9 febrero, 2014

Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista

En su último y recién aparecido libro, Zygmunt Bauman dice que ya tenemos suficientes evidencias para rechazar “la teoría del goteo”. La riqueza acumulada por las clases más ricas no se ha “filtrado” en absoluto hacia abajo ni nos ha hecho más ricos al resto, ni nos ha hecho sentir más seguros y optimistas respecto a nuestro futuro y el de nuestros hijos, ni tampoco nos ha hecho más felices. Sin embargo, debemos preguntarnos por qué, a pesar de su evidente efecto en nuestro empobrecimiento e infelicidad, seguimos tolerando la desigualdad. Para ello analiza algunas de las grandes mentiras sobre las que se asienta una mentira todavía mayor (la del título del libro):

  1. El crecimiento económico es la única manera de hacer frente y superar todos los desafíos y los problemas que genera la coexistencia humana.
  2. El crecimiento continuo del consumo es quizás la principal y mas eficaz manera de satisfacer la búsqueda humana de la felicidad
  3. La desigualdad entre hombres es natural, y adaptada las oportunidades de la vida humana a esta regla nos beneficia a todos, mientras que intentar paliar sus efectos nos perjudica a todos.
  4. La competitividad (con sus dos caras: el reconocimiento del que se lo merece y la exclusión/degradación del que no se lo merece) constituye de manera simultanea una condición necesaria y suficiente de la justicia social, así como de la reproducción del orden social.

Bauman desarrolla estas ideas en poco más de 100 páginas bien escritas y con letra grande, que se leen con gran facilidad, a pesar de ser un texto filosófico. Abre el libro (Capitulo 1: ¿Hasta que punto hay desigualdad hoy?) con una serie de datos que ilustran como la riqueza generada en las ultimas décadas, se ha concentrado cada vez más en menos manos, aumentando la distancia entre el 1% cada vez más rico y el 99% cada vez más pobre. El mundo de la desigualdad está creciendo y el precio de la desigualdad es crear dos mundos, cada vez más distanciados y aislados.  La población que se encuentra en el mundo perjudicado por esta creciente desigualdad es cada vez mayor y engloba a la llamada clase media que se degrada al nivel del precariado. Además, como sabemos, parte de este precio es nuestra (mala) salud.

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Portada del libro: Zygmunt Bauman. ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Paidos. Enero 2014

Los pocos que se benefician de este sistema social y económico desregulado y ajeno al bien común, pueden hacerlo porque los “principios de injusticia”, antes enunciados, están firmemente asentados en nosotros (Capitulo 2: ¿Por qué toleramos la desigualdad?). Cambiarlos no es fácil porque es ir contracorriente. La colaboración y la solidaridad no solo son impopulares, sino que suponen una elección difícil. La gran mayoría, aunque tenga intenciones, creencias y valores nobles, se enfrentan a realidades de codicia y corrupción omnipresentes, de rivalidad y egoísmo en todas las partes. Cambiar requiere algo más que un cambio de mentalidad, requiere un cambio drástico en nuestra manera de vivir.

Al repasar las mentiras sobre las que se asienta (Capitulo 3: Algunas grandes mentiras sobre las que se asienta la gran mentira), Bauman nos hace preguntas como: ¿Cuánto crecimiento económico es suficiente? ¿Qué se necesita para una buena vida? Bauman dice que los libros y estadísticas de organizaciones como la OCDE, que siguen apostando por el crecimiento, ocultan los datos que muestran que un incremento de la riqueza total va de la mano de una profundización de la desigualdad social. Lo fundamental aquí no es la producción de la riqueza, sino su distribución[1].

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Zygmunt Bauman obtuvo en 2010 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. / Foto: CRISTÓBAL MANUEL. El Pais, 18 de enero de 2014.

Por otra parte vivimos en una sociedad de consumo en el que el camino de la felicidad pasa por el ir de compras. Las tiendas son farmacias para cada problema real o posible de nuestra vida. Entramos en el juego de ser más que los demás al poseer cosas y mercancías, en el juego de la desigualdad de las posiciones sociales. Asumir otros modelos de convivencia y relaciones sociales, no determinados por el consumo y el egoísmo, es muy difícil para nosotros.

Bauman aboga por el resurgimiento y redescubrimiento de los casi olvidados placeres de la convivencia, de la solidaridad y de la cooperación en la consecución de objetivos compartidos. Lo cual supone una revisión radical de nuestra forma de vivir y relacionarnos. Una relación simétrica con las personas, que suponga el reconocimiento del otro o la otra, como sujeto y no como objeto de consumo. Y la conciencia de que la desigualdad no es algo natural e inalterable, sino que juntos, mediante la solidaridad y la cooperación, se puede y se debe cambiar. En resumen, Bauman dixit: ¡Sí, se puede!


 [1] Al leer esto me vino a la mente el proverbio chino que citaba el expresidente Felipe González en los años 80 (“No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones” ¿Os acordáis?), para justificar su apuesta por políticas que difícilmente podían ser denominadas como “socialistas”. También lo asocié con la metáfora de la tarta, utilizada por él y por el ministro Solchaga: que hay que fabricar primero la tarta , para que luego podamos repartirla. Servía para justificar la prioridad (por encima de politicas sociales distributivas) de la desregulación del mercado y las facilidades a la acumulación capitalista, pues esta es una condición previa que sería seguida de una distribución de la riqueza. La realidad nos ha hecho ver que era importante el color del gato, porque si damos juego a los gatos negros, no solo cazan los ratones que les da la gana, sino que nos amenazan con dar el servicio en otra casa, si no les damos todo lo que nos pidan y, además, acaban haciéndonos sus esclavos o deshauciándonos de nuestro propio hogar. También que, aunque la tarta crezca, la hora del reparto nunca llega, y no solo nos caen cada vez menos migas de la tarta fabricada con nuestro esfuerzo, sino que nos hemos dado cuenta que el crecimiento de esta tarta es directamente proporcional a nuestro hambre. Y lo peor, como dice Bauman, es que estos cuentos, como el del gato y el de la tarta, siguen colando… año tras año, elección tras elección.

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