Mtra. Gabriela Hernández Flores

INTRODUCCIÓN

El siglo XX quedó profundamente marcado por los conflictos bélicos que presenció en la primera mitad de su historia. Conflictos que estuvieron acompañados por los fenómenos del fascismo, el totalitarismo y el antisemitismo y que resultaron verdaderas catástrofes para nuestra cultura. En la década de los 40’s se oía decir que Europa estaba agonizando y con ella la cultura occidental por completo. La tarea de explicar y reflexionar en torno a estos acontecimientos era apremiante.

 


 

En el presente trabajo nos concretaremos a analizar brevemente una filosofía que surgió de esta crisis y de este apremio: La filosofía crítica, o dialéctica negativa, o filosofía de la Escuela de Frankfurt, y de entre sus representantes elegiremos a dos de los mejores: Max Horkheimer (Stutgart, 1895-1973) y Theodor W. Adorno  (Frankfurt del Main, 1903-1969). Específicamente nos remitiremos a un texto que elaboraron en conjunto y que es el más representativo e importante de la Escuela: Dialektik der Aufklärung. Philosophische Fragmente, publicado por primera vez en 1944, bajo otro título y con el título definitivo en 1947. Escrito en Estados Unidos, en la llamada “segunda etapa” de le Escuela (etapa de exilio en los E.U., por la persecución nazi a los judíos).

La Escuela de Frankfurt estuvo conformada por pensadores judíos, de clase media-alta, alemanes, con inquietudes y herencia marxistas, y fuertemente interrogados por los acontecimientos de su época y se dedicó a reflexionar en torno a la cultura occidental y a sus orígenes y desarrollo.

El trabajo que presento a continuación es una interpretación personal de los primeros tres capítulos (o primer capítulo y dos excursus) en la que intentaré exponer algunas de la tesis más importantes del texto y de la escuela, subrayando las paradojas de la Ilustración desde la interioridad de las personas que la han vivido y dirigiéndola hacia la negación ilustrada de compasión y arrepentimiento. Para ello, divido el trabajo en cuatro apartados y finalmente expongo mis conclusiones y comentarios. El primer apartado ofrece un amplio concepto de Ilustración, concluyéndolo desde el interior del hombre, en el segundo ilustro este concepto con fragmentos de la obra de Sade y Nietzsche (como se hace en el texto abordado, en el segundo excursus). En el tercero explicito las paradojas que se han dejado notar en los dos anteriores apartados y que muestran el debate de la Ilustración contra sí misma y en el último exploro los tres sentimientos prohibidos por ella y que podrían salvar nuestra cultura. Intento que el hilo conductor de todo el trabajo sean los sentimientos de compasión y arrepentimiento.

DESARROLLO

1. Concepto de ilustración desde la interioridad humana[1]

Hoy dominamos la naturaleza en nuestra mera opinión, mientras estamos sometidos a su necesidad; pero si nos dejásemos guiar por ella en la invención, entonces podríamos ser sus amos en la práctica [2]

Ilustración es, de primera instancia, echar luz a nuestra vida humana. Luz identificada con el conocimiento y la razón. Adorno y Horkheimer ofrecen tres caracterizaciones de este concepto, dos adoptadas de la tradición y una forjada por ellos:

a)    Del postulado baconiano de ser amos de la naturaleza surge un concepto de Ilustración, que es: la tarea de dominar a la naturaleza para poder modificarla.

b)     De la respuesta kantiana ante la pregunta Was ist Aufklärung? surge que: es “la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad” Minoría que “significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro”. Es decir: liberar al ser humano de toda influencia y autoridad.

c)    Y, completan los filósofos, que es “la filosofía que identifica verdad con sistema científico”[3], sistema que equivale a ejercitación técnica y que está alejado de la reflexión sobre sus propios fines.

La Ilustración tiene como tarea liberar al ser humano del miedo y constituirlo en señor de sí mismo y de su (o la) naturaleza, por ello se pronuncia en contra de los mitos y derroca la imaginación y las supersticiones mediante la ciencia, produciendo un desencanto del mundo, prohibiendo a cada ser humano todo misterio, todo deseo de revelación y toda idea de inconmensurabilidad.

Este objetivo sólo puede ser logrado por medio del intelecto y la razón, quienes nos proporcionan un saber-poder que no conoce límites.

Las características más relevantes de la Ilustración son las siguientes:

  • Está íntimamente relacionada con el mito, pues surge contra él y de él (en el mito encontramos raíces hondas del iluminismo, como quedan expuestas en el excursus “Odiseo...”): “La ilustración es el temor mítico hecho radical”[4].
  • Identifica verdad con sistema científico; saber con razón instrumental y dominio; razón con cálculo, planificación y astucia, y por ello rechaza la sugerencia de conocimiento en el arte, la poesía o la religión. La razón pierde todo otro oficio que la instrumentalización (como lo era el ético y el político), esto produce la transmutación de los valores, además de que subsume y desprecia las pasiones y los sentimientos.
  • Tiene como ideal al sistema e intenta reducirlo todo a la unidad.
  • Tiene un afán de dominio y de sometimiento de las fuerzas tanto de la naturaleza como de los demás hombres y en este sentido es totalitaria y coercitiva.
  • Es un continuo proceso de secularización y desacralización rumbo a la “muerte de Dios”.
  • Se pronuncia contra la metafísica y se adopta como nominalismo y nueva filosofía del lenguaje. Utiliza a la palabra y la elocuencia como armas infalibles.
  • Tiene como protagonista al burgués.
  • Defiende el protagonismo del sujeto y el sí mismo y niega la exterioridad. Declara que este sí mismo debe ser forjado para alcanzar su identidad (el adueñamiento de sí) y para ello propone la renuncia, la mortificación y la represión del instinto, sirviendo esto como motor de esta cultura.
  • Promueve la autoconservación.
  • Provoca una reificación y deshumanización, debido a que el ser humano se vuelve sólo una pieza más del sistema científico o estatal.

*En conclusión: Ilustración es, internamente, autodominarnos para desechar el misterio y la exterioridad y poner en su sitio los ídolos de la ciencia y la industria; provocando con ello nuestra propia cosificación. Vivir la ilustración es vivir en la astucia y la elocuencia, ejercer dominio sobre otros y ser al mismo tiempo dominado por el propio sistema, convertirnos en calculadores y estrategas, estar fríos. Desde aquí podemos vislumbrar que compasión y arrepentimiento no cuadran en la visión ilustrada del mundo.

2. La expresión ilustrada en Sade y Nietszche

En el segundo excursus, “Juliette, o ilustración y moral”, Adorno y Horkheimer proponen la obra de Sade como fiel expositora de la ilustración e incluyen varios fragmentos de Nietzsche con el mismo propósito. Tomaremos aquí estos fragmentos porque ellos muestran como ningún otro lo que sucede en el interior de un individuo ilustrado, al final Juliette misma se confesará.

La obra de Sade y Nietzsche, según los filósofos, saca las consecuencias ilustradas que la burguesía ha querido evitar cuando eleva a principio científico el principio destructor y muestra con ello que la razón carece de armas para defenderse de la destrucción y que, más bien, la apoya. Sade y Nietzsche le tomaron la palabra a la ciencia y proclaman la identidad entre razón y dominio. Descubren, por ejemplo, que los principios de la autoconservación conducen a la voluntad de poder y de esta forma revelan el credo secreto de toda clase dominante.

El fenómeno del nazismo -que era visto por Erich Fromm como: resultado de una clase media con ansias de poder, que combina el sadismo con el masoquismo, el sometimiento al “lider” con el odio al débil y al extranjero, siendo el líder la personificación de la naturaleza a la que el hombre se somete[5]- encuentra en estos autores todo su apoyo (como podemos notar en los fragmentos en que formulan un discurso en contra de la debilidad):

Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer. ¿Qué es lo que es más perjudicial que cualquier vicio? La acción compasiva hacia todos los fracasados y los débiles del cristianismo.[6]

Los enfermizos son el gran peligro del hombre: no los malvados, no los “animales de presa”. Los de antemano lisiados, vencidos, destrozados, son ellos, son los más débiles quienes más socavan la vida entre los hombres, quienes más peligrosamente envenenan y ponen en entredicho nuestra confianza en la vida, en el hombre, en nosotros.[7]

Sade y Nietzsche se presentan ante nosotros como profetas del fin de la moral, su nihilismo estriba en la reducción de todo a “medios” de los que se sirve el sujeto en la competencia social.

Hacen una apoteosis de la fuerza y el poder de dominio.

Esta “audacia” de las razas nobles, que se manifiesta de manera loca, absurda, repentina, este elemento imprevisible e incluso inverosímil de sus empresas..., su indiferencia y su desprecio de la seguridad, del cuerpo, de la vida, del bienestar, su horrible jovialidad y el profundo placer que sienten en destruir, en otras las voluptuosidades del triunfo y de la crueldad. [8]

Defienden como natural la condición de dominio de los fuertes sobre los débiles.

Por consiguiente, todo lo que deriva de ahí es natural: su opresión, sus violencias, sus crueldades, sus tiranías, sus injusticias, todas esas manifestaciones... son, por consiguiente, simples, puras como la mano que las grabó; y cuando usa de todos sus derechos para oprimir al débil, para despojarlo, no hace más que la cosa más natural del mundo.[9]

Exigir de la fortaleza –continúa Nietzsche- que no sea un querer-dominar, querer-sojuzgar, un querer-enseñorearse, una sed de enemigos y de resistencias y de triunfos, es tan absurdo como exigir de la debilidad que se exteriorice como fortaleza.[10]

Aunque hacen “excepciones”.

Su egoísmo “apunta a fines muy mezquinos y se limita a ellos. Si las metas son elevadas, la humanidad tiene otro criterio y no juzga a los “delitos” como tales, incluyendo a los más terribles.”[11]

La ilustración es mostrada con todos sus detalles en la obra del Marqués de Sade porque en ella encontramos al sujeto burgués liberado de toda tutela. La novela de éste, de la que Adorno y Horkheimer extraen ejemplos y citas para su exposición, es la Historia de Juliette. El personaje principal de esta obra (Juliette) es una muchacha completamente ilustrada: tiene a la ciencia por credo, opera con la semántica y la sintaxis lógica como el positivismo más moderno, es calculadora, amante del sistema y la coherencia, maneja extraordinariamente bien el órgano del pensamiento racional, alaba la disciplina del delincuente y se propone transigir todas las normas.

Ella demoniza al catolicismo como última mitología y con él a la civilización en cuanto tal. No procede en absoluto con fanatismo. Sino que se limita a cultivar, asidua e ilustradamente, la práctica del sacrilegio... el placer intelectual en la regresión misma... el gusto de destruir la civilización con sus propias armas.[12]

La Chronique scandaleuse de Justine y Juliette, retrata a la Ilustración despojada del último ropaje mitológico como la historia del pensamiento en cuanto órgano de dominio y, desde entonces, dicho pensamiento tiene horror de sí mismo. Los vicios privados en Sade son las virtudes públicas de la era totalitaria. Además, Sade desenmascara el carácter mitológico de los principios sobre los que descansa la sociedad civilizada, según la religión: el decálogo (nulo ante la instancia de la razón formal, ideología), la autoridad paterna y la propiedad.

Un retrato del afán de dominación lo tenemos en el siguiente fragmento:

Volved ateos y amorales a todos los pueblos que queréis subyugar: mientras no adore a más Dios que a vos no tendrá más costumbres que la vuestras, seréis siempre su soberano... Ahora bien, en compensación dejadle la más amplia facultad del crimen sobre sí mismo; no le castiguéis jamás, a no ser que sus dardos vayan dirigidos contra vos[13]. 

*Juliette nos revela cuál es el estado interno del ser humano fervientemente ilustrado como lo es ella misma:

He llegado al punto –dice Juliette al Papa- de no tener nada sagrado, al punto de desear, como Tiberio, que el género humano no tenga más que una cabeza para tener el placer de cortarla de un solo golpe.[14]

3. Las paradojas ilustradas y la ilustración contra sí misma.

Si una de estas dos fuerzas morales: el amor mutuo y el respeto, desapareciera, “entonces la nada (de la inmortalidad), con las fauces abiertas, se tragaría el reino entero de los seres (morales), como una gota de agua.”[15] 

La ilustración se muestra finalmente contradictoria y postula principios que después rechaza, algunas de las contradicciones en las que incurre son:

a)    Intentando acabar con la coacción de la naturaleza, impone una coacción social mayor.

Todo intento de quebrar la coacción natural quebrando a la naturaleza cae tanto más profundamente en la coacción que pretendía quebrar.[16]

b)    El poder del sistema crece sobre los hombres, en la medida en que disminuye el poder de la naturaleza sobre los mismos.

c)    Surge contra los mitos y es el mayor de todos ellos. O: surge contra los mitos y en realidad surge de ellos.

d)    Sostiene que todo ser puede ser penetrado por la ciencia, pero que la ciencia no puede penetrar el ser.

e)    Tiende a lo nuevo aunque no hay nada nuevo que la razón no haya puesto en el objeto desde antes.[17]

f)     Si el animismo vivificaba los cosas, el industrialismo reifica las almas.

g)    “La miseria, como contraposición de poder e impotencia, crece hasta el infinito junto con la capacidad de suprimir perdurablemente toda miseria.”[18]

h)   Los dominadores, que se presentan como ingenieros de la historia universal y dan el nombre de necesidad objetiva a sus maquinaciones, no creen en ninguna necesidad. Sólo consideran como invariablemente necesario el proceso con que cada subida decretada de nivel de vida los hace un grado más impotentes.[19]

Todos estos absurdos llevan finalmente a que la razón de la sociedad racional esté superada.

He dejado para el final, y para exponerla con más calma, una contradicción o paradoja que surge en la ética ilustrada y que podemos analizar desde la filosofía de Kant:

Kant enuncia dos tipos de razón: la pura y la práctica, la primera indaga en la ciencia y la segunda en la moral. Al parecer, estos dos tipos de razón, que en principio no se contradecían, combaten y triunfa la primera, postulándose como razón científico-técnica y dominadora.

La razón pura kantiana desemboca y apoya la lógica de la industrialización con más fuerza que lo que la razón práctica podría oponerse a la utilización del ser humano como medio, mediante su imperativo categórico; pues la razón instrumental que ha surgido de la concepción kantiana llega incluso a considerar supersticiosa toda moral e inconveniente para sus fines.

El burgués que se privara de una sola ganancia por el motivo kantiano del respeto a la mera forma de la ley no sería ilustrado, sino supersticioso, sería un loco.[20]

 

De esta manera, en la medida en la que la razón funciona con arreglo a los fines como mera ciencia sistemática, allana, junto con las diferencias, también el interés común.

La razón práctica kantiana entra en crisis, no ha podido sostenerse y nos parece que hay un vínculo indisoluble entre razón y delito. Es imposible ofrecer desde la razón un argumento de principio contra el asesinato. Probablemente la solución está en que las fuerzas morales provienen, más que de la razón, de algunos sentimientos específicos, como son: el amor, la compasión y el arrepentimiento.

*Vislumbramos en el interior del hombre ilustrado una profunda contradicción que se debate entre sus principios y sus sentimientos, entre sus postulados y las consecuencias de los mismos, una ilustración finalmente suicida.

4. Arrepentimiento, compasión y amor.

Los sentimientos prohibidos por el ideal ilustrado son tres: el remordimiento, la compasión y el amor. Pero, al tiempo que éstos son negados, es negada con ellos la humanidad.

Esta prohibición es herencia de la burguesía y de la filosofía, pues estos sentimientos no se sostienen ante ella.

a) Remordimiento o arrepentimiento:

La libertad frente a los remordimientos es ante la razón formalista tan esencial como la libertad frente al amor y el odio. (...) Spinoza dice al respecto: “El arrepentimiento no es una virtud, o sea, no nace de la razón...” como buen maquiavélico, piensa que la humildad y el arrepentimiento, como el temor y la esperanza, son, no obstante su irracionalidad, muy útiles (...) en la política.[21] 

            b) Compasión:

Si ya el remordimiento era considerado como irracional, la compasión constituye el pecado sin más. Quien cede a ella “pervierte la ley general: de donde resulta que la piedad, lejos de ser una virtud, se convierte en un vicio real, desde el momento en que nos lleva a turbar una desigualdad exigida por las leyes de la naturaleza.”[22]

Commiseratio es humanidad en forma inmediata, pero al mismo tiempo “mala et inutilis”, en cuanto es lo opuesto a la valentía varonil que, desde la virtus romana pasando por los Médicis hasta la eficiencia bajo los Ford, siempre fue la única verdadera virtud burguesa. Afeminada y pueril... (...) De la mujer proceden “las explosiones de ilimitada compasión”[23]

El rechazo de la compasión se convirtió para los fascistas en rechazo de la indulgencia políticas y en apelación a la ley marcial.

            c) Amor:

En la época de la gran industria el amor es anulado[24].

El amor es un concepto no científico. “llamo así sólo a las debilidades del espíritu”.[25]

El amor es afectado en su mismo centro debido a la mecanización del placer y a la desfiguración de la nostalgia en ilusión y engaño como obra del progreso.

Todo tipo de amor es anulado por la industrialización, esto se debe a que la familia ha dejado se ser la base económica del burgués. Antes, el amor era la pasión propiamente humana, pero ahora ha sido revocado como juicio de valor condicionado por el sexo.

Por otra parte, el amor romántico es desenmascarado como pura racionalización del impulso corporal, es un velo. La zoología nos enseña que el “amor” o la atracción sexual es en su origen esencialmente “sádico”, le resulta esencial infligir dolor, es cruel como el hambre. De este modo, la civilización nos reconduce, como último resultado, a la terrible naturaleza.

El amor que debía humanizar la sociedad es desenmascarado como retorno a la idolatría; cae como metafísica bajo el veredicto de la ciencia y la industria, todo amor en cuanto tal, no sólo el sexual, pues ante la razón ninguno es capaz de resistir.

El arrepentimiento surge de la compasión y ésta del amor. Los tres sentimientos, de una apertura que fue cancelada desde el inicio, desde que se enunció la ilustración como estar en sí mismo, como negación de la exterioridad, como ya tenerlo todo de antemano. Apertura hacia el misterio, la incomensurabilidad, la debilidad: el otro. Todas las palabras que prohibe o cancela la ilustración pueden intercambiarse por esta última: otro.

Porque el amor, la compasión y el arrepentimiento no son meros sentimientos como hace creer la razón científico-técnica y empirista, forman parte del conocimiento negado por la razón cuando expulsó de sus criterios al arte y a la religión. Son, como hemos visto, lo que nos humaniza, lo más humano que hay en nosotros, lo que guarda el corazón. Muchos filósofos posteriores han abordado estos temas: la relación y el vínculo en el que siempre se haya el ser humano, el misterio profundo que es para sí mismo, etc. Sabiduría que estaba en esos mitos negados por la ilustración y cuya negación produjo en la cultura occidental tantas catástrofes. Estos son, tal vez, los principios que pueden reconciliar a la naturaleza con la civilización y pueden devolvernos la esperanza y la utopía, de las que estamos tan necesitados para recuperarnos, después del siglo XX.

CONCLUSIONES Y PROPUESTAS

Adorno y Horkheimer hacen un estudio detallado de la cultura occidental, orígenes y desarrollo, y muestran todos los elementos que hasta aquí expusimos, excepto las finales consideraciones. Su teoría es más bien pesimista y melancólica, añora la utopía, pero no saben cómo recuperarla. De este pesimismo están cargadas muchas de las filosofías del siglo XX, son los residuos del desencanto y del dolor que produjeron las dos guerras. Todos los optimismos y las promesas mienten. Sin embargo, considero que no podemos permitir que este estado en la filosofía y en el pensamiento continúe. Necesitamos encontrar o inventar alguna solución, la filosofía no puede ser sólo crítica negativa (como lo es para la escuela de Frankfurt), aunque no niego que haya sido muy interesante y “útil” hasta el momento, y también muy acertada.

Las raíces del gran árbol de la Ilustración han sido desenterradas y el veredicto doloroso de la Escuela de Frankfurt es que barbarie y cultura son inseparables, sin embargo, hubo tal vez un detalle que pasó desapercibido, un punto mínimo del que puede manar la esperanza: la compasión, el arrepentimiento y el trabajo directo sobre el corazón. La piedra rechazada por los constructores puede ser ahora la gran piedra angular. La cultura occidental puede arrepentirse de la guerra e irla purgando poco a poco, o cada uno, seres ilustrados, podemos girar las tuercas de la ilustración y hacernos débiles.

La debilidad, tan rechazada por todos los ilustrados, es la primera inclinación hacia los otros, hacia necesitar del otro y cooperar con él y amarlo. El corazón del débil es el único cimiento firme para una nueva sociedad, el corazón que se compadece, que se arrepiente y se transforma.

BIBLIOGRAFÍA

Principal:

HORKHEIMER, M. y ADORNO, T.; Dialéctica de la Ilustración, Ed. Trotta, Madrid, 2004, pp. 59-163.

Secundaria:

BUCK-MORSS, S.; Origen de la dialéctica negativa, Siglo XXI, México, 1981, pp. 358-367.

ESTRADA, J.; La teoría crítica de Max Horkheimer, Universidad de Granada, Granada, 1990, pp. 98-126.

JAY, Martín; La imaginación dialéctica, una historia de la escuela de Frankfurt, Taurus, Madrid, 1991, pp. 83-150 y 409-450.

SOLARES, B.; Tu cabello de oro Margarette... fragmentos sobre odio, resistencia y modernidad, Porrúa, México, 1995, 169 p.

WALDMAN, G.; Melancolía y utopía: La reflexión de la escuela de Frankfurt sobre la crisis de la cultura, UAM-Xochimilco, México, 1989, 95p.

ZABLUDOVSKY, G.; La escuela de Frankfurt y la crítica a la modernidad. Introducción al pensamiento de Max Horkheimer y Herbert Marcuse, UNAM, México, 1996, p. 57 


[1] Dialéctica de la ilustración es una denuncia contra la razón ilustrada (o razón técnico-científica) dirigida en tres campos íntimamente conectados entre sí: el de la opresión de la naturaleza externa, de la sociedad y de la naturaleza interna al hombre mismo (así lo señala Juan Antonio Estrada en La teoría crítica de Max Horkheimer, p. 118.). El concepto Ilustración puede ser definido desde cualquiera de estos campos, aquí lo definiremos desde el tercero.

[2] BACON, F.; citado en Dialéctica de la ilustración, Trotta, p. 60.

[3] Dialéctica de la Ilustración, p. 132.

[4] Op. cit., p. 70.

[5] ESTRADA, Juan Antonio; La teoría crítica de Max Horkheimer, p. 121.

[6] NIETZSCHE, F; citado en Dialéctica de la Ilustración, p. 144.

[7] NIETZSCHE, F; citado en Op. cit., p. 145.

[8] NIETZSCHE, Genealogía de la moral, citado en Ibid., p. 144.

[9] Ibid., p. 146.

[10] Ibid., p. 145.

[11] Ibid., p. 146.

[12] Ibid., p. 141.

[13] SADE, Historia de Juliette, citado en: Ibid., p. 136.

[14] SADE, Historia de Juliette, citado en: Ibid., p. 157.

[15] KANT, citado en Ibid.

[16] Ibid., p. 68.

[17] “No hay ser en el mundo que no pueda ser penetrado por la ciencia, pero lo que puede ser penetrado por la ciencia no es el ser. El juicio filosófico tiende a lo nuevo, y sin embargo no conoce nada nuevo, puesto que siempre repite sólo aquello que la razón ha puesto ya en el objeto.” Ibid., p. 80.

[18] Ibid., p. 91.

[19] Ver, Ibid., p. 91.

[20] Ibid.p. 133.

[21] Ibid., p. 142.

[22] Ibid., p. 147.

[23] Id.

[24] Ibid., p. 152.

[25] SADE, La filosofía en el tocador, citado en Ibid., p. 154.

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