El siguiente escrito busca presentar siete desafíos para la democracia en América Latina en estos momentos de la historia. Escribo desde dos puntos de partida: por una parte, cuando me refiero a "democracia" lo hago desde la orilla de los movimientos políticos y sociales que siguen asumiendo las banderas históricamente asociadas con la izquierda. Esta aclaración sigue siendo vigente por cuanto el telón de fondo de la lucha por la democracia en el continente lo constituye la tecnoburocracia que sigue empujando la agenda favorable a los grandes capitales y que consiste en borrar del mapa social todo concepto y asomo concreto de bien común.

Mi segundo punto de partida lo constituye la realidad de Colombia, que es atípica en relación con el resto del continente. El resto de América Latina ha entrado en un proceso de transformaciones políticas que, con distinto tono, se distancian de los proyectos neoliberales y retoman un camino propio. A diferencia de lo que sucede en la región, Colombia representa el continuismo neoliberal a la par que se desempeña como el sirviente de la política estadounidense en América Latina. Quisiera, por lo tanto, empezar con una digresión en torno a la realidad colombiana en el actual contexto latinoamericano.

La dinámica política en Colombia, está caracterizada por una situación de polarización con el potencial suficiente para transformar la estructura de poder dominante desde la izquierda o para recomponer una estructura aún más autoritaria desde la ultra derecha. Estamos frente a una coyuntura definitiva que nos sitúa ante posibilidades históricas para la construcción de una alternativa conjunta que integre la diversidad del movimiento popular frente al saqueo del capitalismo neoliberal y como respuesta a la condición actual de estado al servicio de los intereses estadounidenses. La posibilidad de lograr en el mediano plazo un cambio democrático y desde abajo pasa por la construcción de un frente de lucha que permita superar la fragmentación en la que ahora nos encontramos y que a menudo responde más a desconfianzas y disputas entre liderazgos personales que a diferencias sustanciales de proyecto.

Estamos ante un momento histórico por sus posibilidades y responsabilidad para la izquierda. La izquierda, desde las bases populares tiene ante si, el reto de fortalecer su organicidad por encima de liderazgos patriarcales. Este desafió asume la superación  de las diferencias de estrategia, con el fin de que tal diversidad se aglutine en torno a los rasgos centrales que constituyen su programa básico: la izquierda es antineoliberal -incluso algunas organizaciones se declaran abiertamente anticapitalistas-, promueve la democracia entendida como decisión colectiva y no sólo electoral, defiende la redistribución de la riqueza, la defensa integral de los derechos humanos y aspira a romper con la dependencia en sus distintas formas.

Son básicamente dos las grandes lecciones para la izquierda en Colombia que surgen desde la experiencia reciente en América Latina.  En primer lugar se debe definir el problema no solo como la visualización de un proyecto alternativo desde la izquierda sino  también como el robustecimiento organizativo que logre trascender las dificultades propias de la pluralidad. El momento actual de otros países latinoamericanos evidencia que, a pesar de sus dificultades, la izquierda avanza en la construcción de alternativas organizativas.

Una segunda lección apunta al desafió de la legalidad en sí misma para dar paso a un cambio. La diversidad democrática ha de regirse por acuerdos que conciten las voluntades de las mayorías por cuanto surgen de grandes consensos pluralistas. La institucionalidad que de allí emana debe garantizar la división e independencia de poderes, un diseño que debe estar en la base misma de todo propósito democrático. Una atención prioritaria a los asuntos tocantes a la producción, distribución, goce y acumulación de la riqueza que se ajuste a los derechos fundamentales y acorde con sus grandes propósitos de equidad y justicia debe estar en la base de las transformaciones. Si se debilitan los propósitos democráticos, no le queda a la izquierda otra opción que la de negociar arreglos políticos y económicos con sectores mercado centristas, con el resultado de que el proyecto de cambio pierde de antemano su horizonte.

La situación atípica de Colombia permite, entonces, ilustrar los desafíos para la democracia tal como luce el panorama visto desde los movimientos sociales y políticos  en el continente. Desde esta lente, paso a continuación a considerar los desafíos que considero prioritarios.

DESAFIOS PARA LA DEMOCRACIA:

1. EL PESO APLASTANTE DE LA INJERENCIA DE ESTADOS UNIDOS EN AMERICA LATINA:

La política de guerra de Estados Unidos y sus aliados siguen sembrando de miedo y muerte el globo. El unílateralismo estadounidense se enfrenta abiertamente a proyectos progresistas en toda América Latina en una estrategia de guerra en la que cumplen un papel fundamental las empresas transnacionales y medios de comunicación como CNN.

La voracidad imperial ya no se escuda tras eufemismos inútiles. Estados Unidos pretende desarrollar un control hegemónico e impedir la autonomía de los países en América Latina. En países como Colombia, Washington cuenta con gobiernos como el del presidente Uribe, que agencia el incremento de la presencia militar en hechos tan vergonzantes como el ocurrido en días pasados cuando el mismo embajador norteamericano en Colombia, anuncio la apertura de una nueva base militar en la frontera con Venezuela para continuar en la tarea de desestabilizar el hermano país.

Desde muy temprano, desde el año 1964, Estados Unidos empezó a utilizar a Colombia como escenario de nuevas modalidades de guerra en las que los civiles empezaron a convertirse en objetivos militares. En ese año, Estados Unidos dono trescientos millones de dólares y envió asesores militares y armamento para acabar con la resistencia campesina que no aceptaba el exterminio que el establecimiento había decretado. En ese mismo año se propuso la organización de los grupos paramilitares bajo el remoquete de “desarrollo de la estrategia de armar civiles”. En 1999, Estados Unidos aporto mil seiscientos millones de dólares, armamento y asesores militares en el contexto del llamado “Plan Colombia” que aún se mantiene y que hasta el 2006, ha enviado mas de cuatro mil millones de dólares para contribuir con su aporte a la limpieza sociopolítica, estrategia que  hoy en día se mantiene en completo apoyo al gobierno de Uribe. Es importante recalcar que esta estrategia facilita la continuidad del proyecto Uribe Vélez, a pesar de sus estrechos vínculos con narcotraficantes y paramilitares. Como una de las contrapartidas, el establecimiento colombiano adecua las leyes para que se ajusten a los intereses de las empresas norteamericanas que aprovechan para hacer una explotación voraz de las riquezas nuestras.

La presencia de Estados Unidos en la región se vehiculiza ahora a través de regimenes cercanos a sus afectos, como el colombiano. No es de sorprender, por lo tanto, que Colombia se este convierte en el factor de desestabilización regional. Marchando a contravía de casi toda la región, el régimen de Álvaro Uribe busca desactivar la lucha democrática desde las nuevas orillas que la izquierda latinoamericana esta afianzando.

Pero el gobierno norteamericano no solo acude a sus aliados estratégicos como Colombia, Perú y México sino que también trata de desestabilizar procesos que adelantan los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua; el imperio en su ansiedad hegemónica no duda en echar mano del asesinato y el derramamiento de sangre para impedir la lucha por la autonomía en nuestros países.

2. CRECIMIENTO DE POSTURAS DE EXTREMA DERECHA EN LAS ELITES QUE HABIAN MANTENIDO EL PODER:

EL pulso entre las antiguas elites y el resto del pueblo sigue siendo un pulso desigual, porque se usa todavía el poder político y económico para afirmar las pretensiones exclusivistas. En países como Colombia el estado desarrolla la estrategia paramilitar y continua usando el apoyo norteamericano y las fuerzas armadas para asesinar, desplazar, torturar y desaparecer a los opositores políticos y a los lideres sociales. Bajo ese telón de fondo, los terribles adversarios del proceso latinoamericano -que no juegan, ni descansan- han entendido mucho mejor que las izquierdas tradicionales lo que está en juego. Los voceros del régimen no gastan el tiempo caracterizando cada proceso desde ópticas antiguas, sino que a todos los fenómenos emergentes, gubernamentales y sociales que aparecen en la escena continental se les envuelve en un solo saco de epítetos 'conceptuales': neo-populismo radical o populismo izquierdista.
 
La derechización de las elites propicia una derechización del discurso que se filtra hasta los niveles populares y tiene eco especialmente en las clase media que tradicionalmente es atraída por la derecha y que se opone a posturas políticas radicales que terminen igualando sus condiciones a la situación de los sectores sociales inferiores en la escala económica tradicional. De esta manera se consigue desvirtuar un proceso de democracia real como el que la actual izquierda latinoamericana esta propiciando. En un revés cruel del imaginario conceptual, los formadores de opinión de la extrema derecha busca calificar como "amenaza regional a la democracia" lo que contraviene a sus intereses y status quo. Bajo este calificativo caen todos los procesos que vivimos, desde Nicaragua y Cuba hasta Argentina, pasando por Venezuela, Brasil, Bolivia y Ecuador, Uruguay y Paraguay. Se trata de impedir el avance de fuerzas sociales y políticas de izquierda que han conquistado el gobierno en 13 países de Amerita Latina y el Caribe.
 
Dado que a las amenazas hay que salirles al paso, un emergente bloque gubernamental de nuevo tipo, es una amenaza que pretenden detener. En consecuencia, estamos presenciando su antípoda, la más reciente modalidad de desestabilización regional que esta siendo organizada por las elites separatistas de Bolivia, Venezuela y Ecuador. Así, entonces, a una democracia que asume estatura continental se le presenta el desafió de la desarticulación de las unidades nacionales, que son las vías recientes de las elites en su afán de perpetuarse en el poder.
 
3. FORTALECER LA POLITIZACION DEL MOVIMIENTOS SOCIALES Y POPULARES:

La democracia pierde vigencia cuando a sus actores o se les desconoce su estatus político o estos no lo asumen. Junto con el embate neoliberal vino un desprestigio de la función política. La administración de lo público y la defensa del bien común paso a ser asuntos de la tecnoburocracia. Se instalo en el imaginario general la falacia de que la iniciativa privada con su tufo empresarial era infinitamente mas eficaz que el oficio político. Si bien sigue siendo necesario que una rendición pública de cuentas levante los cuestionamientos éticos que siempre han de acompañar a la función pública, no se debe deducir de ahí que la agenda política se le tenga que extender una partida de defunción. La identidad política de los actores sociales sigue siendo de valor crítico para la dinamización de la democracia.

Resulta, por lo tanto, fundamental rescatar los aportes de las distintas organizaciones, reconstruir una memoria de las luchas y lograr un recuento de las experiencias que nos permitan apropiarnos de los aprendizajes de la izquierda. Estamos también ante la necesidad de sacar a la luz y reconocer como parte de la izquierda a esas organizaciones que tanto en el medio urbano como en el mundo indígena y rural tienen experiencias políticas concretas que aportar y que sin embargo son invisibilizadas por el poder dominante y por la propia izquierda, que o bien no sabe de su existencia o bien les niega su identidad propia. La propia izquierda tiene que asumir ella misma sus nuevas dimensiones a partir de sus propios parámetros y necesidades y no desde los que definen los medios de comunicación o las estrategias mediáticas de las organizaciones más grandes para reconocer su potencial de fuerza real. En la correlación de fuerzas en que nos encontramos es un hecho que o bien las posibilidades son para todos o no son para nadie. Se cumplió un primer ciclo organizativo y es necesario pasar a un segundo momento. No se puede continuar apelando la espontaneidad  organizativa de los sujetos. En el caso de otras experiencias latinoamericanas, encontramos una experiencia militante y organizativa previa que permite, ante estos llamados, conformar confederaciones, por ejemplo. A modo de ilustración, el caso de México muestra que se necesita que todos aquellos que no encuentran un espacio de participación lo encuentren en una organización. En este momento al parecer la izquierda popular tocó techo en la demostración de su capacidad movilizadora. Aún asumiendo que estamos ante un proceso en el que se han logrado importantes avances, tenemos que reconocer que hay un tope de crecimiento en la convocatoria y capacidad organizativa de los movimientos. Es necesario ingresar a un segundo momento de articulación de las organizaciones que las integre en términos de construcción de un contrapoder. Esta es la responsabilidad de las organizaciones con madurez y que cuentan con proyección nacional.

4. PROFUNDIZAR LOS PROCESOS DE INTEGRACION LATINOAMERICANA:

Hay diferentes y variados espacios que evidencian este nuevo tiempo de América Latina, por primera vez en siglos tenemos un medio de comunicación regional sudamericano, Telesur, que con todo y sus límites, no es solo venezolano sino nuestro y con una divisa que suena también muy nuestra:"Nuestro norte es el sur." Está creándose  Radiosur, que ojala pueda enlazar las radios progresistas de Sudamérica entre otras iniciativas en el campo de las comunicaciones. En el tema petrolero, se cuenta ya con Petrosur, Petro-Caribe y se trabaja para crear el 'Anillo Energético Regional' a fin de preservar para los próximos 100 años los recursos del tercer milenio. Ha nacido una estructura política de integración diferente a la OEA: la Unión Sudamericana de Naciones, UNASUR, y se han presentado propuestas atrevidas como la de ir hacia una cédula de identidad única, sudamericana, para superar barreras migratorias y exclusiones del pasado. Pero además se fortalecen diversos espacios de integración como MERCOSUR, Comunidad Andina, CARICOM, ALBA-TCP y UNASUR, esta integración refleja la realidad de nuestra región y se convierte en una desafiante alternativa a la globalización
neoliberal.    
 
La tendencia es que vamos a la conformación de un cuerpo continental que no es pro-norteamericano, la construcción de un bloque geopolítico propio que sea respetado en el concierto mundial y aporte al nacimiento de un mundo multi-polar. Sin duda la afirmación que han hecho en diferentes lugares del mundo, de que América Latina y el Caribe son el continente de la esperanza, refleja esta realidad.
Ahora es fundamental que avance el proceso hacia un modelo post-neoliberal que siente las condiciones del socialismo del siglo XXI, porque corremos el peligro de que retorne el conservadurismo de ultra derecha e incluso el fascismo. El proceso esta avanzando porque nuestros pueblos están maduros para la integración. Hoy avanza uno de los más estratégicos espacios de integración: el Banco del Sur que permita superar el fracaso de las recetas del FMI, Banco Mundial y el BID. Es la primera vez que tendremos un banco propio que ojala pueda rescatar nuestros capitales de las manos del imperio.
El avance de UNASUR propone, además, trabajar en la emisión de una moneda regional única y fuerte, lo cual no había ocurrido nunca antes en el continente.
 
Avanza la integración latinoamericana en medio de enormes desafíos y cada vez es mas evidente el fracaso del proyecto del ALCA, o la que Europa y Canadá buscan hoy exclusivamente con el 'libre comercio'.  Latinoamérica debe aprovechar esta oportunidad única si quiere sobrevivir y garantizar la paz, la justicia social y la estabilidad democrática, de lo contrario no sobrevive, y para unirse necesita respuestas justas y equilibradas a sus asimetrías entre países. No es lo mismo unir la economía boliviana con la brasileña, antes Brasil tendría que hacer ajustes para evitar asimetrías. Es factible ponernos de acuerdo entre nosotros antes que con Europa y el imperio, pero es importante que hagamos acuerdos entre nosotros.
Y, finalmente, debemos empezar a fundamentar las bases de la sociedad post-neoliberal en América Latina y construir la agenda del Socialismo del Siglo XXI autóctono, que se ajuste a las realidades de los países. Estas son tareas que marcarán el camino más progresista de la integración, porque de lo contrario será solo comercial, económica, estatal; y tenemos que trabajar también para que sea social, política y cultural.
    
Es necesario también apoyar el mundo árabe, Irak, Palestina y los movimientos alternativos y de nueva izquierda de Europa y Estados Unidos.
América Latina está gestando nuevos niveles, estratégicos de integración que nos vuelven un continente apto para el nuevo tiempo y el mundo pluripolar que necesitamos construir.
Esos nuevos ejes para desarrollar el panorama real de integración y las bases del Socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica, son tratados aún muy frágilmente  por los gobiernos, y menos todavía por la mayoría de los movimientos sociales del continente.
Se hace imprescindible rediseñar regional, continental y mundialmente, desde los gobiernos de nuevo tipo y con el apoyo de los movimientos sociales y políticos, estas estrategias de integración.
 
 
5. ESTRATEGIA MILITAR PROPIA:

Avanzar en esta tesis que fue ampliamente discutida en Colombia por sectores sociales, para que conjuntamente, decidamos prohibir en toda la región la implantación de bases militares extranjeras y el emplazamiento de armas nucleares de cualquier potencia. Esa iniciativa, crucial para el futuro de Latinoamérica tiene que ser prioritaria. Por eso es un deber mirar y apoyar, en una dimensión continental y latinoamericanista la decisión ecuatoriana de no renovar el convenio que permitió imponer la base militar estadounidense en Ecuador.
Es de público conocimientos que Colombia y Perú aceptan el translado de las bases, cuando Estados Unidos salga de Manta en Ecuador.
Ningún gobierno debe aceptar la presencia temporal de tropas extranjeras ni tampoco 'operaciones militares conjuntas' o acciones como el  ataque militar por parte del gobierno colombiano en territorio ecuatoriano, comandado por Estados Unidos.
 
También es necesario consolidar una Industria Militar propia. Las potencialidades que en ese campo, tienen países como Brasil, Venezuela, Argentina y Cuba, por citar solo algunos, permiten avizorar que ello es no solo necesario ante una alianza transatlántica que se ha demostrado brutal y despiadada ante el Sur, sino que es algo inaplazable.

6. AGENDA MEDIO AMBIENTAL A TONO CON LAS PREOCUPACIONES GLOBALES:
 
El deterioro del medio ambiente y el cambio climático no pueden ser solamente la agenda de los países que precisamente explotan sin límite los recursos naturales. En este aspecto, hace falta, como nunca antes, un espacio de encuentro parecido a la Conferencia de Bandung, para trazar una estrategia con aportes específicos desde América Latina para afrontar el desafío y la amenaza más grave que atraviesa la Tierra.
 
Por ello una propuesta relevante que han formulado a los gobiernos de Ecuador y Bolivia, para que a su vez ambos países lo propongan es el lanzamiento mundial de un Encuentro por la Tierra, que reúna a delegaciones de los movimientos sociales y gobiernos de los cinco continentes, con el Sur como eje, para elaborar una propuesta Andino-Amazónica, que halle alternativas urgentes y viables al Calentamiento Global. Estamos llamados a tomar medidas drásticas porque porque lo que esta es juego es todo.

 
7. UN NUEVO MODELO ECONOMICO, PARA HACER POSIBLE LA VIDA:

Un nuevo modelo económico que supere la grave situación generada por el neoliberalismo que ha dejado a la mayoría de la población en la marginalidad, sin acceso a la educación, salud, servicios públicos, que ha privatizado los recursos naturales, arrebatándole la soberanía a nuestros pueblos.
La emancipación frente al modelo económico que fue impuesto y sustentado al costo de deshumanizar las relaciones humanas y la relación con la naturaleza, ha desembocado en la urgencia de pensar un modelo económico propio no con rostro humano sino verdaderamente humano, que pueda ir en pos de un desarrollo pleno y no en pos de los intereses del gran capital. El giro político de América Latina, se da en la urgente necesidad que tiene de liberación, frente a la opresión generada por el modelo neoliberal que impuso unas cadenas que aplastaron la dignidad y la vida del pueblo en su conjunto y esta emancipación no tendrá tregua hasta que podamos parir las alternativas.

 "Vivimos no solamente una época de cambios, sino un cambio de época", insiste en afirmar Rafael Correa desde su posesión como Presidente del Ecuador. América Latina tiene la oportunidad en sus manos, por vez primera quizás, de convertirse en el continente donde el cambio de época, hecho desde nuestras angustias y posibilidades le presente a la humanidad ese otro mundo posible, una nueva oportunidad de salvar la vida.
Desde Colombia tengo que terminar diciendo que no podemos quedarnos aislados tratando de impedir que el baño de sangre continué en esta hermosísima tierra, se hace urgente una salida negociada al conflicto no solo armado sino también social, porque como dijo un sabio de la antigüedad: “en nuestra paz, tendréis vosotros paz”

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