Desarrollo, paz y neoliberalismo *
 
Jorge Vergara Estévez**
 
 
Introducción
 
            En este artículo se muestra que la teoría neoliberal carece de concepciones sobre el desarrollo y de la paz, rechaza la idea del desarrollo y legitima el uso de la violencia política. Estos dos anhelos de los latinoamericanos, el desarrollo y la paz, tampoco, pueden ser el resultado espontáneo del automatismo del mercado y de la eliminación del “intervencionismo” estatal. En este análisis se ejemplificará con el caso chileno que, quizá, es el mejor ejemplo de una sociedad neoliberal.
 
Puede decirse que el desarrollo y la paz son dos aspiraciones permanentes de los pueblos latinoamericanos, las cuales, en el siglo pasado, fueron reconocidas, internacionalmente, como derechos humanos colectivos irrenunciables. Estas aspiraciones aparecen tempranamente en nuestra historia republicana, en el ideario de la emancipación, y como consecuencia de los conflictos entre los sectores de patriotas sobre el orden político y respecto al modo de orientar la economía. Durante el siglo XIX, la administración colonial fue sustituida por los regímenes oligárquicos, la mayoría de los cuales se impusieron y mantuvieron, mediante el autoritarismo y  
 
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* Este artículo es una versión revisada y ampliada de una ponencia presentada al Seminario Internacional: “La Paz y el Desarrollo dentro de los Retos de la Colombia del Siglo XXI”, organizado por el Centro de Investigaciones y la Escuela de Paz y Desarrollo por la Universidad Uniminuto, sede Bogotá, 9 al 11 de abril del 2008. Ha sido publicado en http://ceihs.uniminuto.edu/index.php?option=com_content&task=view&id=52&Itemid=128, y será incluido en un libro que será publicado por la referida universidad en el 2009.
 
** Doctor en filosofía política de la Universidad de París VIII, profesor del Doctorado  de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Miembro del Grupo de Filosofía Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales: vergaraestevez@gmail.com.
 
 
 
 
 
la violencia. Como señala Halperin[1], el orden colonial fue reemplazado por el neocolonial y las economías de la mayoría de los países de nuestra región continuaron siendo exportadoras de materias primas e importadoras de productos manufacturados, e incluso se intensificó esa relación. Esta forma de inserción en la división internacional del trabajo sigue siendo una de las principales condiciones de la reproducción de nuestro subdesarrollo.
 
El desarrollo ha sido una promesa incumplida durante el siglo pasado, desde fines del período oligárquico hasta la actual modernización neoliberal que se inició en los ochenta y continúa hasta hoy. Esta prometió superar los obstáculos del modelo desarrollista y conducirnos al ansiado desarrollo. Era quizá un proyecto utópico, pues en la historia de la economía no existen casos de países que se hayan desarrollado sólo como exportadores de materias primas, aún en los casos de los que poseen petróleo.
Sin embargo, el crecimiento económico de los últimos años no parece aproximarnos al desarrollo, aún en el caso de Chile que aparece como la modernización neoliberal más exitosa de la región. Desde hace más de treinta años, todos sus Ministros de Hacienda vienen anunciando que siendo tan favorables los indicadores macroeconómicos, en diez o 15 años más llegaremos al desarrollo. Este se asemeja a la línea del horizonte: cuanto más nos aproximamos a ella, más se aleja hasta parecer inalcanzable.
 
Si entendemos la paz, en su definición mínima, como ausencia de graves conflictos sociales y políticos, entonces nuestra región presenta un panorama diversificado, una abanico que van desde las situaciones de Colombia y Haití hasta las de Costa Rica y Uruguay, que aparecen como las sociedades de menor nivel de conflictos. Sin embargo, casi todas nuestras sociedades muestran una tendencia creciente a la violencia social delictual, familiar, juvenil, policial y otras. Si definimos la paz, no sólo negativamente, como una situación permanente no sólo de ausencia de graves conflictos sociales, sino a la vez positivamente sino de respeto de los derechos humanos de todos, de oportunidades reales para el desarrollo de sus potencialidades, y de justicia social, nuestras sociedades están muy lejos de alcanzarla.
 
 
                         Desarrollo y crecimiento económico
 
Cabe preguntarse si, después de dos décadas de modernización neoliberal ésta aún podría contribuir al lograr el desarrollo y la paz en nuestras sociedades. Esta pregunta nos lleva a interrogarnos sobre el tema del crecimiento económico y de la paz en la teoría neoliberal que funda dicha forma de modernización, y esclarecer si el proyecto neoliberal de sociedad tiene como objetivos el desarrollo y la paz.
 
La  respuesta es negativa en ambos casos. La teoría y la práctica del neoliberalismo no buscan el desarrollo, sino que se oponen a éste, y constituyen un importante obstáculo en su realización. Tampoco la teoría neoliberal se preocupa de la paz, e incluso justifica el uso político de la represión y los golpes de estado destinados a crear sociedades de mercado. Para ello, se hará una breve revisión de dicha teoría, y se ejemplificará con el caso chileno, que es tal vez la única sociedad en el mundo donde se ha aplicado este modelo sociedad, en forma diversificada, sistemática, y coherente, durante más de treinta años.
 
En los textos clásicos de la teoría neoliberal de Mises, Hayek y Friedman no aparece el tema del desarrollo, aunque varios de sus principales obras como Fundamentos de la libertad de Hayek de 1960 y Capitalismo y libertad de Friedman, de 1962, fueron escritos cuando ya se había formulado diversas teorías del desarrollo; y se estaba produciendo un importante debate internacional  sobre las posibilidades y las vías de desarrollo de los países periféricos. Posteriormente, la Escuela de Chicago elaboró una esquemática teoría del desarrollo que era una adaptación de la teoría general del neoliberalismo y la teoría neoclásica del comercio exterior a los países periféricos.
 
Esta ausencia y desinterés tiene varias razones. Desde sus orígenes, la teoría neoliberal fue formulada para los países desarrollados. Los ejemplos y referencias de en los libros de Mises, Hayek y Friedman se refieren siempre a los países europeos o de Estados Unidos. Estos autores se propusieron, desde la década del cuarenta del siglo pasado, elaborar un proyecto de transformación de los sistemas económicos, sociales y políticos de esos países. Es una paradoja histórica que dado el origen la teoría neoliberal haya llegado a convertirse, principalmente, en el modelo social para los países periféricos. Como ha dicho Stiglitz, muchas de las reformas estructurales que se exigen a los países periféricos no se intentan aplicar en las naciones centrales.
 
Desde 1944, con la publicación de Camino de servidumbre de Hayek, y La burocracia de Mises, y poco después con la creación de la Sociedad Mont-Pelérin en 1947, la preocupación principal de estos teóricos ha sido la destrucción teórica y política del Estado de Bienestar, que había comenzado a constituirse en Inglaterra a comienzos del siglo pasado y con el New Deal en Estados Unidos[2]. Ellos querían  reemplazarlo por un nuevo orden liberal que llamaron “la sociedad extendida”, “la sociedad abierta”, y que otros autores llaman “la sociedad de mercado” o la “sociedad neoliberal”.
 
Hayek sostiene en Camino de servidumbre[3] que hay dos y sólo sistemas económicos: el de competencia y el de planificación central. Ambos son completamente opuestos. El primero se basa en la propiedad privada de todo tipo de bienes, en el respeto irrestricto de los contratos, la libertad económica ilimitada y la coordinación económica espontánea mediante la competencia. El segundo establece la propiedad estatal de los medios de producción, niega la libertad económica, e instaura la planificación central del proceso económico. Hayek y Friedman estaban convencidos que existía una tendencia al equilibrio de los factores económicos, a la que Adam Smith llama “la mano invisible de la Divina Providencia”. Dice Hayek: ”Más bien hubiera valido describir, quizá  ”la mano invisible”, como un modelo invisible e inobservable. Nosotros somos conducidos por el sistema de fijación de precios en el mercado, por ejemplo, a hacer las cosas en estas circunstancias de las cuales no tenemos, globalmente, conciencia, y que producen resultados que nosotros no hemos buscado”[4]. Dice Hayek que el segundo sistema  establece un control sobre todo el proceso económico y los planificadores centrales deciden qué, cómo, cuanto se produce, con que precios y cómo se distribuye.
 
Los neoliberales creían que cualquier intento de combinar estos dos sistemas lleva al fracaso, y constituye un “camino de servidumbre”, pues necesariamente conduce a la planificación central y al totalitarismo. Hayek sostuvo que cualquier forma de “intervencionismo estatal”, sea la protección de la agricultura o la industria nacional, de los niveles de salarios, de fijación de precios u otros interferiría el funcionamiento eficaz de los mecanismos de mercado. Creía que el conjunto de los mercados de una economía nacional funcionaba como un circuito integrado, de modo que la interferencia estatal de cualquier de ellos alteraría el conjunto del sistema y reduciría su eficiencia.
 
En realidad, el mercado libre de Hayek es sólo un modelo ideal,  que no existe en ningún país, ni siquiera en Chile, y que no podría realizarse. Este modelo es un conjunto de fórmulas matemáticas de la competencia perfecta, basado en la creencia de que existe “un tendencia al equilibrio de los factores del mercado”. Hayek está conciente de que dicha tendencia no ha sido probada: “Estamos hasta ahora bastante a oscuras sobre las condiciones en las cuales se supone la existencia de de este tendencia y la naturaleza del proceso por el cual se cambia el conocimiento individual”[5]. El neoliberalismo muestra aquí su dimensión irracional, o su carácter fundamentalista, pues se basa en una creencia dogmáticamente asumida que no puede ser cuestionada. Una actitud semejante asume Friedman cuando reprocha a los críticos del neoliberalismo que “no tienen fe en el mercado”
 
La teoría neoliberal ha sido cuestionada, radicalmente, por importantes teóricos sociales entre los que se cuenta Bourdieu quien escribe: “esta teoría tutelar es una pura ficción matemática basada, desde su mismo origen, sobre una formidable abstracción, que en nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad identificada con la racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales de las disposiciones racionales respecto de las normas racionales y de las estructuras económicas y sociales que son, precisamente, las de producción y reproducción de estas disposiciones y estructuras”[6].
 
Hayek opone este modelo ideal al sistema de planificación central de tipo soviético, cuya descripción tampoco es convincente, pues dichos países ya habían renunciado a la planificación central completa. Su planteamiento económico es normativo y deductivo y carece de apoyo de investigaciones empíricas. En realidad, las economías mixtas a las que llamaba “intervencionistas”, que se consolidaron en Europa y en América Latina después de la Segunda Guerra fueron exitosas. Este fue el período de mayor crecimiento económico y de mejoramiento notable de de los niveles de vida, tanto en Europa como en América Latina; “el período de oro del capitalismo” como lo llama Hosbawn. Estos regímenes no fueron caminos de servidumbre, sino la base económica de democracias sociales estables e incluyentes, especialmente en Europa occidental.
 
La temática del desarrollo emerge en las ciencias sociales y el campo político después de la Segunda Guerra, con los procesos de descolonización de Asia y África y el establecimiento del nuevo orden económico mundial. Posteriormente, la conceptualización del desarrollo se ha ido complejizando y recibiendo diversos aportes de teóricos de Norte y del Sur. En América Latina, su expresión más importante fue el “cepalismo” de los sesenta y setenta, es decir a las concepciones y propuestas elaboradas por un conjunto de brillantes economistas, sociólogos y antropólogos, reunidos por Raúl Prebish[7]. “La tesis de CEPAL acerca de las causas y condiciones del subdesarrollo y los modos de superar los obstáculos del desarrollo, constituyen, más que “una  especie de marca registrada del pensamiento económico latinoamericano”[8], la teoría del desarrollo mas influyente que hasta la fecha se ha producido”[9]. Ellos cuestionaron la pertinencia de la economía neoclásica – y especialmente de sus teorías del comercio internacional-, para América Latina, y elaboraron el llamado “modelo desarrollista” de industrialización sustitutiva, basado en un modelo explicativo de centro-periferia. El cepalismo fue, teóricamente, una síntesis original en que convergieron la teoría keynesiana, concepciones estructuralistas y conceptualizaciones propias[10].
 
A mediados de los setenta, se produjo la crisis de las economías keynesianas en Europa y del desarrollismo latinoamericano, en gran medida basado también en las teorías de Keynes. Los europeos introdujeron reformas que disminuyeron el Estado de Bienestar, pero lo mantuvieron. En nuestra región -especialmente en Chile-, se destruyó el incipiente Estado social para instaurar un modelo económico “hacia afuera”, neo-exportador, y de modernización neoliberal.
 
Sus consecuencias sociales de este modelo en América Latina son bien conocidas: (a) se ha producido en nuestras sociedades una redistribución regresiva del ingreso nacional, por ejemplo, Chile era, hasta los setenta, el segundo país más equitativo de América latina, actualmente es el segundo más desigual; (b) ha aumentado la concentración de la propiedad y el ingreso a niveles inéditos en la historia económica del país[11]; (c) se privatizaron muchas empresas públicas, y nuestros recursos mineros y otros fueron entregados, casi gratuitamente, a los grupos económicos nacionales y a las empresas trasnacionales, esto ha significado pérdidas enormes del patrimonio nacional, el notable aumento de precios de los servicios y su baja calidad[12]; (d) se desnacionalizaron las economías, y los países cedieron su soberanía respecto a la conducción económica a organismos crediticios internacionales; (e) se debilitaron los servicios sociales, especialmente la educación, la salud y la previsión; (d) aumentó y se cronificó la pobreza; (e) se han acrecentado los fenómenos de desestructuración social: marginalización, delincuencia, narcotráfico, consumo de drogas, y otros.
 
La relación entre estos procesos socioeconómicos y el aumento de la delincuencia, se muestra en un estudio comparado del Banco Mundial que muestra que no son los países más pobres los que presentan los mayores niveles de delincuencia, sino los que exhiben mayor desigualdad económica y social. Este es el caso de Chile, cuya distribución de ingreso se ubica entre las 10 más inequitativas del mundo- donde el primer quintil, el 20 % de las familias concentra el 60 % del ingreso nacional-, y a la vez, muestra un alto porcentaje de población penal que alcanza al  2% de la población, y es el más alto de Sudamérica[13].
 
La mayoría de los habitantes de los países latinoamericanos no tienen acceso a un trabajo que les permita alcanzar un nivel de vista de modesta dignidad. Un porcentaje significativo aún se encuentra en la miseria, y no se ha alcanzado la suficiencia alimenticia que implicaría la superación del hambre y la desnutrición. La mayoría de la población es aún pobre, incluso en el caso de Chile, puesto que el 70 % de las familias promedio de cuatro personas no alcanza un ingreso que les permita cubrir mínimamente sus necesidades, calculado en el 2002, en más de 1.100 dólares mensuales[14].
 
En nuestros países, los derechos laborales no son habitualmente respetados por los empleadores e incluso, como en Chile, ni siquiera por las instituciones públicas. Por ejemplo, gran parte de los profesores secundarios y universitarios trabajan sin contrato, por tanto sin previsión, ni seguro médico, aunque legalmente deberían hacérseles contrato. En este país, el movimiento sindical ha perdido casi completamente su influencia, pues la legislación laboral, heredada de la dictadura, permite a los empleadores despedir a todos los trabajadores que tratan de crear un sindicato, y si éste se hubiera creado a todos sus miembros, salvo sus dirigentes que tienen fuero mientras lo sean.
 
La modernización neoliberal en nuestros países ha estado acompañada y posibilitada por una profunda transformación jurídica y política que ha implicado una regresión del estado de derecho precedente, y una pérdida de soberanía, impuesta por los organismos internacionales y realizada por los gobiernos locales. La legislación ha sido modificada en dos sentidos, de una parte se han reducido o eliminados los derechos económico sociales, y de otra, se ha acrecentado el carácter coercitivo del Estado, tanto en el campo de restricción de la libertad de prensa como en el de los derechos personales[15]. “Los pueblos de América Latina no pueden en las condiciones actuales, ejercer la soberanía y la autodeterminación en lo que atañe al derecho a la vida en cuanto se manifiesta o concretiza como derecho a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y la protección contra el desempleo, o como derecho a un nivel adecuado que asegure la salud y el bienestar, la asistencia médica e y la educación y los servicios sociales necesarios”[16].
 
La pérdida de soberanía se ha realizado mediante varias vías, el principal ha sido el poder que ejercen los organismos crediticios sobre los gobiernos latinoamericanos, desde la crisis de la deuda a comienzos de los ochenta. “El FMI ejerce de hecho la función de un súper gobierno impuesto a los pueblos de América Latina sin consentimiento de los gobernados y sin que éstos dispongan de las más mínima posibilidad de exigir cuenta o hacer responsable a tal súper gobierno o a sus funcionarios”[17].
 
 
El neoliberalismo y la paz
 
El tema de la paz no aparece en las obras de los principales autores neoliberales, ni está incluida en su modelo de sociedad. Habría tres razones principales que explican esta omisión. La primera es que la teoría neoliberal está construida de acuerdo a un dualismo y oposición entre “verdaderos liberales” y “amigos de la libertad” (Milton) versus los diversos tipos de socialistas, que no aceptan los principios liberales, y son partidarios de la igualdad y no de la libertad. Este dualismo es similar al establecido por Carl Schmitt, el principal teórico del nacional-socialismo, como la base de la política, la oposición entre amigos y enemigos. Se trata, por tanto de una concepción de conflicto permanente y insuperable en las sociedades actuales. Esta división de la humanidad tiene fundamentos biológicos para Hayek, y corresponde a la que se produce entre la elite minoritaria y la masa que constituye la mayoría. Los miembros de la masa serían seres movidos por “atavismos arcaicos”: la solidaridad, la tendencia a distribuir el producto de acuerdo a necesidades y la propensión al trabajo en equipo. Estos atavismos provendrían de la etapa tribal de la humanidad. Por ello, Hayek sostiene que las masas están “insuficientemente civilizadas” y tienen escasa capacidad adaptativa a las leyes abstractas e impersonales que rigen la sociedad y el mercado. Siendo así no son exitosas en el mercado y, señala Mises, tienen una actitud de resentimiento frente al mercado y los que triunfan en éste.
 
Hayek afirma que las diferencias socioeconómicas se explican por diferencias naturales, y son una consecuencia del ejercicio de la libertad económica[18]. Más aun, en su última obra sostiene, en oposición a la concepción de los derechos humanos, que “la mera existencia no puede conferir a nadie un derecho o exigencia moral frente a otro. No todos los seres vivientes tiene derecho a seguir viviendo”[19]. Los perdedores en “el juego del mercado” que reivindican su derecho a la vida, “los que prefieren vivir como nuevos parásitos beneficiándose de los productos de un proceso que se niegan a contribuir constituyen un gran peligro para aquellas instituciones que hicieron posible la formación de un orden de cooperación humana”[20].
 
La elite poseería las cualidades positivas de las que carecen a las masas. Según Hayek, correspondería sólo al 10 % de la población frente al 90 % de la masa que tiende al socialismo. Serían plenamente civilizados, es decir rechazan toda forma de solidaridad, toda forma de piedad y compasión, tal como los seres superiores de Nietzsche. Actúan movidos por su interés individual; rechazan todo igualitarismo y cualquier forma de distribución del producto de acuerdo a necesidades. Comprenden las leyes abstractas que rigen la vida social y el mercado, y siendo los mejor adaptados para la competencia, triunfan en el mercado y la vida social.
 
La Doctrina Social de la Iglesia Católica ha explicitado la profunda relación entre la paz y la justicia. La paz duradera sólo puede estar fundada en la justicia. Por ejemplo, convoca a los jóvenes latinoamericanos a “fin de construir “la civilización del amor” y edificar la paz en la justicia”[21]. Sin embargo, los neoliberales rechazan toda forma de justicia social. Hayek considera que se trata de un mito erróneo y peligroso, puesto que no habiendo criterios objetivos de justicia distributiva, sólo debemos aceptar la justicia conmutativa del mercado, de intercambio de equivalentes, el do ut des latino. Hayek y Friedman sostienen que las decisiones en un mercado libre son siempre justas –aunque signifiquen la muerte o el perjuicio de muchos-, y jamás podríamos cuestionarlas en nombre de algún derecho humano, por que no hay ningún derecho humano, ni siquiera el derecho a la vida, ni apelación a una legislación universal más allá del orden del mercado. En ese sentido, el mercado es concebido como el Leviatán hobbesiano. Es decir, posee una primacía ontológica sobre sus súbditos, es concebido como una suprapersona cuya mantención es más valiosa que la sus súbditos.
 
Puede decirse que Hayek, consiguientemente, establece un nuevo imperativo categórico: “actúa siempre de acuerdo a las leyes del mercado (de la cuales depende la existencia y el desarrollo de la civilización) cualquiera sean sus consecuencias y jamás contra ellas”. Se trata de una ética heterónoma que convierte en normas éticas las reglas necesarias para el funcionamiento de la sociedad de mercado.
 
Los atributos del mercado serían los mismos que la teología cristiana atribuye a Dios. En el lenguaje de Sto. Tomás, sería el ente cuyos trascendentales lo hacen más semejante a Dios. Hayek dice que es más sabio que cualquier hombre o grupo de hombres; que es lo más poderoso que existe en la tierra; es el que da vida porque permite vivir la mayor cantidad de personas; es completamente justo porque da a cada uno en proporción directa de lo que este ha aportado, dice Friedman; y es el mayor organismo vivo, pues posee la autorregulación de sus factores, propio de los seres vivientes. No es extraño, entonces, que el teólogo católico neoliberal Michael Novak haya llegado a decir que las trasnacionales son la expresión de Cristo sobre al tierra, y tal como Él, han sido escarnecidas y perseguidas.
 
Como puede verse, Hayek y los neoliberales han fetichizado el mercado. Teóricamente, ésta ha dejado de ser una institución que depende de la voluntad humana y ha adquirido vida propia, ha sido hispostasiado y convertido en un ser autónomo que rige la vida de los hombres, y de las cuales depende su vida[22]. Desde la perspectiva teológica, los neoliberales lo han transformado en un ídolo, y lo han sacralizado. Otros teólogos católicos han hecho una crítica de esta posición. “El mercado, que se propone como evangelio mesiánico de la salvación, es en realidad una parodia del evangelio, es una antievangelio. Diviniza el sistema, lo convierte en ídolo que sacrifica las mayorías populares. En el mercado, los privilegiados son los ricos, pues producen y venden; los pobres son unos ineptos y parásitos que deberían ser eliminados o sucumbir en un especie de darwinismo social”[23].
 
Por estas razones, la defensa del orden del mercado es más importante que la vida humana, y los neoliberales justifican el uso de la violencia política. Dice Hayek, “siempre hay que hacer un cálculo de vidas”. Es legítimo que una minoría de amigos de la libertad imponga la libertad a la mayoría, señala Hayek citando a Milton[24]. Los golpes de estado y las dictaduras son necesarios si instauran el modelo de sociedad de los neoliberales. Todo régimen liberal, aunque sea una cruenta dictadura, se justifica si libera al mercado de las cadenas del estatismo, e instaura la libertad económica ilimitada. La democracia es sólo un medio que debe ser abandonado si no está en función de un orden neoliberal[25]. Consecuente con su postura teórica, Hayek y Friedman justificaron y apoyaron las dictaduras de Pinochet y de Videla. Hayek viajo dos veces a Chile a avalar la dictadura de Pinochet, a quien consideraba “un general honorable”, diciendo, al modo de Hobbes, si no hay reglas alguien tiene que crearlas. Friedman, por su parte,  diseñó la política económica de shock que instauró la modernización neoliberal en Chile.
 
Más aún, los neoliberales justifican la represión política permanente realizada por el Estado. Friedman elaboró un cálculo económico de dicha represión. Dice que es uno de los signos de una “sociedad libre”, una democracia de mercado, el que permita la expresión de los opositores, pero aconseja controlar la oferta de críticos del mercado, de socialistas. Se debe permitir su existencia pública, pero se debe impedir su proliferación. Para ello debe emplear los recursos represivos del Estado para mantener en un nivel aceptable la oferta de socialista.
 
Este análisis muestra que la paz no es un valor para los neoliberales y su afirmación y defensa más bien puede constituir un obstáculo para el establecimiento y defensa de la sociedad de mercado. En este mismo sentido, Karl Keating en un libro colectivo La libre empresa, imperativo moral ha dicho que “para el hombre civilizado el derecho de propiedad es más importante que el derecho a la vida, sin la propiedad privada reinaría la tiranía y la barbarie. Pero, si defendemos la propiedad aunque sea a costa de la pérdida de algunas vidas, la civilización proseguirá y los sobrevivientes verán las suyas mucho más seguras”[26].
 
El desarrollo y la paz no son reconocidos por la teoría neoliberal como derechos humanos colectivos, puesto que  su radical economicismo sólo acepta considerar como derechos humanos, los derechos individuales cuyo ejercicio es necesario para el funcionamiento del mercado y la competencia. Los derechos económico-sociales son considerados obstáculos al funcionamiento de éste. El desarrollo y la paz requieren de la realización de un proyecto social y nacional de desarrollo, y de un proyecto político y social que, de una parte, cree vías institucionales efectivas para procesar los conflictos políticos y sociales que generan la violencia política y social, y de otra asegure el pleno respeto de los derechos humanos de todos.
 
La modernización neoliberal de estas últimas décadas en nuestra región no ha significado desarrollo, ha producido nuevos y profundos desequilibrios, ha extremado las desigualdades, ha generado altos niveles de desestructuración social, ha condenado a una parte importante de la población a una situación de marginación sin salida, y ha deteriorado gravemente el ambiente. Asimismo, ha agudizado los conflictos sociales y étnicos y la violencia delictual y social. En suma, ha profundizado características propias del subdesarrollo, especialmente las profundas desigualdades sociales, y ha potenciado las diversas formas de violencia social. En conclusión,  la teoría y práctica del neoliberalismo es uno de los mayores obstáculos para la democracia, el desarrollo y el establecimiento de una cultura de la paz en América Latina.
 
Desarrollar una cultura de la paz, consolidar una política sin violencia, crear democracias inclusivas y cambiar el modelo económico y de relación con el ambiente es una tarea colectiva gigantesca, que probablemente constituirá el trabajo de varias generaciones. Pero, debemos tratar de contribuir hoy día a ella, en la mayor medida de nuestras posibilidades, aunque nuestro aporte sea muy pequeño, casi insignificante ante la magnitud de los problemas que nos aquejan. Este es un imperativo moral ineludible e impostergable. Como ha mostrado Hinkelammert, no se trata de un compromiso individual que podríamos rechazar, como sucede si se nos pide asumir una responsabilidad que creemos que no nos corresponde. En este caso, estamos en un dilema civilizatorio radical: o logramos reconstruir nuestras sociedades basadas en los derechos humanos, la solidaridad y la inclusión o aumentará la destructividad social y ambiental a niveles que resulta difícil imaginar: “solidaridad o suicidio colectivo”[27].
 
En estas condiciones, se requiere un enorme y paciente trabajo teórico, de educación y difusión para mostrar que es posible transformar nuestras sociedades de acuerdo a las utopías de la cultura de la paz, la política noviolenta, la democracia social e inclusiva, y un desarrollo armónico con la naturaleza.[28] Esto no significa que estas utopías que sean posible realizarlas plenamente. Estos conceptos pueden ser pensados, pero no son realizables empíricamente. Frente a la desesperanza generalizada no cabe oponer una ingenuidad utópica que cree posible construir una sociedad plenamente armónica y sin conflictos. Estas utopías son principios reguladores que permiten la crítica de la negatividad del presente; evitar el conformismo pesimista, liberando el pensamiento de la facticidad del presente; y  proporcionan criterios para intentar transformar la realidad, y sentidos universales de bien común que orienten dicha transformación[29].
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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[1] Halperín, Tulio, Historia contemporánea de América Latina, Ed. Alianza, Madrid, 1990.
[2] Hinkelmmert, Franz, “La transformación del estado de derecho bajo el impacto de las estrategia de la globalización” y Vergara Jorge, “La concepción del estado de derecho de Hayek y la crítica de Franz Hinkelmmert” en Revista Polis Nº 10, vol. 4, 2005, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile
[3] Hayek, Friedrich (1944), Camino de servidumbre, Alianza Editorial, Madrid, 1984.
[4] Hayek, Friedrich (1960) The Constitution of Liberty, The University of Chicago Press, 1990, London, p. 45
[5] F. Hayek, Individualismos und wirtzchaftliche Ordung, (cit. por Hinkelammert, Franz, Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, ed. Nueva Universidad,  Santiago, 1970, p. 28).
[6] Bourdieu, Pierre,  “Le néolibéralisme, utopie (en voie de réalisation) d’une exploitation sans limites” en Contre-feux, Liber-Raisons D’Agir, 1998, pp. 108-109 (Traducción nuestra).
[7] En este equipo estaba Aníbal Pinto, Juan Eduardo Mayobre, Fernando Enrique Cardoso y otros.
[8] Cardoso, Fernando Enrique (1977), “La originalidad de la copia: la CEPAL y la idea del desarrollo”, en Revista de CEPAL, segundo semestre, Santiago, p. 9.
[9] Sonntag, Heinz (1988), Duda, certeza y crisis. La evolución de las ciencias sociales en América Latina, Ed. Nueva Sociedad, Caracas., p. 20-21.
[10] Ibíd.
[11] Los principales millonarios chilenos figuran ya en el ranking mundial de Forbes y los más importantes grupos económicos están entre los mayores de América Latina.
[12] Vergara Estévez, Jorge, “La experiencia chilena de las privatizaciones”, Laberinto Nº 13, noviembre del 2003.
[13] G. Neyda, Reporte sobre la población carcelaria de Panamá, 2006 http://www.expresionesamp.net/GlobalPages/files/carcel.pdf (Consultado 25.5.2008)
[14] Claude, Marcel, Determinación del nuevo umbral de la pobreza para Chile, Fundación Terram, Santiago de Chile, 2002: http://www.terram.cl/images/storiesrppublicos7.pdf (Consultado 25.5.2008)
[15] Hinkelammert, Franz, “La transformación del estado de derecho bajo el impacto de la estrategia de globalización” Polis Nº 10, vol. 4, 2005.
[16] Echeverría, José,”Las llamadas “nuevas democracias” de América Latina y sus notables limitaciones” en Reflexión y liberación, Año III, Nº 10, Santiago de Chile, p. 27
[17] Ibíd.
[18] Hayek, Friedrich (1978), Nuevos estudios, Eudeba, Bs. As., 1981 y Mises, Ludwig (1927), Sobre liberalismo y capitalismo, Ed. Folios, Barcelona, 1996.
[19] Hayek, Friedrich(1988), La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, Ed. Centro de Estudios Públicos, Santiago, 1990, p. 227.
[20] Ibíd, p. 228. Debe destacarse que el término “parásito” fue ampliamente usado por la ideología nazi para justificar el genocidio de judíos, enfermos, y miembros de las razas que consideraban inferiores.
[21] III Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano, La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Documento de Puebla, conferencia Episcopal de Chile, 1979, Nº 1188, p. 323.
[22] Marx, Karl, El capital. Crítica de la  economía política (1867), tomo I, cap. 1, Ed. Siglo XXI, 1987, México D. F., pp. 87-102.
[23] Codina, Victor, s.j, “Teología del neoliberalismo” en Reflexión y liberación, Año III, Nº 10, Santiago de Chile, pp. 15-16.
[24] Hayek, Friedrich (1960), Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, Madrid, 1978.
[25] Ibíd, cap. VII.
[26] Keating, Karl, “La primera exigencia aceptar la naturaleza humana” en La libre empresa, imperativo moral, Unión Editorial, Madrid, 1973, p. 163. Se trata de un intelectual estadounidense católico conservador
[27] Hinkelammert, Franz, Solidaridad o suicidio colectivo, Ambientito Ediciones, San José de Costa Rica, 2003.
[28] En este sentido, véanse los valiosos aportes de Useche, Oscar “Conferencia Inaugural”; de Elizalde, Antonio, “Desarrollo humano como fundamento del desarrollo social y de la paz”; y de López, Mario, “Sin reconciliación no hay paz” en el Seminario Internacional que dio origen a este libro.
[29] Hinkelammert, Franz (1984), Crítica de la razón utópica, Ed. Dei, San José de Costa Rica

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