Eric Eduardo Sánchez Chávez

 

Desde la proclamación de los Derechos Humanos en la Francia burguesa del siglo XVIII se han conquistado otros nuevos derechos, sobre todo de algunos grupos muy vulnerables como las mujeres, los esclavos y los obreros. Esta proclamación se hace desde una forma de pensar occidental, burguesa y siguiendo una lógica única “universal”,pero no por eso dejan de tener una importancia en la construcción de realidades concretas. En la nueva Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la ONU en 1948, estos derechos siguieron enmarcados en esta única lógica occidental. El presuponer la universidad de estos Derechos es uno de los principales problemas, sobre todo a la hora de hacerlos valer en las relaciones concretas de los seres humanos, que muchas veces se ven afectadas por el interés de individuar dichos Derechos. Así tenemos que unos cuantos tienen más derechos que unos muchos, o unos todos. El presuponer que por decreto los Derechos Humanos valen para todos es una de las problemáticas más graves en esta materia, debido a que se ven sólo como algo que hay que respetar legalmente. Se combate contra el formalismo y la única posible lógica de lectura de estos derechos, así como la violencia que se ejerce contra los grupos más vulnerables.

La concreción de los Derechos Humanos exige una fuerte responsabilidad para las instituciones y organismos que los proclaman y los defienden porque aquellos se encuentran en un diálogo constante con las realidades concretas de cada sociedad, así como con “otras”culturas no-occidentales. Estas instituciones y organismos necesitan tener la sensibilidad y la apertura intelectual para poder ver y combatir las incongruencias que la sola proclamación de los Derechos Humanos conlleva. Estas culturas “otras”que postulan, desde sus prácticas y relaciones de convivencia, pensamientos alternativos a las culturas occidentales están a favor de dicha concreción de los Derechos Humanos. Dichas culturas “otras”exigen, defienden y promueven los Derechos Humanos desde sus realidades concretas, es decir, exigen que estos Derechos tengan un rostro y estén sustentados por la interacción con la realidad. Se apropian de estos Derechos desde y con su realidad, por esta razón consideramos que el territorio juega un papel importante en la defensa de aquellos.

El problema de la concreción de los Derechos Humanos se relaciona con la totalidad desde la cual se piensa y se viven estos derechos. Para la cultura occidental la concreción de los Derechos Humanos se funda en la proclamación de una ley o mandato, es decir, parece suficiente conocer dichos derechos, y la buena voluntad y las buenas intenciones de las personas hacen el resto. No basta conocer los derechos, ni bastan las buenas intenciones para que los Derechos Humanos, más que respetados, sean vividos en y con las culturas. No hay un conocimiento real y concreto de las desigualdades sociales, económicas y de género que presentan cada realidad particular y concreta. Se necesita tener conciencia de las características concretas y reales de cada cultura, ya que es desde la experiencia concreta de los excluidos y los discriminados donde los Derechos Humanos deben de tomar su fuerza y legitimidad. Como dice Luis Villoro: «La exclusión de los derechos humanos no es general, sino concreta y situada»1.

Para que dicho formalismo se mantenga y esta única lógica de lectura de los Derechos Humanos se siga aplicando los más poderosos política y económicamente ejercen su fuerza de coacción en las instituciones y organismos que intentan crear estos vínculos de diálogo con los pensamientos alternativos que conviven en un mismo territorio y que presentan y dimensionan otras realidades. Por ejemplo, en América Latina, existen Naciones que en sus territorios conviven “otras”culturas que combaten, con pensamientos y prácticas alternativas concretas, en contra de estas lógicas únicas y sus formalismos. Estas naciones se han construido a partir de principios liberales que al privilegiar el poder económico, no tienen más intereses que la producción y reproducción de capital, siguiendo una lógica del desarrollo neoliberal, contraria a la lógica de principios políticos diferentes que viven y promueven las “otras”culturas que comparten el mismo territorio. Mientras en el estado liberal se privilegian las prácticas humanas que permiten el ejercicio de la libertad individual, en una comunidad indígena todas sus prácticas y relaciones humanas se fundan en el “bien común”. Por eso, son inevitables los enfrentamientos epistemológicos al interno de estas naciones, los cuales se manifiestan en las prácticas sociales concretas.

Estas lógicas únicas occidentales propagan la maldición de su formalismo al enfrentarse con estos pensamientos alternativos, se reprocha a estos que no sean “universales” y que parten de una realidad concreta, olvidándose que los derechos humanos se crean a partir de una realidad que se estaba viviendo, y que al “universalizarse” se ven seducidos por responder a las exigencias de marcos legales, es decir, el marco legal se vuelve un fin y no un medio, a su vez que se suman el desconocimiento de los desequilibrios de poder al interno de la sociedad, ya que no es lo mismo (dentro de esta lógica), por ejemplo, los derechos humanos de los hombres que los derechos humanos de las mujeres, etc. Estos desequilibrios hacen que se mantenga el status quo, es decir, violencia, desigualdad, discriminación. Así, se clasifica a los movimientos sociales, culturales, de género, obreros, etc., como subversivos y violentos (di per sé) cuando exigen el respeto a los Derechos Humanos.

Se clasifican a estos “otros”,que son todos aquellos y aquellas que no respetan esta lógica única universal que promueve los Derechos Humanos, como peligrosos. Dentro de esta lógica de poder y formalismos, los “otros”más peligrosos son los que les debaten el poder, no para tomarlo2, sino para proponer otras alternativas más humanas y humanizantes. Estos “otros”,se distinguen de los grupos violentos que sirven al poder para justificar la generalización de la violencia, en un “todos contra todos”.El poder al generalizar el problema, etiquetando a todos del mismo modo, generaliza la solución, que por fuerza tiene que ser violenta. Los grupos violentos que son aliados del sistema no representan una amenaza, como lo son los “otros”con pensamientos alternativos humanizantes, porque aquellos contribuyen a la justificación de la violencia al seguir una lógica única. Esta violencia que se sistema, que se institucionaliza, es una de las adversidades que nos obliga a repensar los modos y formas de hacer política, ya que ésta representa la manifestación de los valores, cosmovisiones, principios, etc., que funda la vivencia social y comunitaria de las personas, y que por estas características toda cultura interpela indirectamente a las otras.

La maldición del formalismo se nos presenta en el dilema de lo legítimo y lo legal. Lo legal tiene que ver con este formalismo y su maldición, ya que no da espacio a pensamientos alternativos concretos que ayudan a la convivencia y regeneración de valores que humanizan los derechos y postulados. Por eso, lo legítimo tiene que ver con esto precisamente, con la humanización de las prácticas y relaciones que se viven en una sociedad y/o cultura, es decir, se prioriza la vida humana y las condiciones de posibilidad para ella (la naturaleza). Los líderes políticos, por ejemplo, buscan legitimarse y legitimar sus prácticas dentro de un marco legal que respeta más la aplicación de la ley que la dignidad y la vida de un ser humano. Así tenemos que las culturas “otras”con pensamientos alternativos concretos y humanizantes que amenazan con destruir y regenerar el marco legal que legitima la violencia del poder, postulan un marco legal que garantiza los Derechos humanos en la concreción de la realidad, es decir, que este marco legal responda a una lógica humana y no económica. La formalidad de la ley, mata. He ahí su maldición3.

Pensamientos alternativos desafían al formalismo de este pensamiento occidental, al proponer una nueva lectura de la realidad. Esta confrontación se presenta como un reto, si el reto se acepta, el pensamiento avanza porque abre otras formas de pensar alternativas, a principios epistemológicos otros, particularmente políticos. En las “comunidades indígenas”la política tiene como principio rector el “bien común”,que no es sólo un concepto o una idea, sino una serie de prácticas que se manifiestan en la cotidianidad, por ejemplo, en la creación de una economía solidaria y promover procesos productivos que respetan y conservan la naturaleza, en la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones y formulación de las leyes, etc. Al prevalecer el “bien común”como una práctica que respalda todas las actividades de la comunidad, los Derechos Humanos en esta realidad concreta, presentan otro rostro.

Un ejemplo de estas “comunidades indígenas”,donde se prioriza el “bien común, es la “Comunidad indígena de San Francisco Cherán”4. Esta comunidad obtuvo su autonomía como “Nación P’urhépecha”en el 2011 y se rigen por lo que ellos llaman, Ireta Cherani Anapueri jurámukatecha, es decir, por“usos y costumbres”.Tanto el pensamiento P’urhépecha, como lanormatividad social y política de la comunidad son de tradición oral. Estos elementos se encuentran actuando, conviviendo en y con la realidad, es decir, se contextualizan, se gestan y se regeneran en la vivencia. Esto no quiere decir que se rechace la reflexión escrita de estos elementos, sino que se prioriza la contextualidad, su encarnación o incorporación de éstos en la vida concreta de la comunidad, ya que son parte fundante de sus relaciones cotidianas.

Un elemento fundante de la cosmovisión P’urhépecha es el “ser comunitario”que condiciona cada aspecto o expresión de la vivencia cotidiana y su relación con el ambiente. Y es, precisamente este “ser comunitario”,la piedra angular de la formación política de la comunidad. No se piensa al ser humano como un ser aislado, individuado, sino como un ser comunitario y comunicativo con los demás y con el ambiente al cual pertenece, ya que para el “ser humano P’urhépecha”la relación que se tiene con la naturaleza es vital.

Los puntos fundantes de los Derechos Humanos son privilegiar la vida humana y las condiciones de posibilidad que hacen factible a ésta (es decir, la naturaleza), y las culturas “otras”, y en particular la Comunidad de Cherán, no sólo lo aceptan y promueven en sus prácticas políticas, sino además lo viven y experimentan. Comunidades como Cherán, al comprender las condiciones que hacen posible la vida de todos y todas, no sólo de la comunidad, sino de todas las demás culturas, luchan y resisten contra la imposición de modelos y teorías que violentan estas prácticas que privilegian la vida humana y a la naturaleza. Por eso creemos que la exigencia de respeto de los Derechos Humanos tiene que ir más allá de la buena voluntad de las instituciones y organismos que los promueven y defienden, y enraizarse en una realidad concreta, que efectiva5 y prácticamente realicen estos principios en la vivencia cotidiana de cada cultura y realidad.

 



1 L. Villoro, Tres retos de la sociedad por venir, Siglo XXI, México 2009, p. 22. 

2 Se intenta anular el afán de poder que caracteriza al ser humano en el Estado Liberal y así abrir la alternativa para otro uso del poder, que bien se podría resumir en el lema Zapatista: “Mandar obedeciendo”.

3 F., Hinkelammert, La maldición que pesa sobre la ley, Editorial Arlekín, San José, Costa Rica 2013.

4 La Comunidad se encuentra ubicada en el centro-oeste de México, en el estado de Michoacán de Ocampo. Cuenta con una población de 13 mil habitantes (en su mayoría indígenas).

 

5 “Todo derecho puede entenderse como la exigencia de la realización efectiva de un valor”.L., Villoro, Tres retos de la sociedad por venir,Siglo XXI, México 2009, p. 74.

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