Desarrollo,
paz y neoliberalismo *
Jorge
Vergara Estévez**
Introducción
En este artículo se muestra que la teoría neoliberal carece de concepciones
sobre el desarrollo y de la paz, rechaza la idea del desarrollo y legitima el
uso de la violencia política. Estos dos anhelos de los latinoamericanos, el
desarrollo y la paz, tampoco, pueden ser el resultado espontáneo del
automatismo del mercado y de la eliminación del “intervencionismo” estatal. En
este análisis se ejemplificará con el caso chileno que, quizá, es el mejor ejemplo de una sociedad
neoliberal.
Puede decirse que el desarrollo y la
paz son dos aspiraciones permanentes de los pueblos latinoamericanos, las cuales,
en el siglo pasado, fueron reconocidas, internacionalmente, como derechos humanos
colectivos irrenunciables. Estas aspiraciones aparecen tempranamente en nuestra
historia republicana, en el ideario de la emancipación, y como consecuencia de
los conflictos entre los sectores de patriotas sobre el orden político y
respecto al modo de orientar la economía. Durante el siglo XIX, la
administración colonial fue sustituida por los regímenes oligárquicos, la
mayoría de los cuales se impusieron y mantuvieron, mediante el autoritarismo y
_____________________________________________________
* Este
artículo es una versión revisada y ampliada de una ponencia presentada al
Seminario Internacional: “La Paz
y el Desarrollo dentro de los Retos de la Colombia del Siglo XXI”, organizado por el Centro
de Investigaciones y la
Escuela de Paz y Desarrollo por la Universidad Uniminuto, sede Bogotá, 9 al 11 de abril del 2008. Ha sido publicado en
http://ceihs.uniminuto.edu/index.php?option=com_content&task=view&id=52&Itemid=128,
y será incluido en un libro que será publicado por la referida universidad en
el 2009.
** Doctor en
filosofía política de la
Universidad de París VIII, profesor del Doctorado de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad
de Chile. Miembro del Grupo de Filosofía Política del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales:
vergaraestevez@gmail.com.
la violencia. Como señala Halperin
[1],
el orden colonial fue reemplazado por el neocolonial y las economías de la
mayoría de los países de nuestra región continuaron siendo exportadoras de
materias primas e importadoras de productos manufacturados, e incluso se
intensificó esa relación. Esta forma de inserción en la división internacional
del trabajo sigue siendo una de las principales condiciones de la reproducción
de nuestro subdesarrollo.
El desarrollo ha sido una promesa
incumplida durante el siglo pasado, desde fines del período oligárquico hasta
la actual modernización neoliberal que se inició en los ochenta y continúa
hasta hoy. Esta prometió superar los obstáculos del modelo desarrollista y
conducirnos al ansiado desarrollo. Era quizá un proyecto utópico, pues en la
historia de la economía no existen casos de países que se hayan desarrollado
sólo como exportadores de materias primas, aún en los casos de los que poseen
petróleo.
Sin
embargo, el crecimiento económico de los últimos años no parece aproximarnos al
desarrollo, aún en el caso de Chile que aparece como la modernización
neoliberal más exitosa de la región. Desde hace más de treinta años, todos sus
Ministros de Hacienda vienen anunciando que siendo tan favorables los
indicadores macroeconómicos, en diez o 15 años más llegaremos al desarrollo.
Este se asemeja a la línea del horizonte: cuanto más nos aproximamos a ella, más se aleja hasta parecer inalcanzable.
Si entendemos la paz, en su definición
mínima, como ausencia de graves conflictos sociales y políticos, entonces
nuestra región presenta un panorama diversificado, una abanico que van desde
las situaciones de Colombia y Haití hasta las de Costa Rica y Uruguay, que
aparecen como las sociedades de menor nivel de conflictos. Sin embargo, casi todas
nuestras sociedades muestran una tendencia creciente a la violencia social delictual,
familiar, juvenil, policial y otras. Si definimos la paz, no sólo
negativamente, como una situación permanente no sólo de ausencia de graves
conflictos sociales, sino a la vez positivamente sino de respeto de los derechos
humanos de todos, de oportunidades reales para el desarrollo de sus
potencialidades, y de justicia social, nuestras sociedades están muy lejos de
alcanzarla.
Desarrollo y
crecimiento económico
Cabe preguntarse si, después de dos
décadas de modernización neoliberal ésta aún podría contribuir al lograr el
desarrollo y la paz en nuestras sociedades. Esta pregunta nos lleva a
interrogarnos sobre el tema del crecimiento económico y de la paz en la teoría
neoliberal que funda dicha forma de modernización, y esclarecer si el proyecto
neoliberal de sociedad tiene como objetivos el desarrollo y la paz.
La respuesta es negativa en ambos casos. La
teoría y la práctica del neoliberalismo no buscan el desarrollo, sino que se
oponen a éste, y constituyen un importante obstáculo en su realización. Tampoco
la teoría neoliberal se preocupa de la paz, e incluso justifica el uso político
de la represión y los golpes de estado destinados a crear sociedades de
mercado. Para ello, se hará una breve revisión de dicha teoría, y se
ejemplificará con el caso chileno, que es tal vez la única sociedad en el mundo
donde se ha aplicado este modelo sociedad, en forma diversificada, sistemática,
y coherente, durante más de treinta años.
En los textos clásicos de la teoría
neoliberal de Mises, Hayek y Friedman no aparece el tema del desarrollo, aunque
varios de sus principales obras como Fundamentos
de la libertad de Hayek de 1960 y Capitalismo
y libertad de Friedman, de 1962, fueron escritos cuando ya se había
formulado diversas teorías del desarrollo; y se estaba produciendo un
importante debate internacional sobre
las posibilidades y las vías de desarrollo de los países periféricos.
Posteriormente, la Escuela
de Chicago elaboró una esquemática teoría del desarrollo que era una adaptación
de la teoría general del neoliberalismo y la teoría neoclásica del comercio
exterior a los países periféricos.
Esta ausencia y desinterés tiene
varias razones. Desde sus orígenes, la teoría neoliberal fue formulada para los
países desarrollados. Los ejemplos y referencias de en los libros de Mises,
Hayek y Friedman se refieren siempre a los países europeos o de Estados Unidos.
Estos autores se propusieron, desde la década del cuarenta del siglo pasado,
elaborar un proyecto de transformación de los sistemas económicos, sociales y
políticos de esos países. Es una paradoja histórica que dado el origen la teoría
neoliberal haya llegado a convertirse, principalmente, en el modelo social para
los países periféricos. Como ha dicho Stiglitz, muchas de las reformas
estructurales que se exigen a los países periféricos no se intentan aplicar en
las naciones centrales.
Desde 1944, con la publicación de
Camino de servidumbre de Hayek, y
La burocracia de Mises, y poco después
con la creación de la
Sociedad
Mont-Pelérin
en 1947, la preocupación principal de estos teóricos ha sido la destrucción
teórica y política del Estado de Bienestar, que había comenzado a constituirse
en Inglaterra a comienzos del siglo pasado y con el
New Deal en Estados Unidos
[2].
Ellos querían reemplazarlo por un nuevo
orden liberal que llamaron “la sociedad extendida”, “la sociedad abierta”, y
que otros autores llaman “la sociedad de mercado” o la “sociedad neoliberal”.
Hayek sostiene en
Camino de servidumbre[3]
que hay dos y sólo sistemas económicos: el de competencia y el de
planificación central. Ambos son completamente opuestos. El primero se basa en
la propiedad privada de todo tipo de bienes, en el respeto irrestricto de los
contratos, la libertad económica ilimitada y la coordinación económica
espontánea mediante la competencia. El segundo establece la propiedad estatal
de los medios de producción, niega la libertad económica, e instaura la
planificación central del proceso económico. Hayek y Friedman estaban convencidos
que existía una tendencia al equilibrio de los factores económicos, a la que Adam Smith llama “la mano invisible de
la Divina Providencia”. Dice Hayek: ”Más bien hubiera valido describir, quizá ”la mano invisible”, como un modelo invisible
e inobservable. Nosotros somos conducidos por el sistema de fijación de precios
en el mercado, por ejemplo, a hacer las cosas en estas circunstancias de las
cuales no tenemos, globalmente, conciencia, y que producen resultados que nosotros no hemos buscado”
[4].
Dice Hayek que el segundo sistema establece un control sobre todo el proceso económico y los planificadores
centrales deciden qué, cómo, cuanto se produce, con que precios y cómo se
distribuye.
Los neoliberales creían que cualquier
intento de combinar estos dos sistemas lleva al fracaso, y constituye un “camino
de servidumbre”, pues necesariamente conduce a la planificación central y al
totalitarismo. Hayek sostuvo que cualquier forma de “intervencionismo estatal”,
sea la protección de la agricultura o la industria nacional, de los niveles de
salarios, de fijación de precios u otros interferiría el funcionamiento eficaz
de los mecanismos de mercado. Creía que el conjunto de los mercados de una
economía nacional funcionaba como un circuito integrado, de modo que la
interferencia estatal de cualquier de ellos alteraría el conjunto del sistema y
reduciría su eficiencia.
En realidad, el mercado libre de Hayek
es sólo un modelo ideal, que no existe
en ningún país, ni siquiera en Chile, y que no podría realizarse. Este modelo
es un conjunto de fórmulas matemáticas de la competencia perfecta, basado en la
creencia de que existe “un tendencia al equilibrio de los
factores del mercado”. Hayek está conciente de que dicha tendencia no ha sido
probada: “Estamos hasta ahora bastante a oscuras sobre las condiciones en las cuales se supone
la existencia de de este tendencia y la naturaleza del proceso por el cual
se cambia el conocimiento individual”
[5].
El neoliberalismo muestra aquí su dimensión irracional, o su carácter
fundamentalista, pues se basa en una creencia dogmáticamente asumida que no
puede ser cuestionada. Una actitud semejante asume Friedman cuando
reprocha a los críticos del
neoliberalismo que “no tienen
fe en
el mercado”
La teoría neoliberal ha sido cuestionada,
radicalmente, por importantes teóricos sociales entre los que se cuenta
Bourdieu quien escribe: “esta teoría tutelar es una pura ficción matemática basada,
desde su mismo origen, sobre una formidable abstracción, que en nombre de una
concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad identificada con la
racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones
económicas y sociales de las disposiciones racionales respecto de las normas
racionales y de las estructuras económicas y sociales que son, precisamente,
las de producción y reproducción de estas disposiciones y estructuras”
[6].
Hayek opone este modelo ideal al
sistema de planificación central de tipo soviético, cuya descripción tampoco es
convincente, pues dichos países ya habían renunciado a la planificación central
completa. Su planteamiento económico es normativo y deductivo y carece de apoyo
de investigaciones empíricas. En realidad, las economías mixtas a las que
llamaba “intervencionistas”, que se consolidaron en Europa y en América Latina después
de la Segunda Guerra fueron exitosas. Este fue el período de mayor crecimiento
económico y de mejoramiento notable de de los niveles de vida, tanto en Europa
como en América Latina; “el período de oro del capitalismo” como lo llama
Hosbawn. Estos regímenes no fueron caminos de servidumbre, sino la base
económica de democracias sociales estables e incluyentes, especialmente en
Europa occidental.
La temática del desarrollo emerge en
las ciencias sociales y el campo político después de la Segunda Guerra, con
los procesos de descolonización de Asia y África y el establecimiento del nuevo
orden económico mundial. Posteriormente, la conceptualización del desarrollo se
ha ido complejizando y recibiendo diversos aportes de teóricos de Norte y del
Sur. En América Latina, su expresión más importante fue el “cepalismo” de los
sesenta y setenta, es decir a las concepciones y propuestas elaboradas por un
conjunto de brillantes economistas, sociólogos y antropólogos, reunidos por Raúl
Prebish
[7].
“La tesis de CEPAL acerca de las causas y condiciones del subdesarrollo y los
modos de superar los obstáculos del
desarrollo, constituyen, más que “una especie
de marca registrada del pensamiento económico latinoamericano”
[8],
la teoría del desarrollo mas influyente que hasta la fecha se ha producido”
[9].
Ellos cuestionaron la pertinencia de la economía neoclásica – y especialmente de
sus teorías del comercio internacional-, para América Latina, y elaboraron el
llamado “modelo desarrollista” de industrialización sustitutiva, basado en un modelo explicativo de centro-periferia. El
cepalismo fue, teóricamente, una síntesis original en que convergieron la
teoría keynesiana, concepciones estructuralistas y conceptualizaciones propias
[10].
A mediados de los setenta, se produjo
la crisis de las economías keynesianas en Europa y del desarrollismo
latinoamericano, en gran medida basado también en las teorías de Keynes. Los
europeos introdujeron reformas que disminuyeron el Estado de Bienestar, pero lo
mantuvieron. En nuestra región -especialmente en Chile-, se destruyó el
incipiente Estado social para instaurar un modelo económico “hacia afuera”,
neo-exportador, y de modernización neoliberal.
Sus consecuencias sociales de este
modelo en América Latina son bien conocidas: (a) se ha producido en nuestras
sociedades una redistribución regresiva del ingreso nacional, por ejemplo,
Chile era, hasta los setenta, el segundo país más equitativo de América
latina, actualmente es el segundo más desigual; (b) ha aumentado la
concentración de la propiedad y el ingreso a niveles inéditos en la historia
económica del país
[11];
(c) se privatizaron muchas empresas públicas, y nuestros recursos mineros y
otros fueron entregados, casi gratuitamente, a los grupos económicos nacionales
y a las empresas trasnacionales, esto ha
significado pérdidas enormes del patrimonio nacional, el notable aumento de
precios de los servicios y su baja calidad
[12];
(d) se desnacionalizaron las economías, y los países cedieron su soberanía
respecto a la conducción económica a organismos crediticios internacionales;
(e) se debilitaron los servicios sociales, especialmente la educación, la salud
y la previsión; (d) aumentó y se cronificó la pobreza; (e) se han acrecentado
los fenómenos de desestructuración social: marginalización, delincuencia, narcotráfico,
consumo de drogas, y otros.
La relación entre estos procesos
socioeconómicos y el aumento de la delincuencia, se muestra en un estudio
comparado del Banco Mundial que muestra que no son los países más pobres los
que presentan los mayores niveles de delincuencia, sino los que exhiben mayor
desigualdad económica y social. Este es el caso de Chile, cuya distribución de
ingreso se ubica entre las 10 más inequitativas del mundo- donde el primer
quintil, el 20 % de las familias concentra el 60 % del ingreso nacional-, y a
la vez, muestra un alto porcentaje de población penal que alcanza al 2% de la población, y es el más alto de
Sudamérica
[13].
La mayoría de los habitantes de los
países latinoamericanos no tienen acceso a un trabajo que les permita alcanzar
un nivel de vista de modesta dignidad. Un porcentaje significativo aún se
encuentra en la miseria, y no se ha alcanzado la suficiencia alimenticia que
implicaría la superación del hambre y la desnutrición. La mayoría de la
población es aún pobre, incluso en el caso de Chile, puesto que el 70 % de las
familias promedio de cuatro personas no alcanza un ingreso que les permita
cubrir mínimamente sus necesidades, calculado en el 2002, en más de 1.100 dólares
mensuales
[14].
En nuestros países, los derechos
laborales no son habitualmente respetados por los empleadores e incluso, como
en Chile, ni siquiera por las instituciones públicas. Por ejemplo, gran parte
de los profesores secundarios y universitarios trabajan sin contrato, por tanto
sin previsión, ni seguro médico, aunque legalmente deberían hacérseles
contrato. En este país, el movimiento sindical ha perdido casi completamente su
influencia, pues la legislación laboral, heredada de la dictadura, permite a
los empleadores despedir a todos los trabajadores que tratan de crear un
sindicato, y si éste se hubiera creado a todos sus miembros, salvo sus
dirigentes que tienen fuero mientras lo sean.
La modernización neoliberal en
nuestros países ha estado acompañada y posibilitada por una profunda
transformación jurídica y política que ha implicado una regresión del estado de
derecho precedente, y una pérdida de soberanía, impuesta por los organismos
internacionales y realizada por los gobiernos locales. La legislación ha sido
modificada en dos sentidos, de una parte se han reducido o eliminados los
derechos económico sociales, y de otra, se ha acrecentado el carácter
coercitivo del Estado, tanto en el campo de restricción de la libertad de
prensa como en el de los derechos personales
[15].
“Los pueblos de América Latina no pueden en las condiciones actuales, ejercer
la soberanía y la autodeterminación en lo que atañe al derecho a la vida en
cuanto se manifiesta o concretiza como derecho a condiciones equitativas y
satisfactorias de trabajo y la protección contra el desempleo, o como derecho a
un nivel adecuado que asegure la salud y el bienestar, la asistencia médica e y
la educación y los servicios sociales necesarios”
[16].
La pérdida de soberanía se ha realizado
mediante varias vías, el principal ha sido el poder que ejercen los organismos
crediticios sobre los gobiernos
latinoamericanos, desde la crisis de la deuda a comienzos de los ochenta. “El
FMI ejerce de hecho la función de un
súper
gobierno impuesto a los pueblos de América Latina sin consentimiento de los
gobernados y sin que éstos dispongan de las más mínima posibilidad de exigir
cuenta o hacer responsable a tal
súper gobierno
o a sus funcionarios”
[17].
El neoliberalismo y la paz
El tema de la paz no aparece en las
obras de los principales autores neoliberales, ni está incluida en su modelo de
sociedad. Habría tres razones principales que explican esta omisión. La primera
es que la teoría neoliberal está construida de acuerdo a un dualismo y oposición
entre “verdaderos liberales” y “amigos
de la libertad” (Milton) versus los diversos tipos de socialistas, que no
aceptan los principios liberales, y son partidarios de la igualdad y no de la
libertad. Este dualismo es similar al establecido por Carl Schmitt, el
principal teórico del nacional-socialismo, como la base de la política, la
oposición entre amigos y enemigos. Se trata, por tanto de una concepción de
conflicto permanente y insuperable en las sociedades actuales. Esta división de
la humanidad tiene fundamentos biológicos para Hayek, y corresponde a la que se
produce entre la elite minoritaria y la masa que constituye la mayoría. Los
miembros de la masa serían seres movidos por “atavismos arcaicos”: la
solidaridad, la tendencia a distribuir el producto de acuerdo a necesidades y
la propensión al trabajo en equipo. Estos atavismos provendrían de la etapa
tribal de la humanidad. Por ello, Hayek sostiene que las masas están
“insuficientemente civilizadas” y tienen escasa capacidad adaptativa a las
leyes abstractas e impersonales que rigen la sociedad y el mercado. Siendo así no
son exitosas en el mercado y, señala Mises, tienen una actitud de resentimiento
frente al mercado y los que triunfan en éste.
Hayek afirma que las diferencias
socioeconómicas se explican por diferencias naturales, y son una consecuencia
del ejercicio de la libertad económica
[18].
Más aun, en su última obra sostiene, en oposición a la concepción de los
derechos humanos, que “la mera existencia no puede conferir a nadie un derecho
o exigencia moral frente a otro. No todos los seres vivientes tiene derecho a
seguir viviendo”
[19].
Los perdedores en “el juego del mercado” que reivindican su derecho a la vida,
“los que prefieren vivir como nuevos
parásitos
beneficiándose de los productos de un proceso que se niegan a contribuir constituyen
un gran peligro para aquellas instituciones que hicieron posible la formación
de un orden de cooperación humana”
[20].
La elite poseería las cualidades
positivas de las que carecen a las masas. Según Hayek, correspondería sólo al
10 % de la población frente al 90 % de la masa que tiende al socialismo. Serían
plenamente civilizados, es decir rechazan toda forma de solidaridad, toda forma
de piedad y compasión, tal como los seres superiores de Nietzsche. Actúan
movidos por su interés individual; rechazan todo igualitarismo y cualquier
forma de distribución del producto de acuerdo a necesidades. Comprenden las
leyes abstractas que rigen la vida social y el mercado, y siendo los mejor
adaptados para la competencia, triunfan en el mercado y la vida social.
La Doctrina Social de la Iglesia
Católica ha explicitado la profunda relación entre la paz y la justicia. La paz
duradera sólo puede estar fundada en la justicia. Por ejemplo, convoca a los
jóvenes latinoamericanos a “fin de construir “la civilización del amor” y
edificar la paz en la justicia”
[21].
Sin embargo, los neoliberales rechazan toda forma de justicia social. Hayek
considera que se trata de un mito erróneo y peligroso, puesto que no habiendo
criterios objetivos de justicia distributiva, sólo debemos aceptar la justicia
conmutativa del mercado, de intercambio de equivalentes, el
do ut des latino. Hayek y Friedman
sostienen que las decisiones en un mercado libre son siempre justas –aunque
signifiquen la muerte o el perjuicio de muchos-, y jamás podríamos
cuestionarlas en nombre de algún derecho humano, por que no hay ningún derecho
humano, ni siquiera el derecho a la vida, ni apelación a una legislación
universal más allá del orden del mercado. En ese sentido, el mercado es
concebido como el Leviatán hobbesiano. Es decir, posee una primacía ontológica
sobre sus súbditos, es concebido como una suprapersona cuya mantención es más
valiosa que la sus súbditos.
Puede decirse que Hayek,
consiguientemente, establece un nuevo imperativo categórico: “actúa siempre de
acuerdo a las leyes del mercado (de la cuales depende la existencia y el
desarrollo de la civilización) cualquiera sean sus consecuencias y jamás contra
ellas”. Se trata de una ética heterónoma que convierte en normas éticas las reglas
necesarias para el funcionamiento de la sociedad de mercado.
Los atributos del mercado serían los
mismos que la teología cristiana atribuye a Dios. En el lenguaje de Sto. Tomás,
sería el ente cuyos trascendentales lo hacen más semejante a Dios. Hayek dice
que es más sabio que cualquier hombre o grupo de hombres; que es lo más
poderoso que existe en la tierra; es el que da vida porque permite vivir la
mayor cantidad de personas; es completamente justo porque da a cada uno en
proporción directa de lo que este ha aportado, dice Friedman; y es el mayor
organismo vivo, pues posee la autorregulación de sus factores, propio de los
seres vivientes. No es extraño, entonces, que el teólogo católico neoliberal Michael
Novak haya llegado a decir que las trasnacionales son la expresión de Cristo
sobre al tierra, y tal como Él, han sido escarnecidas y perseguidas.
Como puede verse, Hayek y los
neoliberales han fetichizado el mercado. Teóricamente, ésta ha dejado de ser
una institución que depende de la voluntad humana y ha adquirido vida propia,
ha sido hispostasiado y convertido en un ser autónomo que rige la vida de los
hombres, y de las cuales depende su vida
[22].
Desde la perspectiva teológica, los neoliberales lo han transformado en un
ídolo, y lo han sacralizado. Otros teólogos católicos han hecho una crítica de
esta posición. “El mercado, que se propone como evangelio mesiánico de la
salvación, es en realidad una parodia del evangelio, es una antievangelio. Diviniza
el sistema, lo convierte en ídolo que sacrifica las mayorías populares. En el
mercado, los privilegiados son los ricos, pues producen y venden; los pobres
son unos ineptos y parásitos que deberían ser eliminados o sucumbir en un
especie de darwinismo social”
[23].
Por estas razones, la defensa del
orden del mercado es más importante que la vida humana, y los neoliberales
justifican el uso de la violencia política. Dice Hayek, “siempre hay que hacer
un cálculo de vidas”. Es legítimo que una minoría de amigos de la libertad
imponga la libertad a la mayoría, señala Hayek citando a Milton
[24].
Los golpes de estado y las dictaduras son necesarios si instauran el modelo de
sociedad de los neoliberales. Todo régimen liberal, aunque sea una cruenta
dictadura, se justifica si libera al mercado de las cadenas del estatismo, e
instaura la libertad económica ilimitada. La democracia es sólo un medio que
debe ser abandonado si no está en función de un orden neoliberal
[25].
Consecuente con su postura teórica, Hayek y Friedman justificaron y apoyaron
las dictaduras de Pinochet y de Videla. Hayek viajo dos veces a Chile a avalar
la dictadura de Pinochet, a quien consideraba “un general honorable”, diciendo,
al modo de Hobbes, si no hay reglas alguien tiene que crearlas. Friedman, por
su parte, diseñó la política económica
de shock que instauró la modernización neoliberal en Chile.
Más aún, los neoliberales justifican
la represión política permanente realizada por el Estado. Friedman elaboró un
cálculo económico de dicha represión. Dice que es uno de los signos de una “sociedad libre”, una
democracia de mercado, el que permita la expresión de los opositores, pero
aconseja controlar la oferta de críticos del mercado, de socialistas. Se debe permitir
su existencia pública, pero se debe impedir su proliferación. Para ello debe
emplear los recursos represivos del Estado para mantener en un nivel aceptable
la oferta de socialista.
Este análisis muestra que la paz no es
un valor para los neoliberales y su afirmación y defensa más bien puede
constituir un obstáculo para el establecimiento y defensa de la sociedad de
mercado. En este mismo sentido, Karl Keating en un libro colectivo
La libre empresa, imperativo moral ha
dicho que “para el hombre civilizado el derecho de propiedad es más importante
que el derecho a la vida, sin la propiedad privada reinaría la tiranía y la
barbarie. Pero, si defendemos la propiedad aunque sea a costa de la pérdida de algunas
vidas, la civilización proseguirá y los sobrevivientes verán las suyas mucho
más seguras”
[26].
El desarrollo y la paz no son
reconocidos por la teoría neoliberal como derechos humanos colectivos, puesto
que su radical economicismo sólo acepta
considerar como derechos humanos, los derechos individuales cuyo ejercicio es
necesario para el funcionamiento del mercado y la competencia. Los derechos
económico-sociales son considerados obstáculos al funcionamiento de éste. El
desarrollo y la paz requieren de la realización de un proyecto social y
nacional de desarrollo, y de un proyecto político y social que, de una parte,
cree vías institucionales efectivas para procesar los conflictos políticos y
sociales que generan la violencia política y social, y de otra asegure el pleno
respeto de los derechos humanos de todos.
La modernización neoliberal de estas
últimas décadas en nuestra región no ha significado desarrollo, ha producido nuevos
y profundos desequilibrios, ha extremado las desigualdades, ha generado altos
niveles de desestructuración social, ha condenado a una parte importante de la
población a una situación de marginación sin salida, y ha deteriorado
gravemente el ambiente. Asimismo, ha
agudizado los conflictos sociales y étnicos y la violencia delictual y social. En
suma, ha profundizado características propias del subdesarrollo, especialmente
las profundas desigualdades sociales, y ha potenciado las diversas formas de
violencia social. En conclusión, la
teoría y práctica del neoliberalismo es uno de los mayores obstáculos para la
democracia, el desarrollo y el establecimiento de una cultura de la paz en
América Latina.
Desarrollar una cultura de la paz,
consolidar una política sin violencia, crear democracias inclusivas y cambiar
el modelo económico y de relación con el ambiente es una tarea colectiva
gigantesca, que probablemente constituirá el trabajo de varias generaciones.
Pero, debemos tratar de contribuir hoy día a ella, en la mayor medida de
nuestras posibilidades, aunque nuestro aporte sea muy pequeño, casi
insignificante ante la magnitud de los problemas que nos aquejan. Este es un
imperativo moral ineludible e impostergable. Como ha mostrado Hinkelammert, no
se trata de un compromiso individual que
podríamos rechazar, como sucede si se nos pide asumir una responsabilidad que
creemos que no nos corresponde. En este caso, estamos en un dilema
civilizatorio radical: o logramos reconstruir nuestras sociedades basadas en
los derechos humanos, la solidaridad y la inclusión o aumentará la
destructividad social y ambiental a niveles que resulta difícil imaginar:
“solidaridad o suicidio colectivo”
[27].
En estas condiciones, se requiere un
enorme y paciente trabajo teórico, de educación y difusión para mostrar que es
posible transformar nuestras sociedades
de acuerdo a las utopías de la cultura de la paz, la política noviolenta, la
democracia social e inclusiva, y un desarrollo armónico con la naturaleza.
[28] Esto
no significa que estas utopías que sean posible realizarlas plenamente. Estos
conceptos pueden ser pensados, pero no son realizables empíricamente. Frente a
la desesperanza generalizada no cabe oponer una ingenuidad utópica que cree posible
construir una sociedad plenamente armónica y sin conflictos. Estas utopías son
principios reguladores que permiten la crítica de la negatividad del presente;
evitar el conformismo pesimista, liberando el pensamiento de la facticidad del
presente; y proporcionan criterios para
intentar transformar la realidad, y sentidos universales de bien común que
orienten dicha transformación
[29].
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y la experiencia chilena” en Polisemia Nº
1, Revista de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas Nº 1, Universidad
Uniminuto, julio a diciembre, Bogotá.
Idem (2007), “La
crítica de Franz Hinkelammert a la teoría neoliberal”, Racionalidad, utopía y
modernidad. El pensamiento crítico de Franz Hinkelammert, Drs. Estela Fernández y Jorge Vergara (eds.), Editorial Universidad
Bolivariana y Universidad Nacional de Cuyo, Santiago.
Varios
autores, La libre empresa, imperativo
moral, Unión Editorial, Madrid, 1973.
[1] Halperín, Tulio
, Historia contemporánea de América Latina,
Ed. Alianza, Madrid, 1990.
[2] Hinkelmmert, Franz, “La
transformación del estado de derecho bajo el impacto de las estrategia de la
globalización” y Vergara Jorge, “La concepción del estado de derecho de Hayek y
la crítica de Franz Hinkelmmert” en
Revista
Polis Nº 10, vol. 4, 2005, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile
[3] Hayek, Friedrich (1944),
Camino de servidumbre, Alianza Editorial, Madrid, 1984.
[4] Hayek, Friedrich (1960)
The Constitution of Liberty, The University
of Chicago Press, 1990, London, p. 45
[5] F. Hayek,
Individualismos und wirtzchaftliche Ordung, (cit. por Hinkelammert,
Franz,
Ideologías del desarrollo y
dialéctica de la historia, ed. Nueva Universidad,
Santiago
, 1970, p. 28).
[6]
Bourdieu, Pierre, “Le néolibéralisme, utopie (en voie de réalisation)
d’une exploitation sans limites” en
Contre-feux,
Liber-Raisons D’Agir, 1998, pp. 108-109 (Traducción nuestra).
[7] En este equipo estaba Aníbal
Pinto, Juan Eduardo Mayobre, Fernando Enrique Cardoso y otros.
[8] Cardoso, Fernando Enrique
(1977), “La originalidad de la copia: la CEPAL y la idea del desarrollo”, en
Revista de CEPAL, segundo semestre,
Santiago, p. 9.
[9] Sonntag,
Heinz (1988),
Duda, certeza y crisis. La
evolución de las ciencias sociales en América Latina, Ed. Nueva Sociedad,
Caracas., p. 20-21.
[11] Los principales millonarios
chilenos figuran ya en el ranking mundial de
Forbes y los más importantes grupos económicos están entre los
mayores de América Latina.
[12] Vergara Estévez, Jorge, “La
experiencia chilena de las privatizaciones”,
Laberinto Nº 13, noviembre del 2003.
[15] Hinkelammert, Franz, “La
transformación del estado de derecho bajo el impacto de la estrategia de
globalización”
Polis Nº 10, vol. 4, 2005.
[16] Echeverría, José,”Las llamadas
“nuevas democracias” de América Latina y sus notables limitaciones” en
Reflexión y liberación, Año III, Nº 10,
Santiago de Chile, p. 27
[18] Hayek, Friedrich (1978),
Nuevos estudios, Eudeba, Bs. As., 1981 y Mises, Ludwig (1927), Sobre
liberalismo y capitalismo, Ed. Folios, Barcelona, 1996.
[19] Hayek, Friedrich(1988),
La fatal arrogancia. Los errores del
socialismo, Ed. Centro de Estudios Públicos, Santiago, 1990, p. 227.
[20] Ibíd, p. 228. Debe destacarse
que el término “parásito” fue ampliamente usado por la ideología nazi para
justificar el genocidio de judíos, enfermos, y miembros de las razas que
consideraban inferiores.
[21] III Tercera Conferencia del
Episcopado Latinoamericano,
La
evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Documento de
Puebla, conferencia Episcopal de Chile, 1979, Nº 1188, p. 323.
[22] Marx, Karl,
El capital. Crítica de la economía política (1867), tomo I, cap. 1,
Ed. Siglo XXI, 1987, México D. F., pp. 87-102.
[23] Codina, Victor, s.j, “Teología
del neoliberalismo” en
Reflexión y
liberación, Año III, Nº 10, Santiago de Chile, pp. 15-16.
[24] Hayek, Friedrich (1960),
Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, Madrid, 1978.
[26] Keating, Karl, “La primera exigencia
aceptar la naturaleza humana” en
La libre
empresa, imperativo moral, Unión Editorial, Madrid, 1973, p. 163
. Se trata de un intelectual
estadounidense católico conservador
[27] Hinkelammert, Franz,
Solidaridad o suicidio colectivo,
Ambientito Ediciones, San José de Costa Rica, 2003.
[28]
En este
sentido, véanse los valiosos aportes de Useche,
Oscar “Conferencia Inaugural”; de Elizalde, Antonio, “Desarrollo
humano como fundamento del desarrollo social y de la paz”; y de López,
Mario, “Sin reconciliación no hay paz” en el Seminario Internacional
que dio origen a este libro.
[29] Hinkelammert,
Franz (1984),
Crítica de la razón utópica,
Ed. Dei, San José de Costa Rica