanto para acceder a la posibilidad de la realidad, sólo es a través de la imposibilidad concebida. Esto hace afirmar a Hinkelammert que: “sin utopía no hay conocimiento de la realidad. Lo imposible es el punto de orientación, una especie de brújula de la praxis y del conocimiento de lo imposible. Con eso, el problema de lo utópico hace parte del proceso de la praxis y del conocimiento, por los cuales intentamos realizar lo posible. Pero al caer en la ilusión de poder realizar lo posible se vuelve su contrario”.[4]

La relación con la utopía en la propuesta de Hinkelammert es crítica, y lo lleva a demostrar que el antiutopismo es contrariamente a lo que quiere negar, una reafirmación de una relación acrítica hacia la racionalidad utópica, lo que redunda definitivamente en la pérdida del análisis del sentido histórico de la realidad como totalidad. La conclusión de Hinkelammert acerca de la reivindicación de la utopía por el pensamiento social crítico está sustentada en la consecución de un realismo político que en el proceso de diferenciación de la imposibilidad trascendental de los fines y objetivos finales, empuja a alternativas, transformando el mundo de forma práctica, que implica tener consecuencia de esos fines. Desde la perspectiva crítica de Hinkelammert, el discernimiento de las utopías es un elemento fundamental del pensamiento social crítico para convertirse en instrumento teórico eficaz de la revolución. Al mismo tiempo, la crítica a la utopía no antiutópica es un componente esencial para enfrentar constructivamente las alternativas antihegemónicas como conciencia del cambio revolucionario.

La distancia que el ideal utópico como ideal imposible, tiene con relación a la realidad es para el pensamiento social crítico un punto de partida para cuestionar hasta qué punto desde este ideal es posible pensar la realidad. La crítica antiutópica a la utopía, es aquella en la que la representación de las condiciones reales de vida de la sociedad, ha llegado hasta el punto de desconocer en esa realidad misma, las condiciones de universalización que despliega y renunciar definitivamente a su principal resultado: el desarrollo multilateral de las relaciones sociales como enriquecimiento de las potencialidades creadoras del ser humano. Es por eso que para este antiutopismo “quien destruye una utopía la realiza”. Por tanto, el resultado es una promesa constantemente amenazada, a la que hay que hacer realidad en la consecuencia de la tendencia destructora. Los movimientos sociales que se enfrentan a esta tendencia son catalogados como utópicos, proyectando en ellos la culpabilización de la inconsecuencia de la consecución del objetivo final de la mercantilización total de todas las relaciones sociales.

La reivindicación de la utopía que hace Hinkelammert desde la crítica a la razón utópica es la necesaria relación crítica permanente que el pensamiento social debe asumir hacia sus propios presupuestos; es por eso que la crítica dialéctica a la utopía no se hace en nombre de un realismo formal de realización fáctica de un orden concebido inexorablemente. El realismo es sustituido por la práctica crítica de un “constante rehacerse de la sociedad frente a sus problemas más candentes en cada momento. El joven Marx encontró una expresión feliz para esta relación de la crítica con la sociedad que él pretendía cambiar: la producción de las relaciones de producción mismas”.[5]

El sentido de lo utópico, siguiendo a Hinkelammert apunta más a lo esencialmente negativo y lo proporciona el punto de vista de la perspectiva del sujeto. Esta perspectiva nos permite establecer teóricamente una nueva relación de la realidad con la utopía. Es necesario, recomienda Franz Hinkelammert, partir “del hecho de que los productos del trabajo humano son valores de uso cuya disponibilidad decida sobre la vida y la muerte... Hace falta encontrar un punto de vista a partir del cual este mundo sea considerado un mundo de la disposición sobre los valores de uso en el marco del conjunto de las mediaciones institucionales”[6]. Desde esta altura reflexiva que nos propone el profesor Hinkelammert reaparece la perspectiva del hombre hacedor, no por demiurgo sino por rebelde e insurgente, que promueve la resistencia, la lucha en nombre de las condiciones de supervivencia, promoviendo las alternativas creadoras de lo “que tendrá que” ocurrir en la sociedad. La vía de realización de todo será eminentemente práctica, articuladora y compleja.

El punto de partida que indica Hinkelammert es un criterio material universal: la reproducción de la vida. En este contexto, el principio no es un valor, derecho legal, automatismo tecnológico, sino la premisa fundamental de toda historia humana, que es la que plantea la necesidad vital de la existencia humana, que Marx indicara:

“La primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen en condiciones de poder vivir... El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma”.[7]

Hoy cuando es negada de forma total la vida, cuando el sistema excluye intencionalmente (según el criterio de la eliminación de las distorsiones del mercado) al sujeto, este tiene que reclamar su derecho a la vida, constituyéndose esto por negatividad, en un horizonte de sentido histórico universal, en tanto la exclusión presupone al mercado mundial y éste a su vez condiciona la existencia humana en un plano histórico-mundial, el sujeto se erige en sujeto universal. Cuando el pensamiento único plantea el fin de la historia y del último hombre, no representa más que la proclama solipsista y apocalíptica de un universalismo falso, un totalitarismo que no puede advertir su propia transitoriedad y su existencia histórica particular. Desde esta totalidad abstracta, la historia ha llegado a su fin y con ella, el cautiverio de la función movilizadora y reguladora de la utopía. Pensar la utopía es considerar que existen las alternativas, y que éstas tienen un contenido antihegemónico, de recuperación de las condiciones de vida y de la naturaleza. Hinkelammert plantea:

“No se puede vivir en una sociedad sin alternativas, a no ser que se acepte como un heroísmo la catástrofe que se anuncia. Por ello, se extiende de nuevo una cultura del suicidio colectivo. Aquí también hay un problema del pensamiento de Marx. Este creía que la toma de conciencia con referencia a la tendencia a la destrucción llevaría de modo inevitable a la conversión, y a la búsqueda y aceptación de las alternativas necesarias. Pero es evidente que ese no es el caso. La humanidad puede aceptar y celebrar su suicidio colectivo. Existe en la actualidad una tendencia clara de este tipo. De allí que Nietzsche vuelva a ser de nuevo nuestro clásico. En Marx se puede leer lo que hemos perdido. En Nietzsche, adonde vamos. A la utopía de la cual se afirma que porque quiere el cielo en la tierra produce el infierno, nuestra sociedad sin alternativas opone la mística del suicidio colectivo. A la posibilidad del infierno en la tierra, opone su seguridad. Para no ser sorprendidos con los ojos cerrados por la utopía, se marcha al infierno con los ojos abiertos. Nuestra sociedad lo toma en serio, no admite ninguna alternativa. El resultado no es siempre un simple heroísmo, sino muchas veces también un pesimismo postmoderno que goza el suicidio colectivo”. [8]

Las alternativas posibles que contiene el realismo político, por el que aboga Hinkelammert, aparecen en el espacio potencial de negación de las alternativas que se presentan como sociedades para las que no hay alternativas. El socialismo estaliniano y el capitalismo del mercado total, son extremos entre los que se abre un espacio de alternativas potenciales, con carácter altamente vulnerable, de contenido discutible, pero que sólo tienen por principio de racionalidad el ser compatibles con las condiciones de sobrevivencia de la humanidad y la naturaleza. Renunciar a las alternativas, y con ella a las utopías que las acompañan, desemboca en la aceptación de un modo de racionalización formal que desconoce su contraparte dialéctica la subjetivación, lo que sería renunciar a la racionalización y optar por la irracionalidad del mundo. En las condiciones del neoliberalismo como racionalidad fragmentaria extrema, las alternativas son el ejercicio de la resistencia en nombre de las condiciones de sobrevivencia humana. Hinkelammert advierte que:

“No obstante, esta fuerza que ejerce la resistencia sólo puede tener éxito en el caso de que intente ganar la opinión de tantos seres humanos como sea posible. Por eso no debe ser una resistencia ciega. Tiene que ganar a los seres humanos para que reconozcan la lógica del suicidio colectivo, se resistan a ella y deriven sus consecuencias necesarias. Únicamente de esta forma las alternativas podrán imponerse. Si, en cambio, la humanidad se emborracha con el heroísmo del suicidio colectivo, ella tiene el poder para realizarla y nadie lo podrá impedir. El querer vivir es una tarea, y no el resultado de una reacción instintiva. Esta última es solo el punto de partida”.[9]

El problema del discernimiento de las utopías pasa por el sentido que tiene para el sujeto histórico, desde su cotidianidad, como práctica múltiple de resistencia a la dominación y la explotación. En el debate se refiere a la utopía concreta, como posibilidad real sólo discernible en el tiempo, a diferencia del sentido moderno burgués de la utopía o ucronía, por lo que siempre esta ubicado en el pasado o en un futuro de un pasado no sido. Ver el significado de la utopía en la historia de los pueblos es verlo en su sentido concreto al ubicarlo en el sentido del tiempo contingente, del acontecer del ahora, del devenir del movimiento, en el análisis de la perspectiva del sentido y la intención del sujeto del cambio revolucionario. Por consiguiente hacerse la pregunta por el discernimiento de la utopía sigue siendo una constante del pensamiento teórico y crítico. La perspectiva del sujeto, el sentido y la intención abren nuevas variables para ese discernimiento.

Las condiciones materiales para una sociedad libre (entendiendo por esto una evaluación del marxismo desde la contradicción fuerzas productivas, relaciones de producción), están dadas, pero lo que aún no está liberado y que cada vez más se somete es la conciencia, hay que invertir la conciencia de la dominación a una conciencia de redención. Parece ser una sencilla fórmula que exime al materialismo de un coqueteo con el idealismo; sin embargo, no queda mostrada la complejidad que en sí encierra el problema formulado de esta misma manera. En el supuesto que la conciencia emancipadora es sólo ideología y que ésta en su condición responde por tanto a una noción de ciencia positivista e instrumental que entiende sólo de certezas, verdades y leyes; se simplifica el contenido real de la relación que en la sociedad moderna se construye entre ciencia y utopía. En tal caso la bipolaridad expuesta en tal planteamiento de la problemática hace difícil entrever que la ambivalencia de la sociedad moderna léase también la contradicción de ella, es un acusado avieso a todos los espacios, elementos y fenómenos que la propia sociedad crea. La mirada hacia la subjetividad está puesta en el sentido de la reflexión, en el cuestionamiento por el sujeto de la finalidad de los resultados de sus acciones prácticas concretas en los procesos de lucha y resistencia. En consecuencia, vivir cotidianamente las alternativas de lucha y resistencia antihegemónicas es significar, intencionar la acción de transformación radical de la sociedad desde una actitud práctica histórica y objetiva.

La idea recurrente en Franz desde la postura epistémica de la crítica radical a todo lo existente en el principio marxista de echar por tierra todas aquellas relaciones que hagan del ser humano un ser despreciable, desechable, es vital en la actualidad para poder hacer un ejercicio comprometido con la transformación revolucionaria de nuestras sociedades.

En una entrevista conversación hace unos tres años, preguntábamos a Franz sobre los desafíos epistemológicos a enfrentar para la formación política del movimiento social popular y el lugar en ellos del pensamiento crítico. El con su agudeza nos indicaba la nulidad de aseveraciones absolutas sobre esto desde un buro desde una posición de observador externo, pero apuntaba en lo importante de esta problemática para un debate, donde la idea central es “la irracionalidad de lo racionalizado” y la urgencia de enfrentar una llamada “ética del mercado”, y revelar la conditio humana de “yo soy si tú eres”. Estas ideas en las que ha trabajado Franz en sus últimos libros de la Crítica a la Razón cínica, Hacia una economía para la vida y otros textos develan la coherencia y continuidad de una reflexión dialéctica, consecuente con el humanismo radical y profundamente nuestramericana.

[1]Hinkelammert, Franz: Crítica a la razón utópica. Editorial Desclée de Brouwer, S.A., 2002. En esta obra Hinkelammert desarrolla toda su reflexión acerca de esta temática.

[2]Idem., p.299

[3] Franz Hinkelammert distingue las variantes de racionalidad utópicas dentro del pensamiento de las ciencias políticas, que reproducen este dualismo. El conservadurismo del pensamiento liberal burgués, el anarquismo, y la teoría del socialismo del pensamiento ortodoxo soviético desarrollado en el ex socialismo soviétic. Estas son las tres variantes en el pensamiento de las ciencias políticas que desembocan en el antiutopismo como maneras del desconocimiento de las condiciones de posibilidad de la razón utópica y su vínculo con la razón práctica. Ver: Hinkelammert, Franz: ob. cit.

[4] Idem., p. 380

[5] Idem., p. 300

[6] Hinkelammert, Franz: El mapa del emperador, DEI, San José, Costa Rica, 1996, p. 185

[7] Marx, .Carlos: Ideología Alemana. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1982, p.27

[8] F. Hinkelammert: ob.cit. p.290.

[9] Idem., p. 307

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