Resumen

 

La actual crisis económica mundial puede ciertamente caracterizarse como una de carácter sistémico y global, conjugándose a la vez con una crisis de civilización que pone en jaque no solo al sistema económico, sino, al sistema de vida. Que no se trata de una crisis cíclica más es un hecho reconocido, pero necesitamos precisar el carácter de la misma, al menos de manera inicial y preliminar. En este ensayo apoyamos la tesis de una crisis sistémica global, pero sin dejar de advertir que los fundamentos del capitalismo también están mostrando sus límites históricos y exacerbando las amenazas globales sobre las condiciones de existencia de la vida; sin que por ello se trate, necesariamente, de una crisis terminal; y tanto las opciones capitalistas, como las post capitalistas y las anti capitalistas están a la orden del día.

 

 

Palabras clave: crisis sistémica global, crisis general de valorización, límites históricos del capitalismo, amenazas globales.

 

Abstract

 

The current global economic crisis can certainly be characterized as a systemic and global one, combined with a crisis of civilization that puts in check not only the economic system, but the whole system of life. That it is not a simple cyclical crisis is widely acknowledged, but we need to specify the nature of it, at least in an initial and preliminary manner. In this essay we support the thesis of a global systemic crisis, but still warned that the foundations of capitalism are also showing its historical limits and exacerbating global threats on the conditions of existence of life without it is required of a terminal crisis, and both options capitalists, post-capitalist and anti-capitalists are on the agenda.




Keywords: Global systemic crisis, valorization general crisis, historic limits of capitalism, global threats.

 

 

 

Introducción

 

Con el estallido de la primera crisis general del capitalismo posterior al fin de la segunda guerra mundial, ocurrida a mediados de los años 70, un primer acuerdo teórico altamente consensuado entre los estudiosos del sistema capitalista fue el siguiente: la época de oro del capitalismo de la posguerra (1945-1973), había llegado a su fin. La fecha exacta de este fin no es posible de precisar, ya que la productividad laboral había comenzado a declinar en los Estados Unidos desde fines de los años 60 y el fin de la convertibilidad oro-dólar decretado por Richard Nixon en 1971 antecedieron tanto a la primera crisis del petróleo como a la recesión de los años 74-75.

 

Otro resultado, menos consensuado pero bastante extendido entre los críticos del sistema fue que lo que estaba llegando a su fin era la fase A (ascendente) del último ciclo largo de Kondratieff (fase iniciada luego del fin de la guerra), con lo que su fase B (descendente) recién iniciaba. El menor consenso con respecto a este segundo punto pasa, desde luego, por la aceptación o no de una teoría tal de las ondas largas, con ciclos de aproximadamente cincuenta años de duración. Y es que si bien pueden identificarse regularidades estadísticas que dan cuenta de estas fases de ascenso y descenso en el largo plazo, más allá de los ciclos cortos (menos de diez años), lo cierto es que no existe una teoría coherente que de cuenta de estos ciclos de largo plazo. Existen explicaciones marxistas y schumpeterianas para los mismos, pero diversos economistas e historiadores de la economía capitalista simplemente niegan su existencia.

 

Pero lo cierto es que, con ciclos de Kondratieff o sin ellos, el período 1945-1973 no conoció ninguna crisis económica de alcance internacional, mientras que en los últimos treinta y cinco años ya contabilizamos al menos cinco (73-75, 80-82, 90-91, 2000-2001 y 2008-¿?), ésta última de alcance global y no solo internacional. La profundidad y extensión de estas crisis o recesiones han sido variables, siendo muy extendidas las crisis del 73-75, la de 80-82 y la actual crisis global, al tiempo que las otras dos fueron superadas rápidamente, siempre con el impulso y el “salvataje” del Estado. Y aunque los antecedentes de la crisis actual suelen llevarse a la respuesta de los bancos centrales frente a la crisis de 2000-2001 y la consecuente creación de la burbuja inmobiliaria, lo cierto es que un análisis más profundo debe llevarnos hasta inicios de los años 70 del pasado siglo, a fin de descubrir las causas que explican el fin del período de larga prosperidad de la posguerra y las razones de por qué los cambios  y transformaciones introducidos desde entonces (que no han sido pocos ni superficiales), no han impulsado el sistema capitalista mundial hacia un nuevo período largo de ascenso (una nueva fase A de Kondratieff), ya sea en términos de tasas sostenidas de crecimiento del producto o del comportamiento del volumen y las tasas de ganancia de las grandes empresas, hoy convertidas en empresas transnacionales.

 

Al parecer, las dificultades para la reproducción normal y ampliada del capital mundial son cada vez mayores (las crisis se generan con mayor frecuencia y el estímulo estatal requerido para salir de ellas es cada vez mayor y con resultados menos sostenidos), lo que estaría dando cuenta de al menos tres elementos significativos que debemos resaltar:

 

a)     La profundidad del “deterioro” en las condiciones de valorización/reproducción del capital a nivel mundial, pues de otra manera, una nueva fase ascendente del capitalismo mundial ya hubiera iniciado (y de hecho se pensó erróneamente que la misma había dado inicio a mediados de los años 90).

 

b)    La seriedad de los obstáculos y las contradicciones por las que atraviesa la acumulación capitalista mundial, la cual no ha podido ser relanzada aun con la antigua URSS y China ahora plenamente integradas en la economía mundo capitalista. No parece entonces que se trate de un problema “de mercados”, incluso teniendo presente las enormes desigualdades en la distribución de los ingresos y su acrecentamiento en las últimas décadas de política neoliberal. Habrá entonces que escudriñar en las causas y determinantes más profundos de la acumulación del capital.

 

c)     Paradójicamente, hemos de advertir los limitados alcances de las vastas transformaciones introducidas (económicas, sociales, tecnológicas, ecológicas, institucionales, culturales) para enfrentar la crisis, reestructurar el sistema y relanzarlo a una nueva fase A de Kondratieff, que se suponía debía haber iniciado a mediados de los años noventa. Como veremos, los cambios han sido profundos y orientados concientemente hacia la transformación del sistema, pero los magros resultados no dejan de sorprender.

 

Con respecto al último punto recién apuntado (las transformaciones en curso desde inicios de los ochenta), sobresalen cuatro intentos de superación de la crisis de reproducción que podemos agrupar y diferenciar:

 

a)     Los llamados ajustes estructurales, aplicados particularmente en el Sur, esto es el neoliberalismo (o Consenso de Washington) tal como se aplicó en el Tercer Mundo, que ha incluido medidas casi estandarizadas promovidas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los propios gobiernos nacionales. Mencionemos las más importantes: i) la apertura indiscriminada (e incluso unilateral) hacia los movimientos del capital comercial y financiero internacional, ii) la redefinición de las funciones económicas y sociales del Estado a favor de las nuevas modalidades de acumulación (modelo aperturista), iii) la privatización (en mayor o menor medida) de los servicios públicos (transporte, salud, educación, energía, telecomunicaciones, seguridad), iv) la flexibilización y precarización laboral, con importantes retrocesos en los derechos laborales otrora ganados por los trabajadores, v) la liberalización y desregulación de precios, incluso de los productos de primera necesidad, vi) la redistribución regresiva de los ingresos (incluso concientemente, como en los gobiernos de Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos), vii) las nuevas formas del desarrollo desigual impulsadas por las grandes empresas transnacionales y los gobiernos de los países capitalistas industrializados, incluyendo el desarrollo ecológicamente desigual y, más recientemente, los tratados de libre comercio de “nueva generación”, con sus políticas de cero distorsiones para el capital internacional.

 

b)    La revolución científico técnica en el Norte (microelectrónica, informática, inteligencia artificial, tecnologías de la información, los nuevos materiales, etc.), que se suponía crearía las condiciones técnicas para un salto cualitativo en la productividad de los sectores de punta, tanto de bienes materiales como de los servicios. Ciertamente, dicha revolución ha permitido continuar, hasta cierto punto, con los procesos de automatización y robotización en las industrias de bienes materiales, presionando hacia el desempleo tecnológico en estos sectores, pero no ha tenido efectos similares en los sectores terciario y cuaternario, si bien son estos la punta de lanza de la nueva estrategia de la acumulación mundial para los países capitalistas industrializados y sus empresas transnacionales.

 

c)     La nueva estrategia de acumulación de capital a escala mundial conocida como “globalización”, que incluye nuevos actores y nuevas formas de creación y apropiación de la riqueza social. Mencionemos las transiciones más importantes de esta dinámica de alcance mundial: i) de la tradicional apropiación de los recursos naturales de la litosfera (recursos del suelo y el subsuelo), que continúa, a la apropiación de la biosfera en su conjunto (los “cielos abiertos”, el espacio cibernético, la misma órbita terrestre, la biodiversidad), ii) de las antiguas empresas de compra-venta mundial a las empresas de producción mundial, que han reorganizado la división internacional del trabajo de acuerdo a sus intereses, iii) de la propiedad privada de los tradicionales factores de la producción (que se profundiza) a la privatización del conocimiento (propiedad intelectual), iv) de la explotación del trabajo directo (que extiende su precarización y aumenta la masa de excluidos –fuerza de trabajo redundante para el capital mundial) a la explotación del llamado “capital humano”, que no es otra cosa, como veremos, que el intento de subsumir realmente (y ya no solo formalmente) al trabajo conceptual.

 

d)    La llamada financiarización de la economía, esto es, el sistema financiero convertido en un gigantesco y corrupto mecanismo de acumulación, apropiación y concentración de capital, en creciente desconexión de la economía real y girando sobre sí mismo, en un intento fallido por mantener y elevar la rentabilidad del capital mediante la continua invención de “innovaciones financieras” y la voraz cacería de nuevas utilidades que solo redistribuyen el valor ya creado; y que alimentan la formación de renovadas burbujas que se inflan y estallan una tras otra.

 

Estas vastas transformaciones han revitalizado la rentabilidad del capital mundial, pero solo de manera temporal, limitada e incluso ilusoria (períodos 1985-1989, 1993-1999, 2002-2007), al tiempo que han hecho surgir amenazas globales sobre la vida en el planeta: la crisis de exclusión, la crisis de las relaciones humanas, las crisis ecológicas (del agua, de la biodiversidad, del calentamiento global), entre otras.

 

Pero también hay que destacar que el concepto tradicional de crisis económica no ayuda mucho a entender los nuevos fenómenos. Mientras el sistema capitalista, en cuanto orden institucionalizado, tenga la capacidad de continuar exteriorizando sus desequilibrios y contradicciones hacia lo que considera y trata como su “entorno” (el ser humano, la sociedad, la naturaleza), la crisis es cada vez menos una crisis “del sistema”, y cada vez más una crisis de reproducción de las condiciones que posibilitan la vida en el planeta (surgimiento de las amenazas globales, crisis de civilización, crisis sistémica global).

 

Durante décadas, el sistema ha podido exteriorizar sus contradicciones, reapareciendo las mismas como amenazas para la vida, aunque los negocios marcharan bien. Por esto tenemos que ser muy cautos cuando medimos la salud del sistema económico mediante indicadores tradicionales como el producto o la ganancia. Más que el sistema económico, debemos evaluar el sistema de vida (el circuito natural de la vida humana) y sus condiciones de existencia, de ahí la urgente necesidad de desarrollar una teoría crítica de la racionalidad reproductiva, una ciencia que se ocupe de las condiciones de existencia de la vida en su conjunto.

 

En la coyuntura actual, parece a punto de explotar un proceso acumulativo en el que ambos tipos de crisis se conjugan (las crisis del sistema y las crisis de su “entorno” –el sistema de vida); y al lado de la crisis económica y financiera (típicas crisis del sistema), coexisten y se retroalimentan la crisis de la exclusión, la crisis energética, la crisis alimentaria, la crisis de las relaciones humanas, la crisis del sentido común y las crisis ecológicas (del agua, de la contaminación, de los ecosistemas, de la biodiversidad, del calentamiento global), entre otras. Si el sistema ha perdido buena parte de su capacidad para exteriorizar sus contradicciones (seguramente porque la resistencia y la rebelión de los pueblos se lo impiden, tal como queda claro en las luchas ecologistas), también parece haberse extraviado en sus propios fundamentos, esto es, en la capacidad de reproducirse a partir de la valorización y acumulación ampliada del capital “productivo” (el que subsume y explota trabajo creador de valor y plusvalor), desarrollando salidas ilusorias como los agrocombustibles, el sobreendeudamiento y la financiarización (capital especulativo, capital ficticio). Además, los límites mostrados en su capacidad de transformación y racionalización podrían estar indicando los límites mismos –históricos– del sistema. En suma, son las dos fuentes originarias de la creación de toda riqueza social –el ser humano y la naturaleza– las que están hoy amenazadas.

 

 

De qué crisis estamos hablando

 

Para entender el carácter inédito de esta situación, no basta con hacer uso de alguna supuesta correcta teoría de la crisis (que como vimos, hay que reconsiderar), ni siquiera de una adecuada teoría del capitalismo (que no ha sido suficientemente actualizada después del monumental legado de Marx). Es necesario además, contar con al menos una visión ordenadora de la periodización del capitalismo en el marco de la modernidad occidental.

 

Para intentar esta periodización echamos mano de la categoría de “subsunción del trabajo por el capital” elaborada por Marx[1], pero con la advertencia de que la misma debe ser ampliada, al menos en los siguientes cuatro sentidos:

 

a)     Strictu sensu el capital no explota trabajadores (asalariados), sino trabajo, y trabajo en sus diversas formas socioeconómicas: trabajo asalariado, trabajo campesino, trabajo femenino de reproducción de los hogares, trabajo informal, trabajo improductivo, trabajo infantil, etc. Reducir la subsunción del trabajo por el capital al trabajo asalariado no deja de ser un reduccionismo; más aun en la época de la globalización y la exclusión. Todo el mundo del trabajo, incluyendo el trabajo de reproducción en los hogares (típicamente femenino), debe ser considerado en la ampliación del concepto de subsunción.

 

b)    Al menos desde la consolidación del capitalismo industrial (luego de la primera revolución industrial), el “trabajo productivo” (productivo desde la lógica capitalista, esto es, trabajo creador de valor y plusvalor), se ha escindido en dos grandes categorías: trabajo directo y trabajo conceptual. Por tanto, la subsunción del trabajo productivo tenemos que analizarla en este desdoblamiento del trabajo: el trabajo directo y el trabajo conceptual. Marx advirtió de esta separación, pero no la logró estudiar ni incorporar en la estructura lógica de El Capital. Dice en uno de los primeros capítulos del tomo tres: “Es trabajo general todo trabajo científico, todo conocimiento, todo invento” (El Capital, Vol. 6: 128). Preferimos emplear el término “trabajo conceptual” (en vez de “trabajo general”), para no confundirlo con la categoría “trabajo en general” que aparece en el análisis marxiano de la mercancía. Y así como el capital ha subsumido, formal y realmente, el trabajo directo (proceso estudiado detenidamente por Marx), también tiene que organizar y subsumir, formal y realmente, el trabajo conceptual. Sin embargo, aunque la subsunción formal del trabajo conceptual comenzó a finales del siglo XIX, su subsunción real apenas está comenzando a ocurrir frente a nuestras narices.

 

c)     El capital no subsume simplemente “el trabajo”, sino, el proceso de trabajo en su conjunto, tanto a nivel individual como a nivel social. Y sería un gran error tratar el proceso de trabajo como un simple mecanismo de insumo-producto (tal como ocurre en los neo-ricardianos), ya que abarca, además, sus condiciones de existencia, su organización y planificación, así como sus aspectos espaciales y temporales, entre otros.

 

d)    Además de la subsunción formal y real del trabajo por el capital estudiadas por Marx, debemos también considerar la subsunción material sobre el conjunto de las condiciones generales de la producción y reproducción social (los recursos naturales, el medio biótico y abiótico, las tecnologías, la infraestructura ecológica del planeta, los patrones de consumo, etc.).

 

Con estos elementos en mente, podemos postular nuestra tesis central sobre la crisis en curso, desglosada en cuatro hipótesis conectadas:

 

a)     La crisis actual del capitalismo se despliega como una crisis general de valorización, esto es, lo que está en entredicho no son tanto las condiciones de la reproducción/acumulación, como los fundamentos de la misma valorización del capital, que como sabemos, en última instancia dependen de las condiciones de explotación del trabajo (directo y conceptual) y su incidencia sobre la tasa y masa de plusvalor.

 

b)    El capitalismo ya ha pasado antes por dos crisis generales (no cíclicas) de valorización (la primera a mediados del siglo XVIII y la segunda a finales del siglo XIX), las cuales sólo se han resuelto mediante transformaciones radicales en el alcance, amplitud e intensidad de la subsunción del proceso de trabajo en su conjunto por el capital (cambios profundos en las relaciones sociales de producción y en la correlación de las fuerzas políticas a nivel nacional y mundial), y en la subsunción de las condiciones materiales de la producción (patrón técnico económico, patrones de consumo). Por tanto, si esta tesis es correcta, no hay que comparar tanto la actual crisis con la de los años treinta, ya que esa fue una crisis general de sobreproducción, pero no una crisis general de valorización.

 

c)     La actual (tercera) crisis general de valorización se conjuga con una crisis civilizatoria (crisis sistémica global) que el propio capital ha creado y configurado, exacerbando las amenazas globales sobre la sociedad y la vida real y,

 

d)    Sin embargo, esta no es necesariamente una crisis terminal, y un nuevo triunfo del capitalismo sobre el ser humano no puede –lamentablemente- descartarse. Una larga crisis de decadencia está también dentro de lo posible.

 

La primera  crisis general  de valorización y su resolución mediante la subsunción real del trabajo directo.

 

Marx distinguió dos grandes momentos en el desarrollo de la relación de capital, a los que denominó “subsunción formal” y “subsunción real” del trabajo por el capital.  La primera, a su vez, tiene, empero, tanto un sentido genérico como uno histórico.  En el primer sentido, la subsunción formal hace referencia solo a la forma social de la producción, a la transformación del trabajo en trabajo asalariado y, por tanto, a la separación de los medios de producción y de subsistencia del trabajador directo, y a la apropiación de plustrabajo mediante la compra/venta voluntaria de la fuerza de trabajo. 

 

Bajo la subsunción formal la producción sufre un cambio en su modo social, pero no supone una alteración en el modo técnico de producción: lo que se revoluciona en un primer momento no son los métodos de producción sino la forma social de esta última, por lo que en estas condiciones el crecimiento de las fuerzas productivas del trabajo social se desarrolla de una manera sumamente lenta, lo cual nos permite, para efectos del análisis, introducir el supuesto simplificador de una composición del capital constante (productividad del trabajo también constante)[2].

 

En su sentido histórico, la subsunción formal aparece como la primera forma, y se refiere, en particular, a una época en que el capital funciona con un modo técnico que él no ha creado. La historia de la determinación de la extensión de la jornada laboral, la cual no se reduce, desde luego, a una determinación de carácter puramente económico, se refiere a este segundo sentido en que debe entenderse la subsunción formal, especialmente en el período anterior a la revolución industrial.

 

Después de tres siglos de crecimiento extensivo (extensión de la jornada laboral y aumento de la masa de trabajadores explotados), el capital entró en una primera crisis general de valorización a mediados del siglo XVIII, y tenemos la ventaja de contar con un exhaustivo análisis de este proceso: el realizado por Marx en El Capital (secciones tercera y cuarta del Tomo I).

 

En condiciones de subsunción formal del trabajo inmediato, el capital funciona sobre las bases de un modo técnico que no es de su propia creación, y el crecimiento de las fuerzas productivas toma lugar de manera sumamente lenta, con lo que el proceso de acumulación se sucede de crisis en crisis, a menos que la jornada de trabajo y el crecimiento de la población asalariada puedan aumentar indefinidamente, lo que de hecho no ocurre.

 

Así, con la subsunción real del trabajo inmediato (primera revolución industrial), el capital logra acentuar su dominación sobre el trabajo, y no simplemente sobre la tecnología. Veamos:

 

a)      Crea su propio modo técnico de producción (modo de producción específicamente capitalista).

b)     Crea su propio ejército de reserva, lo que le permite regular, hasta cierto punto, tanto la disponibilidad de trabajo asalariado disponible como el espacio de variación del salario.

c)      Crea una ley de población adecuada a sus propósitos de acumulación.

d)     Crea una nueva forma de producción de plusvalor, el plusvalor relativo, en estrecha relación con el crecimiento de las fuerzas productivas.

e)      Suprime toda labor principal, agradable y creativa del trabajo, que se convierte en un apéndice del sistema de máquinas.

f)       Mutila, además, los restos de independencia técnica del obrero de la época de las manufacturas.

g)      En fin, junto a la revolución técnica se produce también una revolución en las condiciones de producción y de valorización, representadas en la nueva organización del proceso de trabajo.

 

Claro, no pensemos que este proceso se desarrolló solamente en el plano de las transformaciones socioeconómicas. Estamos en la segunda mitad del siglo XVIII, y concurrentemente ocurren la revolución americana, la revolución francesa, las guerras napoleónicas, el exterminio de poblaciones enteras en Estados Unidos y África, la consolidación del Imperio Británico, entre otros.

 

Pero el punto a resaltar es el siguiente: el paso de la subsunción formal a la subsunción real del trabajo (inmediato) le permite al capital revolucionar no solo su base técnica, sino además, las condiciones generales de valorización y reproducción, permitiendo que el capitalismo ingresara en una nueva fase histórica que se prolongó hasta finales del siglo XIX.

 

 

 

 

 

La segunda crisis general de valorización y su resolución mediante la subsunción formal del trabajo conceptual.

 

El artesano de la época pre-industrial no solo ostentaba la propiedad de los medios de producción, sino que también ejercía un dominio intelectual sobre el proceso laboral y sobre cada uno de sus momentos. Pero transformado en obrero su dominio intelectual del proceso de trabajo es puesto al servicio del proceso de valorización. En efecto, es un producto de la división manufacturera del trabajo el que las potencias intelectuales del proceso material de la producción se contrapongan al obrero parcial, como propiedad ajena y como poder ajeno que los domina. Posteriormente, estas potencias intelectuales aparecen en la máquina como material objetivado, así como en el sistema de maquinaria que regula la producción, reduciendo al trabajador a una actividad secundaria y subordinada. El trabajo inmediato se reduce a un mero momento del proceso de producción y de trabajo, y esto mucho antes de que lo propugnara formalmente F, Taylor con su propuesta de “organización científica del trabajo”.

 

Pero lo cierto es que el conocimiento y el trabajo inmediato, la creación de progreso y la puesta en práctica de éste, el trabajo de la mente y el trabajo de la mano, se separan. Este proceso de escisión comienza en la cooperación simple, en la que el capitalista, frente a los trabajadores individuales, representa la unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. Se desarrolla en la manufactura, la cual mutila al trabajador haciéndolo un obrero parcial. Se consuma en la gran industria, que separa al obrero de la ciencia, como potencia productiva, ahora autónoma y sistematizada.

 

De esta separación entre la ciencia y el trabajo inmediato resulta una nueva división del trabajo. El conocimiento y su desarrollo constituyen ahora una condición del proceso directo de producción y de su expansión, y ambos se han convertido en esfera de aplicación productiva de la ciencia. Esto permite y empuja a que haga su aparición un nuevo tipo de trabajo productivo: el trabajo conceptual (Marx lo llama trabajo general).

 

El capitalismo maduro alcanza su cenit a finales del siglo XIX. Desde entonces, la organización y explotación (subsunción) del trabajo conceptual pasa a ser prioritario. Sin embargo, al igual que como ocurrió con el trabajo directo, el capital primero subsume al trabajo conceptual formalmente. Es la llamada revolución organizativa de finales del siglo XIX.

 

Tenemos ahora dos tipos distintos de trabajo productivo, que se desenvuelven separadamente pero mutuamente condicionados: el trabajo inmediato y el trabajo general. El primero nace junto con la sociedad capitalista, y es el determinante en la producción de la riqueza social (capitalista) en los primeros estadios de la misma. El segundo surge cuando el capitalismo separa definitivamente el trabajo manual del trabajo de la ente, y necesita subordinar a éste último para garantizar el desarrollo de la productividad y la creación de plusvalor (relativo).

 

El capital necesita subsumir el trabajo conceptual no solo formalmente, sino realmente, ya que es en los talleres de progreso tecnológico (I+D), donde se procesan las aplicaciones productivas de la ciencia que demanda el modo de producción específicamente capitalista. La constitución de estos talleres representa la respuesta a una situación en que la producción material ya no puede avanzar sin que la ciencia se organice como cuerpo formalizado de conocimientos en beneficio de la acumulación capitalista.

 

Así, junto a la subsunción y explotación del trabajo inmediato, el capitalismo del siglo XX logró avanzar a partir de la subsunción formal del trabajo conceptual, proceso que llega a sus límites cuando esta sunsunción formal ya no le es suficiente y necesita dar un paso decisivo para su existencia: subsumir realmente al trabajo conceptual.

 

Pero tampoco pensemos que esta nueva vuelta de tuerca en la relación capital trabajo ocurre en una burbuja técno-económica. Es también el inicio de la era del petróleo, del motor eléctrico, del automóvil, de la decadencia británica y del ascenso de los Estados Unidos, de la “aburguesación” de los partidos y sindicatos obreros, es la era del imperialismo.

 

 

La actual crisis general de valorización y sus posibles salidas (capitalistas y no capitalistas).

 

La tercera revolución científico-tecnológica, al modificar la relación entre ciencia básica, ciencia aplicada y desarrollo tecnológico, está trastocando los perfiles profesionales de la fuerza de trabajo y cambiando la función de las profesiones generadoras de tecnologías. El desarrollo del sector cuaternario sugiere que el conocimiento científico tecnológico y su fuente de origen, la comunidad de científicos y tecnólogos, resultan ser el factor estratégico para la valorización del capital en este período. En la nueva era científica los avances tecnológicos descansan estrictamente en el conocimiento científico, por lo que al capital le resulta indispensable subsumir, ya no solo formalmente, al trabajo conceptual, aunque es de presuponer que los obstáculos para el logro de este propósito serán muchos y de diversa índole.

La actual crisis general de valorización desnuda un sistema que ha llevado al máximo la subsunción real del trabajo inmediato, y sus contradicciones (el desempleo tecnológico, la precarización laboral, la exclusión social); ha llevado a límites inaguantables la subsunción material de la naturaleza, y sus contradicciones (la crisis ecológica de hoy) y ha racionalizado cuanto le es posible la subsunción formal del trabajo conceptual, y sus contradicciones (la alienación en el mundo del trabajo, el estancamiento de la productividad en los sectores terciario y “cuaternario”).

 

En este contexto, un salto cualitativo en la rentabilidad del capital a nivel mundial –condición indispensable para una nueva fase de crecimiento prolongado- no depende fundamentalmente de un mayor grado de explotación del trabajo inmediato, el cual ha llegado a un límite de lo aguantable e incluso ha creado una población redundante para el capital. Tampoco es altamente probable que dicho salto se apoye en una profundización de la actitud depredadora hacia la naturaleza, pues ello pondría a la humanidad ante la inminencia de un suicidio colectivo.

 

Pero dado que el capitalismo busca necesariamente una salida a su actual crisis global intentará seriamente, y en realidad ya lo está haciendo, llevar a cabo la subsunción real del trabajo conceptual, esto es, someter a la ciencia, a sus aplicaciones productivas y a los “trabajadores del conocimiento” (universidades incluidas) a un proceso de “industrialización” similar al que inició con el trabajo inmediato a partir de la primera revolución industrial.

 

Tampoco este proceso se dirimirá exclusivamente en el campo económico, ya que un salto cualitativo en la tasa mundial de plusvalor presupone cambios radicales no solo en el valor de la fuerza de trabajo, sino además, en la organización social en su conjunto, en los patrones de consumo y en las formas de dominación. La dominación cultural ya ha iniciado, cuando aceptamos acríticamente el uso de conceptos aberrantes como “capital natural” y “capital humano”.

 

Conclusión

 

Ciertamente la crisis y las transformaciones del capitalismo mundial están generando, entre su mapa de posibilidades, salidas no capitalistas (particularmente en el campo de los excluidos), pero insistimos en que  una salida típicamente capitalista también es teórica y fácticamente posible.

 

El capitalismo guarda aun algunas cartas bajo la manga, y pretende proseguir el juego, incluso si con su empeño pone a la humanidad al borde de la desaparición. Nuestro propósito no es negar la necesidad histórica de superar el capitalismo, sino, llamar la atención de que  los actuales cambios revolucionarios en la ciencia y la tecnología, no conducen necesariamente a eso, ni son desde luego su norte y su propósito.

 

Pero el capitalismo no podrá salir de su actual atolladero si no subsume realmente al trabajo conceptual, esta es la condición sine qua non para iniciar una nueva onda larga de crecimiento. Este proceso ya ha iniciado y de tener éxito, representaría el triunfo definitivo del capital sobre el ser humano. Nos corresponde la exigencia de desarrollar otro espacio para las alternativas, el del triunfo del ser humano sobre el capital.

 

 

 


Bibliografía

 

Arrigí, Giovanni; Costumbre e innovación: ondas largas y estadios de desarrollo capitalista. Zona Abierta 43/44, abril-septiembre de 1987.

 

Beinstein, Jorge; Las crisis en la era senil del capitalismo. Esperando inútilmente el quinto Kondratieff. ALAI. http://alainet.org/active/29366.

 

Hinkelammert, Franz y Henry Mora; Hacia una economía para la vida. Preludio a una reconstrucción de la economía. Editorial Tecnológica, San José, 2005.

 

Mandel, Ernest; El Capitalismo tardío. Ediciones ERA, México, 1979.

 

Marx, Karl; El Capital, Ed. Siglo XXI, 8 volúmenes, México, 1981.

 

Marx, Karl; El capital libro I capítulo VI (inédito). Ed. Siglo XXI, México, 1979.

 

Mora, Henry; Modernización capitalista y trabajo abstracto: ¿sociedad post capitalista o subsunción real del trabajo general? Economía y Sociedad, No. 2, septiembre-diciembre, 1996.

 



[1] “Subsunción, subsumir. La traducción de Subsumtion, subsumieren – sustantivo y verbo de origen latino que paradójicamente existen como términos técnicos en alemán e inglés, pero no en las lenguas romances- plantea dificultades por tener una acepción doble: Subsumtion es por una parte subordinar (Marx en algunos casos, en lugar de Subsumtion habla de Unterordnung –subordinación- del trabajo en o bajo el capital), pero por otra parte tiene el mismo sentido que en lógica el término castellano inclusión. Para mantener en castellano la polisemia del original no hemos encontrado otra solución que utilizar los neologismos subsunción, subsumir”. (Marx, 1979, advertencia del traductor, pp. XV, XVI).

[2]"El capital comienza por subordinar al trabajo bajo las condiciones técnicas en que, históricamente lo encuentra.  No cambia inmediatamente, pues, el modo de producción.  La producción de plusvalor en la forma considerada hasta aquí, mediante la simple prolongación de la jornada laboral, se presenta por ende como independiente de todo cambio en el modo de producción mismo".(Marx, 1981, T.I, Vol.3, p.376)

 

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